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MISA CRISMAL

HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Jueves Santo 4 de abril de 1985

1. “El Espíritu del Señor está sobre mi, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres” (Is 61, 1). Son palabras del Profeta Isaías referidas a Moisés. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque El me ha ungido. Me ha mandado para dar la Buena Noticia” (Lc 4, 18). Estas palabras escritas en el libro de Isaías las leyó Jesús el día en que comenzó su misión mesiánica en Nazaret. La Iglesia retorna hoy a aquel día - hoy, Jueves Santo - para destacar que la misión mesiánica de Jesucristo llega ahora precisamente a su cenit. “Hoy”, precisamente hoy, se van a hacer realidad hasta el fondo las palabras de Isaías Profeta.

2. La liturgia de la mañana del Jueves Santo se llama “Missa chrismatis” (Misa crismal), pues está en conexión con la consagración de los santos óleos: óleo del santo crisma, de los catecúmenos y de los enfermos. De este modo nos recuerda la Iglesia la “unción” mediante el Espíritu Santo, de la que nos ha hecho participar Jesús de Nazaret: Cristo, es decir, el Mesías.

El crisma, el óleo y la unción nos hablan de la penetración en el hombre de la potencia divina que concede el Espíritu Santo. Dicha potencia, con su abundante plenitud, ha sido dada a Cristo para toda la humanidad: para la Iglesia. Para la humanidad a través de la Iglesia.

Esta potencia está vinculada, en definitiva, a la marcha de Cristo mediante la cruz, por medio de su Sacrificio. Hoy precisamente, al recordar su discurso de despedida en el Cenáculo, oímos estas palabras: “Si no me fuere, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me fuere, os lo enviaré” (Jn 16, 7).

Hoy, precisamente es el día de la “marcha” de Cristo. Su “marcha” significa la “venida” del Consolador del Espíritu de Verditd y del Amor. Al “marcharse” Jesús de Nazaret confiere a los Apóstoles la eterna “unción” por el Espíritu Santo con la que ha sido enviado al mundo como Mesías: como Cristo. “Pero si me fuere, os lo enviaré”.

Con la celebración de la liturgia de la mañana del Jueves Santo, la Iglesia: se prepara a recibir dicha “unción” por el Espíritu Santo; se prepara a recibir la potencia que le ha sido donada en la “marcha” de Cristo: en el misterio de la Pascua salvífica.

En esta “unción”, en esta potencia mesiánica tiene su participación apropiada todo el Pueblo de Dios, como enseña la Constitución Lumen gentium que dice: “Los bautizados, en efecto, son consagrados por la regeneración y por la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo para que, por medio de toda obra del hombre cristiano, ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el poder de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz (cf. 1 Pe 2, 4-10)” (n. 10).

En esta “unción”, en este poder mesiánico tenemos participación apropiada y singular todos los que, por la imposición de las manos apostólicas, nos hemos convertido en sacerdotes de la Iglesia, siervos de Cristo y administradores de los misterios de Dios. ¡Nosotros, queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio!

Nosotros, de manera especial, participamos en la liturgia del crisma. Al concelebrar, confesamos nuestra fe en este sacerdocio, cuya plenitud se halla sólo en Jesucristo. Al concelebrar demostramos que El es el único, El es el solo sacerdote para siempre: sacerdote de la Nueva y Antigua Alianza; y cada uno de nosotros comparte con humildad este sacerdocio suyo.

El Jueves Santo es el día del nacimiento de nuestro sacerdocio en Cristo. Al igual que el día del nuevo nacimiento de nuestra humanidad en Cristo es aquel en que recibimos el sacramento del bautismo, así también el día del nacimiento de nuestro sacerdocio en Cristo es el del sacramento que fue instituido en la última Cena junto con la Eucaristía.

4. Renovamos con frecuencia las promesas del bautismo. Hoy deseamos renovar los compromisos vinculados al sacramento del sacerdocio recibido por cada uno de nosotros mediante la gracia de Dios. Desearnos que Cristo, que “se marchó” a través de la Pascua salvífica, “venga” continuamente a nosotros en el Espíritu Santo: que “venga” con su poder mesiánico y nos encuentre vigilantes. Que se cumplan en nosotros las palabras de Isaías: “Les daré su salario fielmente / y haré con ellos un pacto perfecto ... / Los que los vean reconocerán / que son la estirpe que bendijo el Señor” (Is 61, 8-9). Esto nos lo deseamos mutuamente el Jueves Santo.



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