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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 18 de octubre de 1998

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Se celebra hoy la Jornada mundial de las misiones. También fue así hace veinte años, al comienzo de mi ministerio petrino. Me parece una coincidencia significativa, si pienso en el espíritu misionero que anima mi compromiso apostólico y que se ha manifestado de manera especial en los numerosos viajes que he podido realizar, para exhortar a todos, en cualquier rincón del mundo: «¡Abrid las puertas a Cristo!». Hoy mi pensamiento va, en particular, a los misioneros «ad gentes», que en los países de misión llevan este anuncio con tanto amor, a menudo en condiciones difíciles, a veces incluso a costa de su vida. ¡Démosles las gracias! Que en esta jornada, pero no sólo ahora, se sientan acompañados por el afecto y la oración de toda la Iglesia.

2. También tiene un alma misionera la encíclica Fides et ratio, que se publicó el jueves pasado y sobre la que me propongo volver a hablar. Como es sabido, en ella afronto el problema de las relaciones entre la filosofía y la teología, subrayando que la fe y la razón no se oponen, sino que se sostienen recíprocamente, como «dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad» (Fides et ratio, 1). ¡Ay de una humanidad que perdiera el sentido de la verdad, la valentía de buscarla y la confianza en encontrarla! No sólo correría peligro la fe, sino tambi én el sentido mismo de la vida.

Encomiendo la acogida de esta encíclica a la intercesión de la santísima Virgen, «Sede de la sabiduría». Que nos ayuden también santa Teresa de Lisieux, a quien hace exactamente un año declaré «doctora de la Iglesia», y Edith Stein, la «filósofa» santa, que el domingo pasado tuve la dicha de canonizar.



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