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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 10 de octubre de 1979

 

(Antes de leer la catequesis el Santo Padre comentó su viaje a Irlanda y Estados Unidos)

El significado de la soledad originaria del hombre

1. En la última reflexión del presente ciclo hemos llegado a una conclusión introductoria, sacada de las palabras del libro del Génesis sobre la creación del hombre como varón y mujer. A estas palabras, o sea, al "principio", se refirió el Señor Jesús en su conversación sobre la indisolubilidad del matrimonio (cf. Mt 19, 39; Mc 10, 112). Pero la conclusión a que hemos llegado no pone fin todavía a la serie de nuestros análisis. Efectivamente, debemos leer de nuevo las narraciones del capítulo primero y segundo del libro del Génesis en un contexto más amplio, que nos permitirá establecer una serie de significados del texto antiguo, al que se refirió Cristo. Por tanto, hoy reflexionamos sobre el significado de la soledad originaria del hombre.

2. El punto de partida de esta reflexión nos lo dan directamente las siguientes palabras del libro del Génesis:: "No es bueno que el hombre (varón) esté solo, voy a hacerle una ayuda semejante a él' (Gén 2, 18). Es Dios Yahvé quien dice estas palabras. Forman parte del segundo relato de la creación del hombre y provienen, por lo tanto, de la tradición yahvista. Como hemos recordado anteriormente, es significativo que, en cuanto al texto yahvista, el relato de la creación del hombre (varón) es un paisaje aislado (Cf. Gén 2, 7), que precede al relato de la primera mujer (Cf. Gén 2, 2122). Además es significativo que el primer hombre ('adam), creado del "polvo de la tierra", sólo después de la creación de la primera mujer es definido como varón ('is). Así, pues, cuando DiosYahvé pronuncia las palabras sobre la soledad, las refiere a la soledad del "hombre" en cuanto tal, y no sólo del varón [1].

Pero es difícil, basándose sólo en este hecho, ir demasiado lejos al sacar las conclusiones. Sin embargo, el contexto completo de esa soledad de la que nos habla el Génesis 2, 18, puede convencernos de que se trata de la soledad del "hombre" (varón y mujer), y no sólo de la soledad del hombrevarón, producida por la ausencia de la mujer. Parece, pues, basándonos en todo el contexto, que esta soledad tiene dos significados: uno, que se deriva de la naturaleza misma del hombre, es decir, de su humanidad (y esto es evidente en el relato de Gén 2), y otro, que se deriva de la relación varónmujer, y esto es evidente, en cierto modo, en base al primer significado. Un análisis detallado de la descripción parece confirmarlo.

3. El problema de la soledad se manifiesta únicamente en el contexto del segundo relato de la creación del hombre. En el primer relato no existe este problema. Allí el hombre es creado en un solo acto como "varón y mujer" ("Dios creó al hombre a imagen suya... varón y mujer los creó", Gén 1, 27). El segundo relato que, como ya hemos mencionado, habla primero de la creación del hombre y sólo después de la creación de la mujer de la "costilla" del varón, concentra nuestra atención sobre el hecho de que "el hombre está solo", y esto se presenta como un problema antropológico fundamental, anterior, en cierto sentido, al propuesto por el hecho de que este hombre sea varón y mujer. Este problema es anterior no tanto en el sentido cronológico, cuanto en el sentido existencial: es anterior "por su naturaleza". Así se revelará también el problema de la soledad del hombre desde el punto de vista de la teología del cuerpo, si llegamos a hacer un análisis profundo del segundo relato de la creación en Génesis 2.

