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SANTA MISA PARA LOS UNIVERSITARIOS ROMANOS
COMO PREPARACIÓN PARA LA NAVIDAD

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

 Martes 14 de diciembre de 1999

 

1. "Vendrá el Señor; (...) aquel día brillará una gran luz" (Antífona; cf. Zc 14, 5. 7).

Estas palabras de la liturgia nos recuerdan el típico clima espiritual del Adviento, en el que se sitúa nuestra celebración, como preparación para las fiestas navideñas.

Amadísimos jóvenes estudiantes, os acojo a todos con gran afecto. Saludo y doy las gracias al profesor Giuseppe D'Ascenzo, que con nobles palabras ha interpretado vuestros sentimientos comunes, y al doctor Antonio Cicchetti, que ha ilustrado el camino ya recorrido y el programado con vistas al encuentro jubilar. También saludo con deferencia al señor ministro, a los rectores, a los profesores y al personal no docente, y les agradezco su presencia en este encuentro con la comunidad académica de Roma y de Italia, que comenzó hace veinte años. Asimismo, me alegra saludar a las delegaciones de las capellanías de algunos ateneos europeos, hermanados con las romanas.

2. Este año el Adviento no sólo nos prepara para la Navidad, sino también para el gran jubileo del año 2000. En la noche de Navidad se abrirá, en esta basílica de San Pedro, la Puerta santa. Se trata de un acontecimiento de gran significado simbólico:  representa la apertura de un paso universal, como punto de convergencia al que todos los hombres y todos los pueblos están invitados a dirigirse, para entrar en el amor, en la justicia y en la paz del reino de Dios. Este "paso universal es Cristo, Redentor del hombre, centro del cosmos y de la historia" (Redemptor hominis, 1).

El rito de la apertura de la Puerta santa tendrá lugar en todas las diócesis del mundo. El valor del jubileo es eminentemente espiritual; y, sin embargo, está estrechamente relacionado con la historia y la presencia concreta de la Iglesia en el mundo. También el jubileo vive de la admirable unidad entre lo divino y lo humano, lo celestial y lo terreno, lo histórico y lo trascendente, que caracteriza a toda realidad eclesial.

3. El tema jubilar elegido para el mundo universitario, "La universidad para un nuevo humanismo", es muy sugestivo. Invita a desarrollar e incrementar el rico patrimonio científico de la humanidad, según un proyecto que ponga en su centro al hombre.

El acontecimiento de la Encarnación abre la inteligencia de la fe al conocimiento del amor de Dios al hombre y a la comprensión del sentido de la vida y de la historia. Al fijar su mirada en el misterio del Verbo encarnado, como invita a hacer el gran jubileo ya inminente, el hombre se reencuentra a sí mismo (cf. Gaudium et spes, 22). De modo particular, el investigador y el estudiante creyentes comprenden que todo aspecto de un auténtico humanismo está estrechamente vinculado al misterio de Cristo (cf. Redemptor hominis, 10).

Servir al hombre es la tarea que, en el umbral del tercer milenio, se os confía de modo especial a vosotros, que actuáis en la universidad. Amadísimos estudiantes y profesores, os esperan importantes citas durante el año jubilar. Pienso en la Jornada mundial de la juventud, en la que participará un gran número de universitarios, y agradezco a los rectores de los ateneos romanos la sensibilidad con que han favorecido los proyectos de acogida de los jóvenes y la hermandad entre los ateneos. Pienso, asimismo, en el Encuentro mundial de profesores, que tendrá lugar en septiembre, y animo a cuantos están preparando este encuentro a perseverar en su plausible empeño.

4. La perspectiva universal de esos encuentros jubilares se armoniza bien con un tema bíblico que acaba de sugerir la primera lectura, es decir, la "peregrinación de los pueblos". Se trata de un tema muy apreciado especialmente por los profetas de Israel, que denuncian la infidelidad del pueblo elegido y anuncian el nacimiento de un pueblo nuevo, formado por todos los que, procedentes de toda nación y toda raza, se convertirán al Señor y a su justicia. Este tema subraya la exigencia prioritaria de la conversión y alerta frente al peligro de "creerse justos", que con gran claridad pone de relieve a su vez el pasaje evangélico de hoy.

En efecto, la fe exige como requisito esencial la conversión, es decir, el arrepentimiento sincero y el íntimo deseo de cambiar en el corazón, con la ayuda de Dios. Es un movimiento interior desde sí mismos hasta Dios, que permite volver a encontrarse a sí mismos de modo nuevo y auténtico. El punto de partida es la toma de conciencia de la propia pobreza, de la propia necesidad de salvación. Impiden o frenan la conversión el orgullo, la presunción y la confianza en sí mismos, que se traducen en prepotencia, mentira e iniquidad.

El pecador arrepentido "adelanta" al que se cree justo y piensa que no necesita convertirse (cf. Mt 21, 31). Así, el jubileo es para todos, pero beneficia sólo a quienes se arrepienten y emprenden, con la gracia del Señor, un auténtico camino de conversión.

5. Durante el tiempo de Adviento se renueva la peregrinación de los pueblos hacia el Dios de Israel, que en Jesucristo se hizo hombre y vino a habitar en medio de nosotros. Pero este año adquiere una intensidad particular. La Iglesia se ha preparado para entrar en el año 2000 con cinco "Sínodos continentales", es decir, cinco Asambleas especiales del Sínodo de los obispos, respectivamente para África, América, Asia, Oceanía y Europa. A cada asamblea sigue un documento de análisis y orientaciones para la evangelización.

¿Cuál es el significado de esos Sínodos y esos documentos? Podemos decir que, por medio de ellos, la Iglesia universal quiere mostrar el camino que va realizando en todas las partes del mundo, siguiendo las huellas de Cristo. El pueblo de Dios, que vive en todos los continentes, habla de sí mismo, de cómo sigue a Cristo en su peregrinación con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo.

Así pues, estos acontecimientos sinodales expresan un gran movimiento. Como si de todos los lugares del mundo se pusieran en camino los hombres de diversas naciones, lenguas, razas y culturas, llamados por la voz de los ángeles que anuncian la buena nueva:  "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres, que ama" (Lc 2, 14). También nosotros estamos invitados a recorrer este camino salvífico hacia Cristo, que nació hace dos mil años en la cueva de Belén y que, durante este Año jubilar, se hace presente de modo particular en medio de nosotros, para que podamos participar todos en la filiación divina.

6. Queridos hermanos, vuestra condición de personas que trabajan y estudian en la universidad os ayuda a tomar parte, con vuestra competencia y vuestra sensibilidad específicas, en esta peregrinación universal hacia Cristo, verdad del hombre y de la historia. Amad el estudio, el conocimiento que se ensancha y se profundiza mediante la investigación y se enriquece mediante la confrontación, manifestando el esplendor de la verdad. Amad la vida y respetadla siempre, especialmente cuando es más frágil e indefensa.

María, Sede de la sabiduría, os ayude a ser fieles a Dios y fieles al hombre. Nos encaminamos hacia la Navidad, ya inminente. Miramos ya cercano el umbral del año 2000, que dentro de poco cruzaremos. Hacia ese umbral miran de manera especial los jóvenes, porque a ellos pertenece el siglo que viene, el milenio que viene. Os deseo que entréis con valentía en este tiempo que nos espera. Os deseo que entréis en este tiempo con la fuerza de Cristo para el futuro de la humanidad.

¡Alabado sea Jesucristo!

 



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