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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A POLONIA

SANTA MISA PARA LAS RELIGIOSAS

HOMILÍA  DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Explanada del santuario de Jasna Gora
Martes 5 de junio de 1979

 

Queridas hermanas:

1. Me alegro cordialmente por este encuentro, que la Providencia Divina nos ha deparado hoy aquí a los pies de la Señora de Jasna Góra. Habéis venido en gran número de toda Polonia para participar en la peregrinación de vuestro connacional que Cristo, en su inescrutable misericordia, ha llamado,  como en otro tiempo a Simón de Betsaida, y le ha ordenado dejar la perra natal para asumir la sucesión en la sede de los Obispos de Roma. Ya que ahora se le ha concedido la gracia de volver una vez más a estas regiones, desea hablaros con las mismas palabras con las que, más de una vez, en el pasado os ha hablado como sucesor de San Estanislao en Kraków (Cracovia). Ahora estas palabras adquieren una dimensión distinta, universal.

El tema de la "vocación religiosa" es uno de los más bellos de entre los que nos ha hablado y nos habla constantemente el Evangelio. El tema halla una encarnación peculiar en María, que dijo de Sí misma: "He aquí a la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Pienso que estas palabras han encontrado un eco profundo en la vocación y en la profesión religiosa de cada una de vosotras.

2. Al ofrecérseme hoy la oportunidad de hablaros aquí a vosotras, me vienen a la mente los capítulos espléndidos de la enseñanza de la Iglesia en el último Concilio, como también los documentos —tan numerosos— de los últimos Papas.

Permitid que, sin embargo, basándome en toda esta riqueza de enseñanza de la Iglesia, me refiera a algunas de mis modestas intervenciones. Y lo hago porque en ellas han encontrado eco mis encuentros, tan numerosos en el pasado, con los ambientes religiosos en Polonia. Los llevé conmigo a Roma como los "recursos" de mi experiencia personal. Os será pues más fácil quizá reconoceros a vosotras mismas en estas palabras, que —aunque dirigidas a ambientes nuevos—hablan de alguna manera de vosotras: de las Hermanas polacas y de las familias religiosas polacas.

3. Poco después del comienzo de mi nuevo ministerio tuve la suerte de encontrarme con casi veinte mil religiosas de toda Roma. He aquí un párrafo del discurso, que entonces les dirigí:

Vuestra «vocación es un tesoro peculiar de la Iglesia que no puede cesar de orar para que el Espíritu de Jesucristo suscite vocaciones religiosas en las almas. En efecto, para la comunidad del Pueblo de Dios y para el "mundo", éstas son un signo vivo del "siglo futuro", signo que al mismo tiempo se enraíza (también mediante vuestro hábito religioso) en la vida diaria de la Iglesia y de la sociedad, e impregna sus tejidos más delicados».

Vuestra presencia «debe ser para todos un signo visible del Evangelio. Debe ser asimismo fuente de apostolado especial. Este apostolado es tan vario y rico que hasta me resulta difícil enumerar aquí todas sus formas, sus campos, sus orientaciones. Va unido al carisma específico de cada congregación., a su espíritu apostólico que la Iglesia y la Santa Sede aprueban con alegría, viendo en él la expresión de la vitalidad del mismo Cuerpo místico de Cristo. Generalmente dicho apostolado es discreto, escondido, cercano al ser humano; y por ello encuadra más al alma femenina. sensible al prójimo y. por lo mismo, llamada a la misión de hermana y madre».

«Es precisamente ésta la vocación que se encuentra en el "corazón" mismo de vuestro ser de religiosas. Como Obispo de Roma os pido: sed madres y hermanas espiritualmente de todos los hombres de cada Iglesia que Jesús ha querido confiarme por gracia inefable suya y por su misericordia» (L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española. 19 de noviembre de 1978, pág. 9).

4. El día 24 de noviembre pasado se me ofreció la ocasión de encontrar el numeroso grupo de los superiores generales, reunidos en Roma bajo la guía del cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares. Séame permitido citar algunas frases del discurso pronunciado en esa ocasión.

