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SANTA MISA CON ORDENACIONES PRESBITERALES
XXXVII JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Domingo del Buen Pastor, 14 de mayo de 2000

 

1. "Yo soy el buen pastor" (Jn 10, 11. 14).
Estas palabras de Cristo resuenan hoy en toda la Iglesia. Él, el Señor, es el Pastor que da la vida por su grey. En él se cumple la promesa que el Dios de Israel hizo por boca de los profetas: "Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él" (Ez 34, 11).

En este domingo, que se suele llamar domingo "del Buen Pastor", la Iglesia celebra la Jornada mundial de oración por las vocaciones. Y me alegra ordenar, precisamente en este día, a veintiséis nuevos presbíteros de la diócesis de Roma. Son los presbíteros del año 2000, elegidos para anunciar el Evangelio en nuestra diócesis. A vosotros, queridos candidatos, os dirijo mi saludo más cordial, que extiendo a vuestros familiares, educadores y amigos, que os acompañan en este inolvidable momento de vuestra existencia.

2. "El buen pastor da la vida por las ovejas" (Jn 10, 11). Cristo apacienta al pueblo de Dios con la fuerza de su amor, entregándose a sí mismo como sacrificio. Cumple su misión de pastor convirtiéndose en Cordero inmolado. Sacerdos et hostia. Pero nadie lo obliga: él mismo entrega su vida, con absoluta libertad, para recuperarla de nuevo (cf. Jn 10, 17), y vencer así, "por nosotros", donde nosotros estábamos condenados a la derrota. "Agnus redemit oves".

Él es "la piedra que, desechada por los arquitectos, se ha convertido ahora en piedra angular" (cf. Sal 117, 22; Hch 4, 11). Esta es la obra admirable de Dios, que exaltó a su Hijo confiriéndole "el nombre que está por encima de todo otro nombre": el único en el que podemos salvarnos (cf. Hch 4, 12).

En el nombre de Jesucristo, buen pastor, vosotros, queridos diáconos, hoy sois consagrados presbíteros.

3. "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal 117, 1. 29).

Amadísimos ordenandos, llegáis a ser sacerdotes durante el gran jubileo, en el "año de misericordia del Señor" (Is 61, 2). La gracia inagotable del sacramento os transformará interiormente para que vuestra vida, unida para siempre a la de Cristo sacerdote, se convierta en un cántico al amor de Dios: "Misericordias Domini in aeternum cantabo" (Sal 88, 2).

El misterio del amor divino, creador y redentor, que se reveló en la encarnación del Verbo y se cumplió en su sacrificio pascual, es tan grande que colma de modo sobreabundante todos vuestros días y todos los momentos de vuestro ministerio. Sacad incesantemente de este misterio, sobre todo en la celebración de la santa misa, la energía espiritual para cumplir fielmente vuestra misión. A través de vuestras manos el buen Pastor seguirá entregando sacramentalmente su vida por la salvación del mundo, atrayendo a todos hacia sí e invitándolos a acoger el abrazo del único Padre.

Sed siempre conscientes de este don y dad gracias por él a la Providencia, que hoy os lo concede.

Dentro de poco, la Iglesia os dirigirá a cada uno estas palabras: "Date cuenta de lo que harás, imita lo que celebrarás y conforma tu vida al misterio de la cruz de Cristo Señor" (Rito). ¡Conformad vuestra vida al misterio de la cruz de Cristo!

Es Cristo quien salva y santifica, y vosotros participaréis directamente en su obra en la medida de la intensidad de vuestra unión con él. Si permanecéis en él, daréis mucho fruto; por el contrario, sin él no podréis hacer nada (cf. Jn 15, 5). Él os ha elegido, y hoy os "constituye", para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca (cf. Jn 15, 16).

4. Queridos diáconos, pertenecéis a la diócesis de Roma, y habéis realizado vuestra formación en los seminarios de esta Iglesia: el Seminario romano mayor, el Almo Colegio Capránica, el "Redemptoris Mater" y el de los Oblatos del Amor Divino. Deseo dar las gracias a cuantos os han acompañado y guiado por el camino que os ha traído hasta aquí. Pienso en vuestros padres y en los sacerdotes que, con su ejemplo y su consejo, os han ayudado en vuestra elección vocacional

Pienso en los responsables de vuestra preparación teológica, espiritual y pastoral; en los superiores de los seminarios romanos, a quienes animo de corazón a proseguir con generoso empeño su servicio, para que la Iglesia de Roma se enriquezca con numerosos presbíteros bien formados. La alegría de ver que sois sacerdotes siempre fieles a vuestra misión será para todos la mayor recompensa.

Ojalá que vuestro ejemplo aliente también a otros jóvenes a seguir a Cristo con igual disponibilidad. Por eso, oremos en esta Jornada dedicada a las vocaciones, para que el "Dueño de la mies" siga llamando obreros al servicio de su Reino, porque "la mies es mucha" (Mt 9, 37).

5. Queridos ordenandos, por vuestra vocación vela María santísima, modelo de toda llamada de especial consagración en la Iglesia. En este momento, Cristo os encomienda nuevamente a ella, repitiendo a cada uno de vosotros las palabras que, desde la cruz, dirigió al apóstol san Juan: "Ahí tienes a tu madre" (Jn 19, 27).

Os encomiendo a vosotros y vuestro ministerio a la Salus populi romani. Ella sabrá guiaros, día a día, para que seáis uno con el buen Pastor, especialmente en la celebración diaria de la Eucaristía.

Y tú, "buen Pastor, verdadero Pan, aliméntanos y defiéndenos" para prestar un servicio cada vez más generoso a tu Iglesia, que trabaja en el mundo para la salvación de la humanidad. Amén.

 



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