4. La afirmación de DiosYahvé "no es bueno que el hombre esté solo", aparece no sólo en el contexto inmediato de la decisión de crear a la mujer ("voy a hacerle una ayuda semejante a él"), sino también en el contexto más amplio de motivos y circunstancias, que explican más profundamente el sentido de la soledad originaria del hombre. El texto yahvista vincula ante todo la creación del hombre con la necesidad de "trabajar la tierra" (Gén 2, 5), y esto correspondería, en el primer relato, a la vocación de someter y dominar la tierra (Cf. Gén 1, 28). Después, el segundo relato de la creación habla de poner al hombre en el "jardín en Edén", y de este modo nos introduce en el estado de su felicidad original. Hasta este momento el hombre es objeto de la acción creadora de DiosYahvé, quien al mismo tiempo, como legislador, establece las condiciones de la primera alianza con el hombre. Ya a través de esto, se subraya la subjetividad del hombre, que encuentra una expresión ulterior cuando el Señor Dios "trajo ante el hombre (varón) todos cuantos animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra, para que viese cómo las llamaría" (Gén 2, 19). Así pues, el significado primitivo de la soledad originaria del hombre está definido a base de un "test" específico, o de un examen que el hombre sostiene frente a Dios (y en cierto modo también frente a sí mismo). Mediante este "test", el hombre toma conciencia de la propia superioridad, es decir, no puede ponerse al nivel de ninguna otra especie de seres vivientes sobre la tierra.

En efecto, como dice el texto, "y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les diera" (Gén 2, 19). "Y dio el hombre nombre a todos los ganados, y a todas las aves del cielo, y a todas las bestias del campo; pero —termina el autor— entre todos ellos no había para el hombre (varón) ayuda semejante a él" (Gén 2, 1920).

5. Toda esta parte del texto es sin duda una preparación para el relato de la creación de la mujer. Sin embargo, posee un significado profundo, aún independientemente de esta creación. He aquí que el hombre creado se encuentra, desde el primer momento de su existencia, frente a Dios como en búsqueda de la propia entidad; se podría decir: en búsqueda de la definición de sí mismo. Un contemporáneo diría: en búsqueda de la propia "identidad". La constatación de que el hombre "está solo" en medio de mundo visible y, en especial, entre los seres vivientes, tiene un significado negativo en este estudio, en cuanto expresa lo que él "no es". No obstante, la constatación de no poderse identificar esencialmente con el mundo visible de los otros seres vivientes (animalia) tiene, al mismo tiempo, un aspecto positivo para este estudio primario: aún cuando esta constatación no es una definición completa, constituye, sin embargo, uno de sus elementos. Si aceptamos la tradición aristotélica en la lógica y en la antropología, sería necesario definir este elemento como "género próximo" (genus proximum) [2].

6. El texto yahvista nos permite, sin embargo, descubrir incluso elementos ulteriores en ese maravilloso pasaje, en el que el hombre se encuentra solo frente a Dios, sobre todo para expresar, a través de una primera autodefinición, el propio autoconocimiento, como manifestación primitiva y fundamental de humanidad. El autoconocimiento va a la par del conocimiento del mundo, de todas las criaturas visibles, de todos los seres vivientes a los que el hombre ha dado nombre para afirmar frente a ellos la propia diversidad. Así, pues, la conciencia revela al hombre como el que posee la facultad cognoscitiva respecto al mundo visible. Con este conocimiento que lo hace salir, en cierto modo, fuera del propio ser, al mismo tiempo el hombre se revela a sí mismo en toda su peculiaridad de su ser. No está solamente esencial y subjetivamente solo. En efecto, soledad significa también subjetividad del hombre, la cual se constituye a través del autoconocimiento. El hombre está solo porque es "diferente" del mundo visible, del mundo de los seres vivientes. Analizando el texto del libro del Génesis, somos testigos, en cierto sentido, de cómo el hombre "se distingue" frente a DiosYahvé de todo el mundo de los seres vivientes (animalia) con el primer acto de autoconciencia, y de cómo, por lo tanto, se revela a sí mismo y, a la vez, se afirma en el mundo visible como "persona". Ese proceso delineado de modo tan incisivo en el Génesis 2, 1920, proceso de búsqueda de una definición de sí, no lleva sólo a indicar —empalmando con la tradición aristotélica— el genus proximum, que en el capítulo 2 del Génesis se expresa con las palabras: "ha puesto el nombre", al que corresponde la "diferencia" específica que, según la definición de Aristóteles, es noûs, zoon noetikón. Este proceso lleva también al primer bosquejo del ser humano como persona humana con la subjetividad propia que la caracteriza.