«La vocación religiosa... pertenece a la plenitud espiritual que el mismo Espíritu —Espíritu de Cristo— suscita y forja en el Pueblo de Dios. Sin las Ordenes religiosas, sin la "vida consagrada", por medio de los votos de castidad, pobreza y obediencia, la Iglesia no sería en plenitud ella misma... Vuestras casas deben ser sobre todo centros de oración, de recogimiento, de diálogo —personal y comunitario— con el que es y debe ser el primer y principal interlocutor en la laboriosa sucesión de vuestras jornadas. Si sabéis alimentar este "clima" de intensa y amorosa comunión con Dios, os será posible llevar adelante. sin tensiones traumáticas o peligrosas dispersiones, la renovación de la vida y de la disciplina a que os ha comprometido el Concilio Ecuménico Vaticano II» (L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 3 de diciembre de 1978, págs. 9-10).

5. Finalmente México. El encuentro que tuvo lugar en la capital de aquel país ha quedado profundamente grabado en mi memoria y en mi corazón. No podía ser de otro modo, ya que las religiosas crean siempre en estos encuentros un clima especialmente cordial y con alegría aceptan las palabras dirigidas a ellas. He aquí pues algunas ideas también de este encuentro mexicano:

«Es la vuestra una vocación que merece la máxima estima por parte del Papa y de la Iglesia, ayer como hoy. Por eso os quiero expresar mi gozosa confianza en vosotras y alentares a no desmayar en el camino emprendido, que vale la pena proseguir con renovado espíritu y entusiasmo... ¡Cuánto podéis hacer hoy por la Iglesia y por la humanidad! Ellas esperan vuestra generosa entrega, la dedicación de vuestro corazón libre, que alargue insospechadamente sus potencialidades de amor en un mundo que está perdiendo la capacidad de altruismo, de amor sacrificado y desinteresado. Recordad. en efecto, que sois místicas esposas de Cristo y de Cristo crucificado" (L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 11 de febrero de 1979, pág. 5).

6. Y ahora permitid que mis recuerdos junto con los vuestros se dirijan una vez más en este lugar a la Señora de Jasna Góra que es fuente de viva inspiración para cada trua de vosotras. Cada una de vosotras. escuchando las palabras pronunciadas en Nazaret. repita con María: "He aquí a la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). En estas palabras está contenido en cierto modo el prototipo de toda profesión religiosa, por medio de la cual cada una de vosotras abraza, con todo su ser, el misterio de la gracia transmitida en la vocación religiosa. Cada una de vosotras, como María, escoge a Jesús, el Divino Esposo. Y realizando los votos de pobreza. de castidad y de obediencia desea vivir para El, para su amor. Por medio de estos votos cada una de vosotras desea dar testimonio de la vida eterna que Cristo nos ha traído con su cruz y resurrección.

Inestimable es, queridas hermanas, este signo vivo que constituye cada una de vosotras en medio de los hombres. Y abrazando con fe. esperanza y caridad al Divino Esposo, lo abrazaréis en las numerosas personas a las que servís: en los enfermos, ancianos, lisiados, minusválidos, de los cuales nadie, fuera de vosotras, es capaz de ocuparse, ya que para esto es necesario un sacrificio verdaderamente heroico. ¿Y dónde, además, encontraréis al mismo Cristo? En los niños, en los jóvenes del catecismo, en la pastoral junto a los sacerdotes. Lo encontraréis en el servicio más humilde, así como en tos trabajos que exigen a veces una preparación y una cultura profunda. Lo encontraréis en todas partes, como la Esposa del Cantar de los Cantares: "...hallé al amado de mi alma" (Cant 3, 4).

Que Polonia se beneficie siempre de vuestro testimonio evangélico. Que no falten los corazones generosos que lleven el amor evangélico al prójimo. Y vosotras alegraos siempre con el tesoro de vuestra vocación, incluso cuando tengáis que probar sufrimientos interiores o externos o la oscuridad.

El Papa Juan Pablo II desea pedir todo esto junto con vosotros durante este Santísimo Sacrificio.



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