Index   Back Top Print

[ DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PT ]

MISA DE CANONIZACIÓN

HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Domingo 1 de octubre de 2000

 

1. "Tu palabra, Señor, es la verdad; conságranos en tu amor" (Aleluya; cf. Jn 17, 17). Esta invocación, eco de la súplica que Cristo dirigió al Padre después de la última Cena, la eleva a Dios la multitud de santos y beatos que el Espíritu de Dios, de generación en generación, va suscitando en su Iglesia.

A dos mil años del comienzo de la Redención, hoy hacemos nuestras esas palabras, mientras tenemos ante nosotros, como modelos de santidad, a Agustín Zhao Rong y sus 119 compañeros, mártires en China, a María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, a Catalina María Drexel y a Josefina Bakhita. Dios Padre los "consagró en su amor", acogiendo la súplica de su Hijo, quien, para adquirirle un pueblo santo, extendió los brazos en la cruz y, muriendo, destruyó la muerte y proclamó la resurrección (cf. Plegaria eucarística II, Prefacio).

A todos vosotros, queridos hermanos y hermanas que habéis venido aquí en gran número para expresar vuestra devoción a estos luminosos testigos del Evangelio, os dirijo mi cordial saludo.

2. "Los mandatos del Señor alegran el corazón" (Salmo responsorial). Estas palabras del Salmo responsorial reflejan muy bien la experiencia de Agustín Zhao Rong y sus 119 compañeros, mártires en China. Los testimonios que nos han llegado permiten vislumbrar en ellos un estado de ánimo caracterizado por una serenidad y una alegría profundas.

La Iglesia hoy da gracias a su Señor, que la bendice y la inunda de luz con el resplandor de la santidad de estos hijos e hijas de China. El Año santo es el momento más oportuno para hacer que resplandezca su heroico testimonio. La jovencita Ana Wang, de 14 años, resiste a las amenazas de su verdugo, que la invita a apostatar, y, disponiéndose a la decapitación, con el rostro radiante, declara:  "La puerta del cielo está abierta a todos", y susurra tres veces "Jesús". El joven Chi Zhuzi, de 18 años, grita impávido a quienes le acaban de cortar el brazo derecho y se preparan para desollarlo vivo:  "Cada pedazo de mi carne y cada gota de mi sangre os repetirán que soy cristiano".

Igual convicción y alegría testimoniaron los otros 85 chinos, hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que, con la entrega de su vida, sellaron su fidelidad indefectible a Cristo y a la Iglesia. Esto sucedió en el arco de varios siglos y en épocas complejas y difíciles de la historia de China. Esta celebración no es el momento oportuno para formular juicios sobre aquellos períodos históricos:  podrá y deberá hacerse en otra circunstancia. Hoy, con esta solemne proclamación de santidad, la Iglesia quiere solamente reconocer que aquellos mártires son un ejemplo de valentía y coherencia para todos nosotros y honran al noble pueblo chino.

En esta multitud de mártires brillan también 33 misioneros y misioneras, que dejaron su tierra y trataron de introducirse en la realidad china, asumiendo con amor sus características, con el deseo de anunciar a Cristo y servir a ese pueblo. Sus tumbas están allá, como un signo de su pertenencia definitiva a China, que ellos, aun con sus límites humanos, amaron sinceramente, gastando por ella sus energías. "Nunca hemos hecho mal a nadie -responde el obispo Francisco Fogolla al gobernador que se dispone a herirlo con su espada-. Al contrario, hemos hecho el bien a muchos". Dios envía felicidad.

3. Tanto la primera lectura como el evangelio de la liturgia de hoy nos hacen ver que el Espíritu sopla donde quiere, y que Dios, en todos los tiempos, elige personas para manifestar su amor a los hombres y suscita instituciones llamadas a ser instrumentos privilegiados de su acción. Así sucede con santa María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, fundadora de las Siervas de Jesús de la Caridad.

En la vida de la nueva santa, primera vasca en ser canonizada, se manifiesta de modo singular la acción del Espíritu. Este la guió al servicio de los enfermos y la preparó para ser madre de una nueva familia religiosa.

Santa María Josefa vivió su vocación como apóstol auténtico en el campo de la salud, pues su estilo asistencial buscaba conjugar la atención material con la espiritual, procurando por todos los medios la salvación de las almas. A pesar de estar enferma los últimos doce años de su vida, no ahorró esfuerzos ni sufrimientos, y se entregó sin límites al servicio caritativo del enfermo en un clima de espíritu contemplativo, recordando que "la asistencia no consiste sólo en dar las medicinas y los alimentos al enfermo; hay otra clase de asistencia..., y es la del corazón, procurando acomodarse a la persona que sufre".