Interrumpimos aquí el análisis del significado de la soledad originaria del hombre. Lo reanudaremos dentro de una semana.


Notas

[1] El texto hebreo llama constantemente al primer hombre ha'adam, mientras el término 'is ("varón") se introduce solamente cuando surge la confrontación con la 'issa ("mujer").

"El hombre", pues, estaba solitario sin referencia al sexo.

Pero en la traducción a algunas lenguas europeas es difícil expresar este concepto del Génesis, porque "hombre" y "varón" se definen ordinariamente, con una sola palabra: "homo", "uomo", "homme", "hombre", "man".

[2] An essential (quidditive) definition is a statement which explains the esence or nature of things.

It will be essential when we can define a thing by its proximate genus and specific differentia.

The proximate genus includes within its comprehension all the essential elements of the genera above it and therefore includes all the beings that are cognate or similar in nature to the thing that is being defined; the specific differentia, on the other hand, brings in the distinctive element which separates this thing from all others of a similar nature, by showing in what manner it is different from all others, with which it might be erroneously identified.

"Man" is defined as a "rational animal"; "animal" is his proximate genus, "rational" is his specific differentia. The proximate genus "animal" includes within its comprehension all the essential elements of the genera above it, because an animal is a "sentient, living, material substance" (...) The specific differentia "rational" is the one distinctive essential element which distinguishes "man" and every other "animal". It therefore makes him a species of him own and separates him from every other "animal" and every other genus above animal, including plants, inanimate bodies and substance.

Furthermore, since the specific differentia is the distinctive element in the essence of man, it includes all the characteristic "properties" which lie in the nature of man as man, namely, power of speech, morality, gobernment, religion, immortality, etc. realities which are absent in all other beings in the physical world". (C. N. Bittle, The Science of Correct Thinking. Logic. Milwaukee 1947, pp. 7374.

 


Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

A todos y a cada uno os saludo cota afecto y os doy mi más cordial bienvenida, en este primer encuentro después de mi viaje a Irlanda y Estados Unidos.

Hoy reflexionaremos sobre el significado de la soledad originaria del hombre, tal como la presenta el libro del Génesis: "No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda proporcionada a él" (Gén 2, 18).

Es significativo que el primer hombre creado de "arcilla", sólo después de la creación de la primera mujer sea definido como `"varón". Así, pues, cuando Yahvé-Dios pronuncia las palabras sobre, la soledad, las refiere a la soledad del "hombre" en cuanto tal, y no como varón.

El texto completo del Génesis sobre la soledad puede convencernos de que se trata de la soledad del "hombre" (varón y mujer), y no sólo de la soledad del hombre-varón, producida por la falta de la mujer. Parece deducirse, pues, por el contexto, que esta soledad tiene dos significados: uno, que deriva de la misma naturaleza del hombre, de su humanidad, y el otro, que deriva de la relación varón-mujer.

La afirmación de Yahvé-Dios "no es bueno que el hombre esté solo" aparece no solamente en el contexto inmediato de la decisión de crear a la mujer, sino también en un contexto más vasto. El hombre creado se encuentra ante Dios como a la búsqueda de la propia identidad, reconociéndose a la vez como distinto de los otros seres vivos. En este proceso, el hombre se va descubriendo como persona humana.

* * *

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Un saludo cordial a vosotros también, jóvenes que como siempre hacéis vibrar esta plaza de San Pedro con vuestra alegría exuberante.

