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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 9 de mayo de 1979

 

La Iglesia, redil de Cristo

1. Durante los 40 días que se paran la Ascensión del Señor de la fiesta de la resurrección, la Iglesia vive el misterio pascual, meditándolo en su liturgia, donde se refleja podríamos decir, como en un prisma. La figura del Buen Pastor ocupa un lugar particular en esta contemplación litúrgica pascual. En el IV domingo de Pascua volvemos a leer la alegoría del Buen Pastor, que San Juan ha descrito en el capítulo 10 de su Evangelio.

Ya las primeras palabras de esta alegoría explican su significado pascual. Cristo dice: "Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas" (Jn 19, 11). Sabemos que estas palabras fueron confirmadas durante la pasión. Cristo dio su vida en la cruz. Y lo ha hecho con amor. Sobre todo ha deseado corresponder al amor del Padre que "tanto amó al mundo que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3, 16).
Cumpliendo "este mandato... recibido del Padre" (Jn 10, 18) y revelando su amor, también Cristo ha manifestado de modo particular el mismo amor del Padre. Lo afirma en el mismo discurso, cuando dice: "Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo" (Jn 10, 17). El sacrificio del Calvario es, sobre todo, la donación de Sí mismo, y el don de la vida que, permaneciendo en el poder del Padre, le es restituida al Hijo de una forma nueva, espléndida. Así, pues, la resurrección es el mismo don de la vida restituida al Hijo en recompensa de su sacrificio. Cristo es consciente de esto, y lo expresa también en la alegoría del Buen Pastor: "Nadie me la quita (esto es, la vida), soy yo quien la doy por Mí mismo. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla" (Jn 10, 18).

Estas palabras evidentemente se refieren a la resurrección y expresan toda la profundidad del misterio pascual.

2. Jesús es el Buen Pastor por el hecho de dar su vida al Padre de este modo: entregándola en sacrificio, la ofrece por las ovejas.

Aquí entramos en el terreno de una espléndida y fascinante semejanza, ya tan familiar a los Profetas del Antiguo Testamento. He aquí las palabras de Ezequiel:

"Por eso, así dice el Señor Yavé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas/ y las reuniré.../ Yo mismo apacentaré a mis ovejas/ y yo mismo las llevaré a la majada" (Ez 34, 11. 15; cf. Jr 23, 3-4).

Recogiendo esta imagen, Jesús reveló un aspecto del amor del Buen Pastor que el Antiguo Testamento no presentía aún: dar la vida por las ovejas.

Jesús en su enseñanza, como se sabe, se servía frecuentemente de parábolas para hacer comprensible a los hombres, generalmente sencillos y habituados a pensar mediante imágenes, la verdad divina, que El anunciaba. La imagen del pastor y del redil era familiar a la experiencia de sus oyentes, como no deja de ser familiar a la mentalidad del hombre contemporáneo. Aún cuando la civilización y la técnica hacen grandes progresos, sin embargo, esta imagen es todavía actual en nuestra realidad. Los pastores llevan las ovejas a los pastos (como, por ejemplo, en las montañas polacas, de donde provengo), y allí permanecen con ellas durante el verano. Las acompañan en los cambios de pastizales. Las guardan para que no se pierdan, y de modo particular las defienden del animal salvaje, tal como vemos en el pasaje evangélico: "el lobo arrebata y dispersa las ovejas" (Jn 10, 12).

El Buen Pastor, según las palabras de Cristo, es precisamente el que "viendo venir al lobo", no huye, sino que está dispuesto a exponer la propia vida, luchando con el ladrón, para que ninguna de las ovejas se pierda. Si no estuviese dispuesto a esto, no sería digno del nombre de Buen Pastor. Sería mercenario, pero no pastor.

Este es el discurso alegórico de Jesús. Su significado esencial está precisamente en esto, que "el buen pastor da su vida por las ovejas" (Jn 10, 11) y esto, en el contexto de los acontecimientos de la Semana Santa, significa que Jesús, muriendo en la cruz, ha dado la vida por cada hombre y por todos los hombres.

"Sólo Él podía hacerlo; sólo Él podía llevar el peso del mundo entero, el peso de un mundo culpable, la carga del pecado del hombre, la deuda acumulada en el pasado, en el presente y en el futuro; los sufrimientos que nosotros deberíamos, pero no podríamos pagar; 'en su cuerpo, sobre el madero de la cruz' (1 Pe 2, 24) 'por el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo inmaculado a Dios... para dar culto al Dios vivo' (Heb 9, 14).

