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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 28 de agosto de 1991

 

1. «Gaude, Mater Hungaria». La Iglesia de Hungría exulta con estas palabras en las Vísperas solemnes de la fiesta de San Esteban. También yo deseo manifestar hoy mi alegría porque me ha sido dado estar presente en tierra húngara precisamente en la solemnidad de su santo patrono, el 20 de agosto, y en los días que la precedieron. Así se ha realizado, después de tantos años, el deseo de esta visita a una nación que, desde los comienzos de su historia reciente, se ha mantenido estrechamente unida a la Sede de Pedro con un vínculo particular, cuyo signo son el bautismo y la corona real que el soberano de Hungría, san Esteban, recibió del Papa Silvestre II en el año 1000. En la corona del santo rey húngaro se han fundido, a lo largo de toda la historia del país, la identidad nacional y política, y la unión con la Iglesia. Del 16 al 20 de agosto pasado el Sucesor de Pedro pudo confirmar este vínculo, visitando la heredad de san Esteban.

2. Todo esto pone de relieve los cambios providenciales que se han producido en la sociedad y en la Iglesia. La situación anterior, que duraba desde finales de la segunda guerra mundial, había sido impuesta a los húngaros con las decisiones de Yalta, y ciertamente no dejaban entrever la posibilidad de semejante visita, aunque muchos desde luego la esperaban. El cardenal József Mindszenty es el símbolo de cuanto la Iglesia y la nación húngaras han experimentado desde 1945. El impulso de la libertad en 1956 tropezó con la entrada de las tropas de ocupación y con la consolidación de una situación política impuesta. La actividad de la Iglesia quedó, desde entonces, limitada y sometida a los programas de ateización estatal de la sociedad. En el momento en que el pueblo logró liberarse del sistema que se le había impuesto, retornando a la democracia y a los derechos civiles normales - incluido el derecho a la libertad religiosa -, se han abierto nuevas posibilidades para una actividad regular de la iglesia.

Así, pues, he tenido la oportunidad de ser acogido en el espléndido edificio del Parlamento, en Budapest, sede del Gobierno de la República. En esa ocasión agradecí la invitación al presidente de Hungría, al primer ministro y también a todos los representantes del Gobierno. Manifesté asimismo mi gratitud a las autoridades locales durante las diferentes etapas de mi visita a Pécs, Nyíregyháza, Debrecen y Szombathely.

3. Al visitar Hungría, uno se da cuenta de todo su pasado, un pasado rico de historia, que se remonta al tiempo de los romanos. Mucho antes de la llegada de los húngaros, este país se encontraba en el radio de la evangelización cristiana. Basta recordar que la llanura de la Panonia fue patria de san Martín (después del obispo de Tours) en el siglo IV. Durante el período de la dominación de la Gran Moravia llegaron allí los misioneros del grupo de los santos Cirilo y Metodio. El nombre mismo de la ciudad de Visegrad (Wyszehrad) atestigua la presencia de los habitantes eslavos en la región situada junto al Danubio. En el período en que esta región iba estructurándose como nación húngara bajo el gobierno de la familia de los Arpades (siglos X – XIII), san Gerardo y san Adalberto, obispo de Praga, desarrollaron allí una activa labor misionera.

Pero fue san Esteban, el personaje que indudablemente ejerció un influjo decisivo a lo largo de todo el milenio en la conversión de los húngaros y en su unión con la Iglesia católica. Transmitió la fe cristiana a los herederos inmediatos y lejanos de la corona, entre quienes encontramos una serie de personajes santos: san Emerico, san Esteban, san Ladislao, santa Isabel y santa Margarita. Precisamente a santa Margarita se dirigieron los jóvenes durante el encuentro que tuvo lugar la noche del 19 de agosto. Esta santa, tras la invasión de los tártaros en el siglo XIII, se convirtió en el punto de referencia espiritual del renacimiento del país. Mirándola a ella, los jóvenes quisieron destacar la tarea que se abre ante la generación contemporánea después de la destrucción espiritual y moral de los últimos decenios.