Os agradezco esta visita y el consuelo que me proporciona el veros tan entusiastas en la manifestación de vuestra fe en Cristo y, al mismo tiempo, tan cercanos a su Vicario en la tierra.

Haciéndome eco de mis encuentros con vuestros coetáneos de Irlanda y de los Estados Unidos de América; así como de los llamamientos repetidos a la justicia, la libertad y la paz, que he dirigido con ocasión de mi reciente viaje apostólico, os exhorto sobre todo a vosotros, hijos de la nueva generación, a estar siempre en la vanguardia con la audacia que sabéis poner en todo lo grande y noble, en la defensa y promoción de esos valores inalienables, indispensables para todo cristiano que se propone seriamente ir en seguimiento de Cristo.

Os sostenga en estos afanes el ejemplo de Cristo y su ayuda confortante.

A vosotros, enfermos que lleváis en el cuerpo y en el espíritu los estigmas de Cristo (cf. Gál 6, 17), va de modo totalmente singular mi palabra de padre, llena de afecto y bendiciones.

Os agradezco vuestra preciosa presencia que ofrece a la mirada de todos nosotros un testimonio probado de fortaleza cristiana, valor y fe, virtudes éstas que os sostienen en las duras pruebas a que habéis sido misteriosamente llamados, y que al mismo tiempo hacen reflexionar a los demás sobre el significado de esta vida terrena tan frágil y efímera, y tan incomprensible sin una fuerza superior.

Por tanto, sois bienhechores de la humanidad. El Señor os premie y os conforte en vuestro dolor.

Un saludo especial va ahora a los recién casados que enseguida después de la boda han venido a recibir la bendición del Papa sobre su unión matrimonial y sobre la familia que están formando.

A la vez que os felicito y os doy la enhorabuena por este paso decisivo. que será siempre el centro de vuestra vida, os agradezco el haber venido aquí a testimoniar ante la comunidad cristiana la belleza y grandeza del sacramento instituido por Jesús para santificar el amor y hacerlo estable. Que vuestro ejemplo sea para los más jóvenes una llamada provechosa hacia los principios cristianos, los únicos que pueden; garantizar la felicidad verdadera y durable en el hogar doméstico.

Os acompañe siempre mi bendición.

* * *

(Saludo a las Superioras Mayores de Italia)

Están presentes en esta audiencia cerca de seiscientas superioras generales y provinciales participantes en la XXVII asamblea de la "Unión de Superioras Mayores de Italia" (USMI), que ha versado sobre el tema "Presencia pastoral de los religiosos en la Iglesia de hoy en Italia y su carisma específico".

Os agradezco esta presencia vuestra tan significativa que merecería una audiencia privada. Es lástima que las numerosas y apremiantes tareas de esta temporada no me lo hayan permitido.

Os exhorto, queridísimas hermanas, a meditar siempre con amor y generosidad sobre los grandes documentos referentes a vuestra vida: el capítulo sexto de la Constitución conciliar Lumen gentium, el Decreto Perfectae caritatis y la Carta apostólica Evangelica testificatio. Lo que tenía más interés en comunicaros a vosotras y a todas las religiosas, lo he manifestado recientemente en los discursos pronunciados el 1 de octubre en Maynooth, Irlanda, y el 7 de octubre en el santuario de la Inmaculada Concepción de Washington.

Ahora sólo quisiera aludir ante vosotras, superioras, a la firmeza y delicadeza necesarias en este momento. Ante todo mostraos madres sensibles y clarividentes, jamás irritadas ni amargadas por nada, sino santamente intrépidas para seguir la voz del Vicario de Cristo, de manera que ninguna religiosa se sienta hundida o marginada, aunque pueda haberse equivocado en algo.

También a vosotras repito lo que dije en Irlanda:

«Debéis ser valientes en vuestras empresas apostólicas, no dejando que las dificultades, la escasez de personal, la inseguridad del futuro puedan deteneros o deprimiros. Pero recordad siempre que el primer campo de vuestro apostolado es vuestra vida personal» (Discurso en Maynooth, 1 de octubre de 1979).