"Esto fue la obra de Cristo, que dio la vida por todos: y por esto es llamado el Buen Pastor" cardenal J. H. Newman, Parochial and Plain Sermons, 16, London 1899, pág. 235).

Mediante el sacrificio pascual, todos se han convertido en su redil, porque Él ha asegurado a cada uno la vida divina y sobrenatural que, desde la caída del hombre a causa del pecado original, se había perdido. Sólo Él podía devolvérsela al hombre.

3. La alegoría del Buen Pastor y, en ella, la imagen del redil, tienen importancia fundamental para entender lo que es la Iglesia y las tareas que debe realizar en la historia del hombre. La Iglesia no sólo debe ser "redil", sino que debe realizar este misterio, que siempre se está realizando entre Cristo y el hombre: el misterio del Buen Pastor que da su vida por las ovejas. Así dice San Agustín: "¿Acaso el que primero te buscó, cuando lo despreciabas en vez de buscarlo, te despreciará, oveja, si lo buscas? Comienza, pues, a buscar a quien primero te buscó y te llevó sobre sus hombros. Haz que se realice su palabra: las ovejas que me pertenecen escuchan mi voz y me siguen" (Enarrationes in Psalmos, Sal 69, 6).

La Iglesia, que es el Pueblo de Dios, es al mismo tiempo una realidad histórica y social, en la que este misterio se renueva y se realiza continuamente y de diversos modos. Y hombres diversos tienen su parte activa en esta solicitud por la salvación del mundo, por la santificación del prójimo, que es y no cesa de ser la solicitud propia de Cristo crucificado y resucitado. Ciertamente, ésta es, por ejemplo, la solicitud de los padres en relación con sus hijos. Más aún: la solicitud de cada uno de los cristianos, sin diferencia, en relación con el prójimo, con los hermanos y hermanas, que Dios pone en su camino.

Evidentemente esta solicitud pastoral es de modo particular la vocación de los Pastores: presbíteros y obispos. Y ellos deben de modo particular fijar la mirada en la figura del Buen Pastor, meditar todas las palabras del discurso de Cristo y ajustar a ellas la propia vida.

Dejemos hablar una vez más a San Agustín: "¡Con tal que no vengan a faltar buenos pastores! Lejos de nosotros que falten, y lejos de la misericordia divina el no hacerlos surgir y constituirlos. Es cierto que allí donde hay buenas ovejas, hay también buenos pastores: en efecto, de las buenas ovejas salen los buenos pastores" (Sermones ad poputum, 1, Sermo 44, 13, 30).

4. De acuerdo con el tema evangélico sobre el Buen Pastor, la Iglesia cada año, en la propia liturgia, reconstruye la vida y la muerte de San Estanislao, obispo de Cracovia. Su memoria en el calendario litúrgico de la Iglesia universal se celebra el 11 de abril —fecha de la muerte que sufrió en 1079, a manos del Rey Boleslao Ardito—; en cambio, en Polonia, la fiesta de este principal Patrono se celebra tradicionalmente el 8 de mayo.

Han pasado ya 900 años, 9 siglos, desde el momento en que —siguiendo los textos litúrgicos— podemos repetir de él que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11). Y aún cuando esta muerte queda tan distante de nosotros en el tiempo, no cesa de tener la elocuencia de un testimonio particular.

En el curso de la historia los compatriotas se unían espiritualmente en torno a la figura de San Estanislao, sobre todo en los períodos difíciles.

El año en curso, año del gran jubileo, como primer Papa polaco, hasta hace poco todavía sucesor de San Estanislao en la sede episcopal de Cracovia, deseo participar en la solemnidad en honor del Santo Patrono de Polonia.

Junto con todos los que celebran esta solemnidad deseamos acercarnos de nuevo a Cristo Buen Pastor que "da la vida por las ovejas", para que Él sea nuestra fuerza en los siglos venideros y en las nuevas generaciones.


Saludos

(A las peregrinaciones italianas)

A pesar del poco tiempo que tenemos a disposición vosotros y yo, no puedo dejar de dirigir un saludo cordial y manifestar mi agradecimiento a los muchos grupos de tantos peregrinos procedentes de varias diócesis italianas que han venido a esta audiencia presididos por sus obispos respectivos, para vivificar la fe en Cristo resucitado y testimoniar su fidelidad al Papa.

Son los queridos fieles de las diócesis unidas de Conza, Sant'Angelo dei Lombardi, Bisaccia y Nusco; de las de Terni, Narni y Amelia; de las de Sorrento y Castellammare di Stabia; de las de Fabriano y Matélica; y de nuevo otra vez, de las diócesis de Ancona, Benevento y Acerra.

