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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 23  de septiembre de 1987

 

1. Demos gracias al Señor nuestro Dios...

Hoy deseo, junto con el Episcopado y con la Iglesia que está en los Estados Unidos de América, dar gracias a Dios, nuestro Señor, por el servicio que he podido prestar durante mi segunda peregrinación a ese país. Doy gracias a Dios y doy gracias al mismo tiempo a los hombres que de diversos modos han contribuido a este especial acontecimiento. En primer lugar doy las gracias a mis hermanos en el Episcopado y a todos sus colaboradores eclesiásticos y laicos.

Una palabra especial de agradecimiento dirijo al Presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, a su esposa y a todos los representantes de las Autoridades Federales y de cada uno de los Estados, por la colaboración tan solícita y discreta. Doy las gracias a los organismos de las comunicaciones sociales y a los de la seguridad. Doy las gracias asimismo al Vicepresidente, George Bush, por sus palabras de despedida al marchar de Detroit.

2. El evento de una visita como ésta merece un análisis atento desde múltiples ángulos. En el marco de un breve discurso se pueden poner de relieve sólo los elementos principales de esta peregrinación papal por los vastos espacios de Estados Unidos. La visita anterior, realizada el año 1979, correspondió a la parte nordeste y central del país. Esta vez el camino se ha dirigido especialmente a través de las regiones del Sur y del Oeste americano. Las etapas han sido sucesivamente: Miami (Florida), Columbia (Carolina del Sur), Nueva Orleáns (Luisiana), San Antonio (Texas), Phoenix (Arizona), y luego a lo largo de la costa del Pacífico: Los Ángeles, Monterrey, San Francisco (California), para concluir finalmente en el Nordeste con la parada en Detroit (Michigan).

En todas partes el centro de la visita lo ha constituido la liturgia eucarística: la santa Misa era el encuentro principal con la Iglesia local (excepto en Columbia, donde el encuentro tuvo el carácter de oración ecuménica en común). Hay que subrayar la excelente preparación litúrgica, que se manifestó especialmente en la perfección de los cantos y en la madura participación de toda la asamblea.

3. Una mirada global al conjunto de la visita me lleva a dirigir la atención al multiforme pluralismo, que se ha hecho evidente durante este viaje. Ante todo al pluralismo étnico. La parte sudoccidental de Estados Unidos tiene vínculos especiales con el mundo hispánico. Efectivamente, de las tierras del continente latinoamericano partió la primera evangelización, que ha dejado huellas de sí hasta nuestros días en los nombres de las principales ciudades y de los centros eclesiásticos (por ejemplo, San Antonio, Los Ángeles, San Francisco, y tantos otros). Hoy dicha presencia étnica se pone de relieve con una fuerza nueva, manifestando al mismo tiempo en primer plano también elementos de la religiosidad y de la devoción características de América Latina.

La herencia francesa se manifiesta principalmente en Nueva Orleáns (y en todo el Estado de Luisana)

4. Cuando se habla de los elementos étnicos, no es posible olvidar a los habitantes originarios de América (los nativos americanos), los indios. No es tampoco posible olvidar a los negros, llevados allí en otro tiempo desde África como esclavos. Hoy constituyen un notable grupo étnico en el "mosaico" de la sociedad americana.

En el contexto de esta visita me ha sido dado reunirme separadamente con cada uno de los grupos mencionados. En la costa occidental se destacan especialmente los grupos de origen asiático. Su presencia en la Iglesia y en la liturgia es ya bien visible.

En cambio en la parte oriental dominan los descendientes de las emigraciones étnicas y entre ellos los hijos de la numerosa emigración polaca, con los cuales pude reunirme en Detroit.

5. Dentro del pluralismo étnico de Estados Unidos, se desarrolla desde hace generaciones el pluralismo confesional (religioso). La Iglesia católica constituye aproximadamente el 23 por ciento del conjunto de los americanos (más de cincuenta millones). junto a ella, el conjunto de la cristiandad en Estados Unidos está constituido por otras numerosas Iglesias y Comunidades cristianas.

El diálogo ecuménico y la colaboración son muy vivos (excepto con algunas comunidades extremistas y con las sectas). Una manifestación del Espíritu que vivifica esta colaboración fue el encuentro que tuvo lugar en Columbia y la oración en común durante la cual pronuncié una homilía dedicada a la familia cristiana.

6. Vivos son también los contactos con las religiones no cristianas que provienen de Asia (budismo e hinduismo), sobre todo en Los Ángeles y en San Francisco. Y allí tuvo lugar el encuentro con los representantes de estas religiones, así como con los del Islam y del judaísmo.

La comunidad israelita en Estados Unidos es muy numerosa y ejerce un gran influjo. Hay que recordar, como uno de los momentos más importantes de la visita, el encuentro que, de acuerdo con el programa, se desarrolló al comienzo de la peregrinación en la ciudad de Miami y que ha constituido un nuevo e importante paso en el camino del diálogo entre la Iglesia y el judaísmo, de acuerdo con el espíritu de la Declaración conciliar Nostra aetate.

