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JUAN PABLO II

REGINA CAELI

Domingo 6 de abril de 1997

 

1. «Paz a vosotros» (Jn 20, 19.21). Este es el saludo del Señor resucitado a los Apóstoles. En la liturgia de hoy lo escuchamos varias veces. ¡Paz a vosotros! Era el saludo habitual entre los judíos, pero en los labios de Jesús adquiere un sentido nuevo. El Resucitado se presenta como el manantial de la paz, de una paz que no es sólo ausencia de guerra, sino también comunión plena con Dios y con los hermanos.

¡Ojalá que este saludo del Resucitado resuene en todos los rincones de la tierra, en nuestro tiempo, todavía tan marcado por la violencia! ¡Paz a vosotros! No es sólo un deseo, sino también un don. Jesús nos asegura que la paz es posible, porque nos comunica su secreto y, a la vez, su fuerza. Viene a liberarnos del pesimismo cómodo que a veces nos hace pensar que la guerra y la violencia son inevitables, y que nos lleva a enrocarnos dentro de nuestras seguridades y nuestros límites, como si el sufrimiento de nuestros hermanos lejanos no nos importara y pudiéramos lícitamente abandonarlos a su suerte. ¡No, no es así! La paz que Cristo nos ofrece es una tarea que nos corresponde a todos y nos compromete a tener un corazón verdaderamente «universal».

2. Meditando hoy en las palabras de Cristo a los Apóstoles: «A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23), ¿cómo no pensar en el don de la misericordia divina, que re nueva constantemente a la humanidad?

El amor misericordioso de Dios regenera a todo ser humano; acogiendo el don de la misericordia del Señor resucitado, es posible construir un mundo reconciliado, abierto realmente al horizonte de la vida y de la alegría plena y profunda en Dios trino. Después de la Pascua, el hombre ya no es un ser para la muerte, sino un ser para la vida. El abismo de la muerte quedó aniquilado por la explosión de vida de Cristo resucitado.

En el icono oriental de la anástasis, se representa a Jesús mientras levanta del sepulcro a Adán y Eva y los llama nuevamente a la vida. La glorificación de Jesús es «premisa» y «promesa» de nuestra glorificación, con tal de que no rechacemos el don de su amor misericordioso, gracias al cual podemos participar en la fiesta de la vida en Cristo resucitado.

3. Que la Virgen santísima nos ayude a hacer nuestra la vida nueva de su Hijo, acogiendo el don de la misericordia divina, que nos transforma en constructores de perdón, de reconciliación y de paz. E infunda en todos los que tienen responsabilidades de gobierno, en los organismos nacionales e internacionales, la valentía necesaria para intervenir con oportunidad y acierto en las situaciones difíciles, antes de que se llegue a una situación irreparable, y se derrame inútilmente más sangre.


Después del Regina Caeli

LLAMAMIENTO DEL PAPA
EN FAVOR DE LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS

 La Comisión de las Naciones Unidas para los derechos del hombre, reunida actualmente en Ginebra, tratará durante los próximos días el tema de los derechos del niño y, en particular, de la protección jurídica de los menores en los conflictos armados. He recordado esta preocupante cuestión en varias oportunidades y también en el mensaje para la Jornada mundial de la paz del año pasado.

Hoy deseo reafirmar la gran preocupación de la Iglesia por el respeto al niño y el desarrollo integral y armonioso de su personalidad. Por tanto, renuevo mi llamamiento a los responsables de la vida política y social para que, inspirándose en los principios de la moral y del derecho, impidan a toda costa que los niños se conviertan en protagonistas de las guerras, obligados a empuñar las armas y a matar a sus semejantes. Inexpertos y frágiles, son las primeras víctimas de la violencia y de la guerra. Si queremos la paz, eduquemos en la paz a quienes se preparan para construir la sociedad del mañana.



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