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 JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Domingo 29 de junio de 2003

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Celebramos la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, a los que veneramos como "columnas" de la Iglesia.

Hoy está de fiesta, de modo especial, la diócesis de Roma, que hunde sus raíces en el testimonio de los dos grandes Apóstoles. San Pedro, elegido por Cristo como la "roca" sobre la cual construir su Iglesia, fue crucificado cerca de la colina  Vaticana, y su tumba es el centro simbólico de la fe católica. San Pablo, decapitado a las puertas de Roma, es modelo de evangelización, y sus cartas, parte  importante del Nuevo Testamento, no  dejan de atraer hacia Cristo a hombres y mujeres de todos los tiempos.

Doy las gracias de corazón a cuantos, con motivo de esta conmemoración, ofrecen oraciones especiales por el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, y a todos los que, con su ayuda, sostienen concretamente el servicio que presta al pueblo de Dios.

2. Como todos los años, esta tarde, a las 18.00, presidiré en la plaza de San Pedro la solemne celebración eucarística, durante la cual impondré a numerosos arzobispos metropolitanos el sagrado palio, signo de comunión con la Sede apostólica.

Según una tradición ya consolidada, que es motivo de gran alegría, estará presente la delegación del patriarca ecuménico, Su Santidad Bartolomé I. El intercambio de delegaciones entre Roma y Constantinopla, con ocasión de sus respectivas fiestas patronales, es mucho más que un acto de cortesía eclesial. Refleja la intención profunda y arraigada de restablecer la plena comunión entre Oriente y Occidente. Doy las gracias al patriarca Bartolomé, que ha encomendado a los ilustres miembros de su delegación la misión de representarlo.

3. El Señor haga que, también gracias a estos intercambios, avalados por una incesante oración, alcancemos cuanto antes la plena unidad de los discípulos de Cristo.

La Virgen María proteja y guíe nuestras comunidades eclesiales, para que sigan siempre la enseñanza de los Apóstoles, de quienes recibieron el primer anuncio de la fe.

 



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