Que el ejemplo y la intercesión de santa María Josefa del Corazón de Jesús ayuden al pueblo vasco a desterrar para siempre la violencia, y Euskadi sea una tierra bendita y un lugar de pacífica y fraterna convivencia, donde siempre se respeten los derechos de todas las personas y nunca más se derrame sangre inocente.

4. "¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final!" (St 5, 3).

En la segunda lectura de la liturgia de hoy, el apóstol Santiago reprende a los ricos que confían en su riqueza y tratan injustamente a los pobres. La madre Catalina Drexel nació en el seno de una familia acomodada, en Filadelfia, Estados Unidos. Pero aprendió de sus padres que los bienes de familia no eran exclusivamente para ellos, sino que debían ser compartidos con los menos favorecidos. En su juventud se sintió profundamente conmovida por las condiciones de pobreza y desesperación que padecían muchos americanos nativos y afroamericanos. Comenzó a dedicar sus bienes a la obra misionera y educativa entre los miembros más pobres de la sociedad. Luego comprendió que era necesario algo más. Con gran valentía y confianza en la gracia de Dios, optó por entregar no sólo sus bienes, sino también toda su vida al Señor.

A su comunidad religiosa, las Religiosas del Santísimo Sacramento, enseñó una espiritualidad basada en la unión con el Señor Eucarístico por la oración y el servicio solícito a los pobres y a las víctimas de la discriminación racial. Su apostolado contribuyó a aumentar la conciencia de la necesidad de combatir todas las formas de racismo a través de la educación y los servicios sociales. Catalina Drexel es un excelente ejemplo de la caridad práctica y de la solidaridad generosa con los menos favorecidos, que han sido el signo distintivo de los católicos norteamericanos.

Ojalá que su ejemplo ayude especialmente a los jóvenes a reconocer que no pueden encontrar mayor tesoro en este mundo que seguir a Cristo con corazón indiviso y emplear generosamente los dones que hemos recibido al servicio de los demás y de la construcción de un mundo más justo y fraterno.

5. "La ley del Señor es perfecta (...) e instruye al ignorante" (Sal 19, 8).

Estas palabras del Salmo responsorial de hoy resuenan con fuerza en la vida de la religiosa Josefina Bakhita. Secuestrada y vendida como esclava a la tierna edad de siete años, sufrió mucho en manos de amos crueles. Pero llegó a comprender la profunda verdad de que Dios, y no el hombre, es el verdadero Señor de todo ser humano, de toda vida humana. Esta experiencia se transformó en una fuente de gran sabiduría para esta humilde hija de África.

En el mundo actual un elevado número de mujeres siguen siendo víctimas, incluso en las sociedades modernas más desarrolladas. En santa Josefina Bakhita encontramos una abogada brillante de la auténtica emancipación. La historia de su vida no inspira una aceptación pasiva, sino más bien una firme decisión de trabajar efectivamente por librar a niñas y mujeres de la opresión y la violencia, y devolverles su dignidad en el ejercicio pleno de sus derechos.

Mi pensamiento se dirige al país de la nueva santa, que, durante los pasados diecisiete años, se ha visto desgarrado por una guerra cruel, para la que se vislumbra una pequeña señal de solución. En nombre de la humanidad que sufre, exhorto una vez más a los responsables:  abrid vuestro corazón al clamor de millones de víctimas inocentes y seguid el camino de la negociación. Insto a la comunidad internacional a no seguir ignorando esta inmensa tragedia humana. Invito a toda la Iglesia a invocar la intercesión de santa Bakhita sobre todos nuestros hermanos y hermanas perseguidos y esclavizados, especialmente en África y en su tierra natal, Sudán, para que experimenten la reconciliación y la paz.

Por último, dirijo unas palabras de afectuoso saludo a las Hijas de la Caridad Canosianas, que hoy se alegran por la elevación de su hermana a la gloria de los altares. Que el ejemplo de santa Josefina Bakhita inspire en ellas un renovado estímulo y una entrega generosa al servicio de Dios y del prójimo.

6. Amadísimos hermanos y hermanas, impulsados por el tiempo de gracia jubilar, renovemos nuestra disponibilidad a dejarnos purificar y santificar profundamente por el Espíritu. A seguir este itinerario nos invita también la santa cuya memoria celebramos hoy:  Teresa del Niño Jesús. A ella, patrona de las misiones, y a los nuevos santos, encomendamos hoy la misión de la Iglesia al comienzo del tercer milenio.

Que María, Reina de todos los santos, sostenga el camino de los cristianos y de cuantos son dóciles al Espíritu de Dios, para que en todo el mundo se difunda la luz de Cristo Salvador.

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana