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VIAJE APOSTÓLICO A ESPAÑA

ADORACIÓN EUCARÍSTICA EN LA CATEDRAL DE SEVILLA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Sábado 12 de junio de 1993

 

Adoremus in aeternum Sanctissimum Sacramentum!

Unidos a los ángeles y a los santos de la Iglesia celestial, adoremos al Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Postrados, adoremos tan grande Misterio, que encierra la nueva y definitiva Alianza de Dios con los hombres en Cristo.

Queridos hermanos obispos,
sacerdotes, religiosos y religiosas,
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Es para mí motivo de particular gozo postrarme con vosotros ante Jesús Sacramentado, en un acto de humilde y fervorosa adoración, de alabanza al Dios misericordioso, de acción de gracias al Dador de todo bien, de súplica a Quien está “siempre vivo para interceder por nosotros” (cf. Hb 7, 25). “Permaneced en Mí y Yo en vosotros” (Jn 15, 4) acabamos de escuchar en la lectura evangélica sobre la alegoría de la vid y los sarmientos: ¡Qué bien se entiende esa página desde el misterio de la presencia viva y vivificante de Cristo en la Eucaristía!

Cristo es la vid, plantada en la viña elegida, que es el Pueblo de Dios, la Iglesia. Por el misterio del Pan eucarístico el Señor puede decirnos a cada uno: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en Mí y Yo en él” (Jn 6, 56). Su vida pasa a nosotros como la savia vivificante de la vid pasa a los sarmientos para que estén vivos y produzcan frutos. Sin verdadera unión con Cristo –en quien creemos y de quien nos alimentamos– no puede haber vida sobrenatural en nosotros ni frutos fecundos.

2. La Adoración permanente de Jesús Sacramentado ha sido como un hilo conductor de todos los actos de este Congreso Eucarístico Internacional. Expreso, por ello, mi felicitación y mi agradecimiento a quienes, con tanta solicitud pastoral y empeño apostólico, han llevado la responsabilidad del Congreso. Efectivamente, la Adoración permanente –tenida en tantas iglesias de la ciudad, en varias de ellas incluso durante la noche– ha sido un rasgo enriquecedor y característico de este Congreso. Ojalá esta forma de adoración, que se clausurará con una solemne vigilia eucarística esta noche, continúe también en el futuro, a fin de que en todas las Parroquias y comunidades cristianas se instaure de modo habitual alguna forma de adoración a la Santísima Eucaristía.

Aquí en Sevilla es obligado recordar a quien fue sacerdote de esta Archidiócesis, arcipreste de Huelva, y más tarde Obispo de Málaga y de Palencia sucesivamente: Don Manuel González, el Obispo de los sagrarios abandonados. Él se esforzó en recordar a todos la presencia de Jesús en los sagrarios, a la que a veces tan insuficientemente correspondemos. Con su palabra y con su ejemplo no cesaba de repetir que en el sagrario de cada iglesia poseemos un faro de luz, en contacto con el cual nuestras vidas pueden iluminarse y transformarse.

3. Sí, amados hermanos y hermanas, es importante que vivamos y enseñemos a vivir el misterio total de la Eucaristía: Sacramento del Sacrificio del Banquete y de la Presencia permanente de Jesucristo Salvador. Y sabéis bien que las varias formas de culto a la Santísima Eucaristía son prolongación y, a su vez, preparación del Sacrificio y de la Comunión. Será necesario insistir nuevamente en las profundas motivaciones teológicas y espirituales del culto al Santísimo Sacramento fuera de la celebración de la Misa? Es verdad que la reserva del Sacramento se hizo, desde el principio, para poderlo llevar en Comunión a los enfermos y ausentes de la celebración. Pero, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1379).

4. “Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Son palabras de Cristo Resucitado antes de subir al cielo el día de su Ascensión. Jesucristo es verdaderamente el Emmanuel, Dios–con–nosotros, desde su Encarnación hasta el fin de los tiempos. Y lo es de modo especialmente intenso y cercano en el misterio de su presencia permanente en la Eucaristía. ¡Qué fuerza, qué consuelo, qué firme esperanza produce la contemplación del misterio eucarístico! ¡Es Dios con nosotros que nos hace partícipes de su vida y nos lanza al mundo para evangelizarlo, para santificarlo!

Eucaristía y Evangelización ha sido el tema del XLV Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla. Sobre ello habéis reflexionado intensamente en estos días y durante su larga preparación. La Eucaristía es verdaderamente “fuente y culmen de toda evangelización” (Presbyterorum ordinis, n. 5); es horizonte y meta de toda la proclamación del Evangelio de Cristo. Hacia ella somos encaminados siempre por la palabra de la Verdad, por la proclamación del mensaje de salvación. Por lo tanto, toda celebración litúrgica de la Eucaristía, vivida según el espíritu y las normas de la Iglesia, tiene una gran fuerza evangelizadora. En efecto, la celebración eucarística desarrolla una esencial y eficaz pedagogía del misterio cristiano: la comunidad creyente es convocada y reunida como familia y Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo; es alimentada en la doble mesa de la Palabra y del Banquete sacrificial eucarístico; es enviada como instrumento de salvación en medio del mundo. Todo ello para alabanza y acción de gracias al Padre.

Pedid conmigo a Jesucristo, el Señor, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación, que, después de este Congreso Eucarístico, toda la Iglesia salga fortalecida para la nueva evangelización que el mundo entero necesita: nueva, también por la referencia explícita y profunda a la Eucaristía, como centro y raíz de la vida cristiana, como siembra y exigencia de fraternidad, de justicia, de servicio a todos los hombres, empezando por los más necesitados en su cuerpo y en su espíritu. Evangelización para la Eucaristía, en la Eucaristía y desde la Eucaristía: son tres aspectos inseparables de cómo la Iglesia vive el misterio de Cristo y cumple su misión de comunicarlo a todos los hombres.

5. Quiera Dios que de la intimidad con Cristo Eucaristía surjan muchas vocaciones de apóstoles, de misioneros, para llevar este evangelio de salvación hasta los confines del mundo. Estando aún recientes las conmemoraciones del V Centenario de la Evangelización de América, pido a los sacerdotes y religiosos españoles que –según las necesidades y circunstancias de los momentos actuales– estén dispuestos, como en otras épocas, a servir fraternalmente a las Iglesias hermanas de Latinoamérica en el empeño urgente de evangelización, a tenor del espíritu y las reflexiones de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada el pasado mes de octubre en Santo Domingo. Hoy toda la Iglesia está reclamando un nuevo talante misionero, un vibrante espíritu de evangelización “nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones”.

6. “Se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad” (Jn 4, 23), había dicho Jesús a la samaritana junto al pozo de Sicar. La adoración de la Eucaristía “ es la contemplación y reconocimiento de la presencia real de Cristo, en las sagradas especies, fuera de la celebración de la Misa... Es un verdadero encuentro dialogal por el que... nos abrimos a la experiencia de Dios... Es igualmente un gesto de solidaridad con las necesidades y los necesitados del mundo entero” (“Documento-base” Eucharistici coetus ab omnibus nationibus, 25). Y esta adoración eucarística, por su propia dinámica espiritual, debe llevar al servicio de amor y de justicia para con los hermanos.

Ante la presencia real y misteriosa de Cristo en la Eucaristía –presencia “ velada ”, pues no se ve sino con los ojos de la fe– entendemos con nueva luz la palabra del Apóstol Juan, que tanto sabía del amor de Cristo: “Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4, 20). Por ello, se ha querido que este Congreso tenga una clara proyección evangelizadora y testimonial, que se haga presente en todos los ámbitos de la vida y de la sociedad. Tengo la firme esperanza de que el afán evangelizador suscitará en los cristianos una sincera coherencia entre fe y vida, y llevará a un mayor compromiso de justicia y caridad, a la promoción de unas relaciones más equitativas entre los hombres y entre los pueblos. De este Congreso debe nacer –especialmente para la Iglesia en España– un fortalecimiento de la vida cristiana, sobre la base de una renovada educación en la fe. ¡Qué importante es, en medio del actual ambiente social progresivamente secularizado, promover la renovación de la celebración eucarística dominical y de la vivencia cristiana del domingo! La conmemoración de la Resurrección del Señor y la celebración de la Eucaristía deben llenar de contenido religioso, verdaderamente humanizador, el domingo. El descanso laboral dominical, el cuidado de la familia, el cultivo de los valores espirituales, la participación en la vida de la comunidad cristiana, contribuirán a hacer un mundo mejor, más rico en valores morales, más solidario y menos consumista.

7. Quiera el Señor, Luz de los pueblos –que estos días está sembrando a manos llenas la semilla de la Verdad en tantos corazones– multiplicar con su fecundidad divina los frutos de este Congreso. Y uno de ellos, quizá el más importante, será el resurgir de vocaciones. Pidamos al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies (cf. Mt 9, 38): hacen falta muchas vocaciones sacerdotales y religiosas. Y cada uno de nosotros, con su palabra y con su ejemplo de entrega generosa, debe convertirse en un “apóstol de apóstoles”, en un promotor de vocaciones. Desde la Eucaristía Cristo llama hoy insistentemente a muchos jóvenes: “Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres” (Ibíd., 4, 19): sed vosotras y vosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas, los portavoces, gozosos y convincentes, de esa llamada del Señor.

Que la Virgen María, que en Sevilla y en esta Santa Iglesia Catedral es honrada con la advocación de Nuestra Señora de los Reyes, nos impulse y guíe al encuentro con su Hijo en el misterio eucarístico. Ella, que fue la verdadera Arca de la Nueva Alianza, Sagrario vivo del Dios Encarnado, nos enseñe a tratar con pureza, humildad y devoción ferviente a Jesucristo, su Hijo, presente en el Tabernáculo. Ella, que es la “ Estrella de la Evangelización ”, nos sostenga en nuestra peregrinación de fe para llevar la Luz de Cristo a todos los hombres, a todos los pueblos.

Así sea.

 



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