4. Esa tarea constituyó prácticamente el tema principal y frecuente de la oración en todas las fases de mi visita pastoral por tierras húngaras. Se manifestó en la liturgia eucarística, comenzando en Esztergom, primera capital y, hasta hoy, sede del primado de Hungría; se lo consideró nuevamente durante el encuentro con el mundo de la cultura y de la ciencia; en fin, se insistió en él durante la reunión con la Conferencia episcopal, con los sacerdotes diocesanos y religiosos, y también con las generaciones jóvenes (con los seminaristas y las novicias) en la iglesia de Matías. El encuentro con los enfermos hizo referencia a esa tarea, porque el sacrificio del sufrimiento, junto con la oración, contribuye a la renovación espiritual mediante una comunión singular con el misterio de la redención de Cristo.

Muchos fueron los que participaron en la asamblea eucarística y en la liturgia bizantina (en lengua húngara) en el santuario de Máriapócs. Estuvieron presentes, además católicos de rito oriental llegados de los países vecinos, de Eslovaquia, de los Cárpatos meridionales, de Ucrania y de Rumania.

5. En la vida de la Iglesia y de la sociedad húngaras tiene gran importancia el problema del ecumenismo, puesto que en el siglo XVI el 30 por ciento de la sociedad acogió el cristianismo reformado, sobre todo el calvinismo. Por esta razón, también en la visita papal revistió gran interés el encuentro en Debrecen. Esa ciudad es, de hecho, el centro histórico del calvinismo húngaro, que dio su propia contribución a la historia de la nación y de la cultura magiar, especialmente en la región oriental.

Muchas personas tomaron parte en la celebración ecuménica y en la plegaria por la unidad de los cristianos. Damos gracias al Señor por este acontecimiento: en tiempos no muy lejanos, un encuentro de esta índole habría sido imposible.

Recuerdo, además, que en el programa del mismo día, domingo 18, en Budapest se celebró el encuentro con los representantes de la comunidad judía.

6. En cada fase de mi peregrinación apostólica participaron en la liturgia peregrinos procedentes de las naciones vecinas: cardenales, obispos, sacerdotes y laicos llegados de Austria y Alemania, de Eslovaquia, de Yugoslavia, especialmente de Croacia y Eslovenia, pero también de Polonia. En particular, fue multitudinaria la presencia de esos peregrinos en la solemnidad de san Esteban y en la misa celebrada en la plaza de los Héroes: se trató de la asamblea más numerosa de toda mi visita. Quedó confirmado así el hecho de que la corona de san Esteban sigue siendo herencia viva de la nación y de la Iglesia húngara.

Abrazo con el recuerdo y la oración a todo el pueblo que vive en la patria y también a los millones de húngaros que se encuentran en el extranjero. ¡Ojalá que todos estrechen contra su corazón la herencia espiritual de san Esteban y, junto con ella, acrecienten en su espíritu el amor y la veneración hacia la Santísima Virgen: Magna Domina Hungarorum!


Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Saludo ahora con particular afecto a los peregrinos y visitantes de los distintos países de América Latina y de España.

En particular, al grupo de Religiosas “Hijas de la Virgen para la Formación Cristiana”, que acompañadas por su Madre Fundadora, por la Superiora General y por el Señor Obispo de Badajoz, han peregrinado a Roma para conmemorar en el centro de la Catolicidad el 50 Aniversario de su fundación como Instituto. Aliento a todas a una generosa entrega a Dios y a la Iglesia en fidelidad gozosa a vuestra vocación religiosa.

Saludo igualmente a los miembros del Movimiento de Espiritualidad y Apostolado “San Juan de Ávila”, al grupo de peregrinos procedentes de Venezuela y de la arquidiócesis de Yucatán (México).

A todos bendigo de corazón.



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