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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A POLONIA

SANTA MISA

HOMILÍA  DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Explanada del aeropuerto de Nowy Targ
Viernes 8 de junio de 1979

 

1. "Desde el mar Báltico a las cimas montañosas...". A las cimas de los Tatra.

En mi peregrinación a través de Polonia, se me ofrece hoy la ocasión de acercarme precisamente a estos montes, a los Tatra, que desde siglos constituyen la frontera meridional de Polonia. Ha sido ésta la frontera más cerrada y resguardada y, al mismo tiempo, más abierta y amistosa. A través de esta frontera pasaban las vías hacia vecinos y afines. Incluso durante la última ocupación estos senderos eran los más frecuentados por los prófugos que se dirigían al sur para tratar de alcanzar después al ejército polaco, que combatía por la libertad de la patria más allá de sus fronteras.

Deseo saludar de todo corazón estos lugares, a los que he estado siempre tan íntimamente vinculado. Deseo también saludar a los que han venido aquí, ya sea desde Podhale como de todos los Precárpatos, de la archidiócesis de Kraków y de más lejos: de la diócesis de Tarnów y de Przemysl. Permitidme que me refiera al antiguo vínculo de vecindad y os salude a todos, como solía hacerlo cuando era metropolitano de Kraków.

2. Deseo hablar aquí, en este lugar de Nowy Targ, acerca de la tierra polaca, porque se revela en este sitio particularmente bella y rica de paisajes. El hombre tiene necesidad de la belleza de la naturaleza y por tanto no hay que maravillarse de que lleguen aquí hombres de varias partes de Polonia y del extranjero. Llegan tanto en verano como en invierno. Buscan el descenso. Desean encontrarse a sí mismos al contacto con la naturaleza. Desean recuperar sus energías a través del saludable ejercicio físico de la marcha, de la subida, de la escalada, del descenso con los esquís. Esta región hospitalaria es también un terreno de gran trabajo pastoral, porque aquí viene la gente no sólo para fortalecer las fuerzas físicas, sino también las espirituales.

3. Esta bella tierra es al mismo tiempo una tierra difícil. Pedregosa, montañosa. No tan fértil como la llanura del Vístula. Y por esto, séame permitido, precisamente desde esta tierra de los Precárpatos y de los Pretatras hacer referencia a lo que ha sido siempre tan querido para el corazón de los polacos: el amor por la tierra y el trabajo del campo. Nadie puede negar que esto constituya no sólo un sentimiento, un vínculo afectivo, sino también un gran problema económico-social. Las gentes de aquí conocen bien el problema, porque precisamente de estos lugares, donde había una gran falta de tierra cultivable y a veces una gran miseria, la gente emigraba lejos, fuera de Polonia, más allá del Océano, iban allá buscando trabajo y pan y lo encontraban. Deseo hoy decir a todos los esparcidos por el mundo, dondequiera que estén: "Szcezesc Boze: ¡Dios os ayude!" Que no olviden la propia patria de origen, la familia, la Iglesia, la oración y todo lo que se han llevado de aquí. Porque, a pesar de que hayan tenido que emigrar por falta de bienes materiales, sin embargo han llevado consigo de aquí, un gran patrimonio espiritual. Que pongan atención, al hacerse ricos materialmente, a no empobrecerse espiritualmente: ni ellos, ni sus hijos y nietos.

Este es el grande y fundamental derecho del hombre: derecho al trabajo y derecho a la tierra. Por más que el desarrollo de la economía nos lleve en otra dirección; por más que se valore el progreso sobre la base de la industrialización; por más que la generación actual abandone en masa el campo y el trabajo del campo, sin embargo el derecho a la tierra no deja de constituir la base de una sana economía y sociología.

 Dado que durante la visita es conveniente que yo exprese mis felicitaciones, deseo de todo corazón a mi patria que lo que ha constituido siempre la fuerza de los polacos —incluso en los períodos más arduos de la historia—, es decir, la vinculación personal con la tierra, no cese de serlo en nuestra generación industrializada. Que se tenga en consideración el trabajo del campo; que sea apreciado y estimulado. ¡Y que no falte nunca en Polonia el pan y el alimento!