Queridísimos hijos: Que el Señor sea vuestro consuelo en las dificultades, vuestra fuerza en las fatigas diarias y vuestro premio en la vida futura. Es éste el deseo que abrigo para todos con gran amor, uniéndolo a una bendición apostólica que traiga a vuestros seres queridos y a vuestro trabajo la plenitud de los dones celestiales.

(A los jóvenes)

A los jóvenes se debe un saludo especial. Pero me pregunto: ¿quién de nosotros no es joven? [El aplauso que siguió fue tan prolongado que el Papa insinuó:] ¿Me dejáis hablar? [Y prosiguió]

Mi saludo se dirige ahora a los jóvenes; a vosotros, alumnos de enseñanza elemental y media; a vosotros, niños que habéis recibido la primera comunión y la confirmación:

Estamos en el mes de mayo dedicado a María Santísima.

La noche del 6 de diciembre de 1576, Don Bosco vio en sueños a Domingo Savio, que había muerto hacía poco. Este venia a comunicar a Don Bosco que estaba ya en el cielo, y a ofrecerle un ramo de flores que simbolizaban las virtudes practicadas durante su vida.

Don Bosco le preguntó: "Querido Domingo: Dime. Tú que has practicado estas preciosas virtudes durante toda la vida, ¿qué te consoló más en el trance de la muerte?".

Domingo pensó un momento y dijo: "Ya lo sé. Lo que mas me consoló en el trance de la muerte fue la ayuda de Maria, Madre de Jesús. Díselo a los chicos. Que no se olviden de rezarle durante la vida".

Amad, pues, a la Virgen, queridos muchachos y niños. Rezadle cada día. Maria Santísima invocada, amada e imitada por vosotros, os ayude a seguir siendo buenos y santamente felices.

(A los enfermos)

La presencia de los enfermos me es especialmente grata. Les doy las gracias a ellos y a quienes los atienden. La comunión es plena y fecunda cuando vosotros estáis en esta comunión de la audiencia general.

Queridísimos enfermos:

A pesar de las molestias y fatigas, habéis querido participar en la audiencia para estar un poco con el Papa, manifestarle vuestra devoción y amor al Vicario de Cristo, oír su palabra y recibir su bendición.

Os saludo de modo especialísimo y os agradezco de corazón vuestra presencia, vuestras oraciones y los sufrimientos ofrecidos al Señor. En los momentos de mayor dolor y soledad repetid las palabras que solía decir Santa Bernardita: "Oh Jesús, haz que te ame; ámame Tú y después ya puedes tenerme en la cruz cuanto te plazca. Virgen Santísima, quiero estar contigo al pie de la cruz".

Os conforte y acompañe mi bendición apostólica.

(A los recién casados)

Queridísimos recién casados:

En vuestro viaje de bodas habéis querido venir a Roma y participar en la audiencia del Papa. Recibid también vosotros mi bienvenida y saludo afectuoso.

¡Vuestro sueño de amor se ha hecho realidad!

Actuad de modo tal que vuestro gozo más profundo brote de un amor fiel, paciente, comprensivo, sacrificado y puro. Que la Virgen ilumine todos los días de vuestra vida y os guardo en el amor de Cristo. Con mi bendición.

(En memoria de Aldo Moro)

Pasemos a introducir en esta audiencia tan gozosa una conmemoración que nos pone tristes.

Hoy hace un año se encontró el cuerpo sin vida del Hon. Aldo Moro. Este fin trágico de la impresionante aventura provocó en Italia y en el mundo una gran conmoción y una protesta enérgica contra la violencia ciega e irracional que, con el asesinato del ilustre estadista, había humillado a la humanidad en sus exigencias fundamentales de verdad y justicia.

Elevemos hoy una oración especial por él y por los hombres de su escolta, asesinados salvaje y fríamente; y también por todos los que este año y, más concretamente, estos últimos días han caído víctimas de una brutalidad incalificable que despoja a nuestra milenaria civilización de sus valores humanos y cristianos. A los gestos de odio debemos responder todos con el mensaje de amor que nos dejó Cristo.

Que todos los ciudadanos puedan construir con su laboriosidad y honradez, en convivencia serena y civil, una sociedad donde cada uno viva con plenitud los derechos propios.

Acaso debiéramos pensar todo esto en el contexto del discurso de hoy, en el contexto del Buen Pastor, y decir a Cristo: 'Te ofrecemos estas víctimas por la paz del mundo, por el triunfo de la verdadera justicia. Por el triunfo del amor sobre el odio. Te ofrecemos estas víctimas. Hay una fuerza en este sacrificio que es muy parecida a la fuerza del sacrificio de Cristo en la cruz.

 



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