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JUAN PABLO II

JUBILEO DE LA TERCERA EDAD

ÁNGELUS

Domingo 17 de septiembre de 2000

 

Antes de impartir la bendición final, deseo saludaros una vez más a cada uno de vosotros, amadísimos hermanos ancianos, y, junto con vosotros, dar gracias a Dios, que nos ha concedido llegar al año 2000 y celebrar el gran jubileo. Quiera Dios que la fe, que habéis renovado y profesado en esta feliz circunstancia, os dé siempre paz y consuelo a vosotros y a vuestros seres queridos.

Dirijo asimismo unas palabras de aprecio en particular a cuantos se han ofrecido generosamente a acompañaros y asistiros en vuestro jubileo. ¡Cómo no destacar la contribución de miles de coristas que, con sus cantos, han embellecido y solemnizado esta celebración! Queridos hermanos, vuestras voces armoniosas, elevándose desde esta plaza hacia el cielo, han dado a nuestra oración una intensidad singular, que seguramente ha encontrado eco en el corazón de Dios. En verdad, "quien canta, reza dos veces". Os doy las gracias en nombre de todos. Hoy los ancianos dan gracias a los jóvenes.

Dirijo un cordial saludo a los fieles de lengua francesa, especialmente a los participantes en el jubileo de la tercera edad. Que los apóstoles san Pedro y san Pablo, a quienes habéis venido a honrar y orar, os ayuden a transmitir siempre con entusiasmo vuestra fe y vuestra experiencia a las generaciones jóvenes. Y que la Virgen María os acompañe. Os bendigo de corazón a todos.

Con gran afecto en el Señor saludo a las personas de lengua inglesa que participan en el jubileo de los ancianos. La serena presencia de las personas de edad avanzada es una bendición para todas las familias y comunidades. Habéis trabajado duramente y por largo tiempo para legar a los jóvenes un mundo mejor. Quiera Dios que experimentéis el respeto y la atención afectuosa de las personas que os rodean. ¡Dios os bendiga siempre!

Con especial cordialidad saludo hoy a todos los peregrinos de la tercera edad de lengua alemana, que han venido a Roma con ocasión del jubileo. Queridos ancianos, vivid este período de vuestra vida con alegría y serenidad. Rezad muy intensamente y dedicaos a las obras de caridad para con el prójimo. Con estos deseos os imparto la bendición apostólica.

Saludo cordialmente a los diversos grupos de la tercera edad de lengua española. Que esta peregrinación jubilar sea para todos una ocasión privilegiada de dar gracias a Dios por tantos dones recibidos, sobre todo por el de la fe y el de la propia existencia. Al encomendaros bajo la protección de la Virgen María y de san José, os imparto con afecto mi bendición.

A todos vosotros, hermanos y hermanas ancianos de lengua portuguesa, os deseo que viváis con paciente abandono los años que el Señor establezca para cada uno, siendo portadores de paz y alegría cristianas en vuestros hogares y comunidades, siempre dispuestos a dar razón de la esperanza que hay en vosotros, por la fe en Cristo, nuestro Salvador.

Saludo cordialmente a las personas de la tercera edad que han venido a Roma desde Polonia y otros países del mundo para participar en esta solemnidad jubilar. Acojo con afecto también a los que se unen a nosotros a través de la radio y la televisión. A todos mis compatriotas, que han tenido la posibilidad de vivir muchos años, les deseo que, sostenidos por la gracia de Dios y el amor solícito de sus familiares, enriquezcan el inicio del nuevo milenio con los frutos de su experiencia. ¡Que Dios os bendiga!

Que el ejemplo y la intercesión de la Virgen santísima ayuden a todos los ancianos a ver también en la tercera edad una llamada a cooperar generosamente en el designio de amor de Dios.

 



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