7. Debo pronunciar palabras de especial reconocimiento por el modo con el que ha acogido esta visita la Iglesia que está en Estados Unidos y especialmente sus Pastores. Ella no se ha limitado sólo a un encuentro litúrgico durante la santa Misa (la cual sin embargo ha tenido siempre, como es obvio, un puesto central y solemne), sino que se ha articulado también en encuentros con carácter —se podría decir— "de trabajo", que han hecho ver cómo desarrolla su actividad la Iglesia en América en los diversos sectores de la misión que le es propia.

En primer lugar, es preciso citar aquí el encuentro con la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, que ha permitido tocar los problemas neurálgicos doctrinales y pastorales de la vida de la Iglesia en esa sociedad grande y diferenciada que es Estados Unidos.

8. Algo semejante hay que decir de los encuentros, programados y desarrollados según el mismo espíritu, con los sacerdotes y con los religiosos y las religiosas, así como con el laicado. Además, los encuentros "de trabajo" con los representantes de las estructuras educativas y de las escuelas —desde las escuelas elementales hasta las universidades—, con los representantes de las instituciones caritativas, entre las cuales se distingue la red —muy desarrollada en Estados Unidos— de los hospitales católicos: de todo el conjunto emerge una imagen de la tarea realizada y de los resultados conseguidos por el catolicismo americano en el arco de casi dos siglos de actividad de la Iglesia (dentro de cinco años, en 1992, tendrá lugar el 200 aniversario de la institución de la jerarquía católica en Estados Unidos).

Quisiera recordar además el encuentro con los jóvenes y el celebrado, en Hollywood, con el mundo de las comunicaciones sociales y del cine.

9. La visita ha tenido lugar en este año 1987, en el que Estados Unidos celebra el 200 aniversario de la proclamación de la Constitución. Esta tiene un significado fundamental no sólo para el desarrollo de la sociedad y de los Estados americanos, de la economía y de la cultura, sitio también para el desarrollo de la Iglesia en ese gran país. Uno de los principios afirmados en la Carta Constitucional es el de la libertad religiosa, gracias a la cual —en régimen de separación entre Iglesia y Estado— se ha realizado un creciente desarrollo en los diversos campos de la vida eclesiástica.

10. Este hecho ha encontrado su reflejo adecuado en el contexto de la reciente visita, la cual ha manifestado entre otras cosas un profundo vínculo del catolicismo estadounidense con la Iglesia universal, mediante la sincera comunión con su centro apostólico, constituido por la Iglesia de Roma.

El Obispo de Roma agradece a toda la sociedad americana, y en particular a la Iglesia que vive en ese continente, la cordial hospitalidad. Y al mismo tiempo le desea una fructuosa evangelización, adecuada a las necesidades de la sociedad contemporánea, que se caracteriza por elevadas conquistas en el campo de la cultura material, de la civilización, y especialmente en el campo de la organización, de la ciencia y de la técnica. Se puede decir que, en dicho contexto, la evangelización exige una "inculturación" cada vez más madura.

11. Al mismo tiempo no es posible olvidar la parábola evangélica que nos pone ante los ojos la figura del rico Epulón y de Lázaro. La Iglesia y el cristianismo en América deben tener una profunda conciencia del desafío que el mundo contemporáneo pone a través de la división en un Norte rico (los países en pleno desarrollo) y un Sur subdesarrollado (el así llamado Tercer Mundo). En el nombre del Evangelio, la Iglesia y el cristianismo han de hacerse eco constante de este desafío. Y juntas han de buscar las soluciones oportunas. La Iglesia universal, que une a los hombres y a los pueblos en la dimensión de todo el globo terrestre, desea emprender con renovado vigor este servicio.

12. Al concluir el viaje a América me ha sido dado completarlo con la visita a Fort Simpson, que a causa de las adversas condiciones atmosféricas no pude realizar hace tres años, durante mi permanencia en Canadá. He podido reunirme así con la comunidad de los indios, de los inuit y de los metis, residentes en el Norte de Canadá.

Encomiendo al Espíritu Santo esos habitantes más antiguos del continente norteamericano, los cuales han dado una importancia muy grande a esta visita. La Divina Providencia les conceda vivir conservando la plena dignidad de hijos de Dios y de ciudadanos de ese gran país con iguales derechos y deberes.


Saludos

Saludo ahora con afecto a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de América Latina. De modo especial dirijo mi saludo al grupo de sacerdotes de Ávila, que celebran el 25 aniversario de su ordenación, y al grupo de Legionarios de Cristo, que han venido a Roma para estudiar filosofía y teología. Que vuestra vida sea siempre un testimonio de entrega a Dios y de servicio a los hermanos.

Igualmente saludo a los peregrinos de la arquidiócesis de Salta (Argentina), en camino de Tierra Santa, y al grupo proveniente de Costa Rica, así como al párroco y feligreses de la parroquia Inmaculada Concepción y San Alberto Magno de Córdoba (España). A todos deseo que la visita a la tumba de San Pedro ayude a aumentar vuestro amor a la Iglesia universal.

También quiero saludar a los estudiantes de arquitectura, venidos del Paraguay, y a los universitarios de la diócesis colombiana de La Dorada-Guaduas. Que vuestra futura actividad humana y profesional esté siempre encaminada hacia el bien de vuestros semejantes.

Al agradecer a todos vuestra presencia aquí, os imparto con afecto mi bendición apostólica.



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