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JUAN PABLO II

REGINA CAELI 

Lunes del Ángel
1 de abril de 2002


1. Resuena con fuerza el gran anuncio de la resurrección de Jesús también en este lunes del Ángel, que recuerda el encuentro del mensajero celestial con las mujeres que acudieron al sepulcro. "Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba" (Mt 28, 5-6).

Desde la tumba vacía este anuncio angélico se difunde en el mundo y llega a todos los rincones de la tierra; es un mensaje de esperanza para todos. Desde que el Nazareno crucificado resucitó al alba del tercer día, la última palabra ya no la tiene la muerte, sino la vida. En el Señor resucitado Dios ha revelado plenamente su amor a toda la humanidad.

2. Primero las mujeres, después los discípulos y, por último, el mismo Pedro, constataron la consoladora verdad: "A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos" (Hch 2, 32).

Amadísimos hermanos y hermanas, como ellos y juntamente con ellos, también nosotros estamos llamados a difundir entre los hombres y las mujeres de nuestro tiempo esta "buena" nueva: "Cristo, mi esperanza, ha resucitado" (Secuencia pascual).

¡Cómo querría que el anuncio pascual fortaleciera cada vez más la fe de todos los bautizados! ¡Cómo querría que la paz, don de Cristo resucitado, llegara a cada corazón humano y devolviera la esperanza a todos los oprimidos y los que sufren!

3. María, testigo silenciosa de la muerte y la resurrección de su hijo Jesús, nos ayude a creer a fondo en este misterio de salvación que, acogido con fe profunda, puede cambiar la vida; y haga que lo transmitamos con alegría a cuantos encontramos, como discípulos coherentes y valientes del Señor resucitado.

Este es mi deseo para todos. Lo encomiendo a la Virgen, a quien ahora invocamos cantando el Regina caeli.


Despues del "Regina caeli"


Hoy os invito a rezar de modo particular por los habitantes de Belén, la ciudad donde nació Jesús, la cual, en este momento, está viviendo horas difíciles y se encuentra en grave peligro. En efecto, llegan noticias tristes y preocupantes que han turbado el clima del día del Pascua, que debería ser fiesta de paz, de alegría y de vida. Con gran inquietud y dolor el Papa está cercano a esos hermanos y hermanas nuestros, como lo está también la Iglesia entera, que ora y trabaja para que acabe pronto un calvario tan doloroso.

 

 

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