Sentid especialmente cercana y confortante mi bendición apostólica.

(A los neosacerdotes del Colegio Alemán en Roma)

Doy en esta audiencia una bienvenida muy cordial a los neosacerdotes del Pontificio Colegio Germánico-Húngaro, que vienen acompañados de sus padres, familiares y amigos.

Como a mis jóvenes colaboradores en el sacerdocio os felicito de corazón por vuestra animosa decisión de poner vuestra vida, como sacerdotes, totalmente al servicio de Cristo y de su Iglesia. "El que pueda entender, que entienda" (Mt 19, 12). Estas palabras del Señor valen hoy más que nunca para la elección de la función sacerdotal. Vuestra vocación es ante todo una gracia, un don, que ha de aceptarse, ciertamente, con alegría y disposición de sacrificio. Vosotros lo habéis hecho asistidos por la gracia de Dios. Una de vuestras tareas más importantes será ahora cuidar con celo y guardar intachablemente ese don precioso. Sólo así será verdaderamente fecunda vuestra tarea sacerdotal en las comunidades. Que vuestros padres y familiares estén cercanos a vosotros también en el futuro, y os acompañen con sus oraciones.

A vosotros, a ellos, a vuestros amigos y a todo el Colegio imparto, en unión espiritual, mi especial bendición apostólica.

(A los participantes en el diálogo entre católicos y pentecostales

Misqueridos participantes en el Diálogo Católico romano-pentecostal, bienvenidos de nuevo a Roma. Desde hace ahora siete años el esfuerzo de comprensión mutua y reconciliación ha ido avanzando, y deseo aseguraros que cuenta con mi interés más pleno y mis oraciones para ayudaros.

Si los cristianos hemos de alcanzar la unidad querida por Nuestro Señor, estamos llamados a "la búsqueda común de la verdad en el pleno sentido evangélico y cristiano" (Redemptor hominis, 6). Estáis contribuyendo a ello con vuestro trabajo de esta semana. Que Dios os sostenga en ello, y por la luz del Espíritu Santo os dé capacidad de cono­cer y experimentar su verdad, su gracia y su amor

(A los padres monfortianos)

Dirijo un saludo cordial y afectuoso a los miembros del consejo general extraordinario de la Compañía de María, más conocida con el nombre de congregación de padres monfortianos. Saludo al reverendo padre general, a sus asistentes. a los superiores provinciales y, por su medio, a todos los que se entregan a Dios y al servicio de la Iglesia según el espíritu de San Luis María Grignon de Monfort, que me es personalmente muy querido.

He hablado mucho desde hace un año. y recientemente también en este último viaje, de la vida sacerdotal y religiosa. Meditad estas ideas, queridos hijos; con sus exigencias que valen también para vosotros. Así tenéis la certeza de ser fieles a la Iglesia. Sed fieles al espíritu de vuestro fundador y a la fuente inagotable de espiritualidad que nos ha dejado al enseñarnos el significado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Según sus palabras, "abrid la puerta Jesucristo", primero en cada uno de vosotros con la vida de oración, y después en los otros con la vida misionera. Y para ello sed siempre dóciles a las lecciones interiores de la Virgen Inmaculada, a la que os encomiendo de todo corazón, con una bendición apostólica especial.

Doy la bienvenida cordial a cada uno de vosotros. Y en particular saludo a los peregrinos procedentes de Irlanda y Estados Unidos donde se me ha brindado tan inolvidable acogida estos últimos días. Pero sea cual fuere el país de donde vengáis, sois muy queridos para mi corazón.

Numerosos peregrinos representan hoy las diócesis de Clermont-Ferrand y Moulins. Sean bienvenidos. Les deseo que afiancen su sentido de Iglesia para que después estén más convencidos y sean más generosos en su vida cristiana; y los bendigo de todo corazón.

 



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