4. A este deseo va unido otro. El Creador ha dado al hombre la tierra para que la "someta" y en este dominio del hombre sobre la tierra ha basado el derecho fundamental del hombre a la vida. Tal derecho está estrechamente vinculado con la vocación del hombre a la familia y a la procreación. "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer: y vendrán a ser los dos una sola carne" (Gén 2, 24). Y así como la tierra, por decreto providencial del Creador da fruto, así también esta unión de dos personas en el amor: hombre y mujer, fructifica en una nueva vida humana. De esta unidad vivificante de las personas, el Creador ha hecho el primer sacramento, y el Redentor ha confirmado este sacramento perenne del amor y de la vida, dándole una nueva dignidad e imprimiéndole el sello de su santidad. El derecho del hombre a la vida va unido, por voluntad del Creador y en virtud de la cruz de Cristo, al sacramento indisoluble del matrimonio.

Deseo, pues, amadísimos connacionales, con ocasión de esta mi visita, que este derecho sacro no cese de plasmar la vida en tierra polaca: aquí en los Pretatra, en los Precárpatos, y en todas partes. Se dice justamente que la familia es la célula fundamental de la vida social. Es la comunidad humana fundamental. Cual es la familia, tal es la nación, porque tal es el hombre. Deseo pues que seáis fuertes gracias a familias profundamente radicadas en la fortaleza de Dios, y deseo que el hombre pueda desarrollarse plenamente sobre la base del vínculo indisoluble de esposos-padres, dentro del clima familiar que nada puede sustituir. Deseo también y rezo siempre por ello, que la familia polaca engendre la vida y sea fiel al derecho sacro a la vida. Si se rompe el derecho del hombre a la vida en el momento en que comienza a ser concebido dentro del seno materno, se ataca indirectamente todo el orden moral que sirve para asegurar los bienes inviolables del hombre. La vida ocupa entre estos el primer puesto. La Iglesia defiende el derecho a la vida, no sólo en consideración a la majestad del Creador que es el primer Dador de esta vida, sino también por respeto al bien esencial del hombre.

5. Deseo dirigirme también a los jóvenes que aman de modo especial estos lugares y que buscan aquí no solamente reposo físico, sino también espiritual. «Reposar —escribió en un tiempo Norwid— significa "concebir de nuevo"» (juego de palabras polacas) El reposo espiritual del hombre, como justamente perciben tantos grupos de jóvenes, debe conducir a encontrar y elaborar dentro de sí la "nueva creatura" de que habla San Pablo. A esto lleva el camino de la Palabra de Dios leída y celebrada con fe y con amor, la participación en los sacramentos y sobre todo en la Eucaristía. A esto lleve la vía de la comprensión y de la realización de la comunidad, esto es, de la comunión con los hombres que nace de la comunión eucarística, y también la comprensión y la realización del servicio evangélico, es decir, de la "diaconía". Amadísimos míos, no desistáis de ese noble esfuerzo que os permite convertiros en testimonios de Cristo. Testigo, en el lenguaje bíblico, significa mártir ("martyr").

Os confío a la Inmaculada, a la que el beato Maximiliano Kolbe confiaba continuamente todo el mundo.

Confío a todos a la Madre de Cristo que en estas cercanías reina como Madre en su santuario de Ludmierz, y también en aquel que surge en el corazón de los Tatra en Rusinowa Polana (¡cuánto le gustaba este lugar al Siervo de Dios fray Alberto; cuánto lo admiraba y amaba siendo ermitaño en Kalatowki!), y en tantos otros santuarios levantados al pie de los Cárpatos, en las diócesis de Tarnów, de Przemysl... al Este y al Oeste. En toda la tierra polaca.

El patrimonio de la fe de Cristo y del orden moral sean custodiados por San Estanislao, obispo y mártir, Patrono de los polacos, testimonio de Cristo desde hace tantos siglos en nuestra tierra patria.



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