Index   Back Top Print

[ DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PT  - SK ]

VIAJE APOSTÓLICO
DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A ESLOVAQUIA


CEREMONIA DE BEATIFICACIÓN EN BRATISLAVA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Domingo 14 de septiembre de 2003

 

1. O crux, ave spes unica! ¡Salve, oh cruz, nuestra única esperanza!

En la celebración de esta liturgia dominical, queridos hermanos y hermanas, se nos invita a mirar a la cruz, el "lugar privilegiado" en el que se nos revela y manifiesta el amor de Dios. Miraron la cruz con fe inquebrantable el obispo Basilio Hopko y sor Zdenka Schelingová, a quienes hoy he tenido la alegría de inscribir en el catálogo de los beatos.

En la cruz se encuentran la miseria del hombre y la misericordia de Dios. Adorar esta misericordia ilimitada es para el hombre el único modo de abrirse al misterio que la cruz revela.

La cruz está plantada en la tierra y parece hundir sus raíces en la malicia humana, pero se proyecta hacia lo alto, como un índice que apunta al cielo, un índice que señala la bondad de Dios. Por la cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha quedado derrotada la muerte, se nos ha transmitido la vida, se nos ha devuelto la esperanza y nos ha sido comunicada la luz. O crux, ave spes unica!

2. En nombre del Señor crucificado y resucitado, os saludo con afecto a todos los que os halláis reunidos aquí, en la explanada de Petrzalka:  te saludo a ti, querido hermano Ján Sokol, pastor de esta Iglesia de Bratislava-Trnava que hoy me acoge con júbilo; saludo a tus auxiliares y a todos los obispos de Eslovaquia, en particular al venerado cardenal Ján Chryzostom Korec. Me uno con alegría a la común acción de gracias por el décimo aniversario de la constitución de vuestra Conferencia episcopal.

Saludo a los señores cardenales y a los obispos que han venido de los países vecinos, junto con numerosos grupos de fieles. Vuestra presencia fraterna manifiesta de modo elocuente el vínculo de comunión que une a las diversas Iglesias locales.

Saludo al señor presidente de la República y a las demás autoridades civiles y militares. Doy las gracias a todos por haber colaborado generosamente en la preparación de mi viaje apostólico en todos los aspectos.

Por último, con gran afecto, te saludo a ti, amado pueblo eslovaco, aquí presente o que me escuchas a través de la radio y la televisión. Doy gracias a Dios porque has sabido conservar, incluso en momentos difíciles, tu fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Y te exhorto:  ¡no te avergüences jamás del Evangelio! (cf. Rm 1, 16). Consérvalo en tu corazón como el tesoro más valioso del que puedes sacar luz y fuerza en la peregrinación diaria de la vida.

3. "Como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna" (Jn 3, 14-15), dice Jesús. ¿Qué vemos, por tanto, cuando dirigimos la mirada a la cruz donde fue clavado Jesús? (cf. Jn 19, 37).

Contemplamos el signo del amor infinito de Dios a la humanidad.

O crux, ave spes unica! San Pablo habla de ella en la carta a los Filipenses, que acabamos de escuchar. Cristo Jesús no sólo se hizo hombre, semejante en todo a los hombres, sino que también tomó la condición de siervo, y se rebajó ulteriormente, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (cf. Flp 2, 6-8).

Sí, "tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único" (Jn 3, 16). Admiramos, asombrados y agradecidos, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, que supera todo conocimiento (cf. Ef 3, 18-19). O crux, ave spes unica!

4. Ciertamente, la meditación de este misterio grande y admirable sostuvo al beato obispo Basilio Hopko y a la beata sor Zdenka Schelingová al elegir la vida consagrada y, particularmente, en los sufrimientos soportados durante su terrible período de encarcelamiento.

Ambos resplandecen ante nosotros como ejemplos luminosos de fidelidad en tiempos de dura y cruel persecución religiosa:  el obispo Basilio no renegó jamás de su adhesión a la Iglesia católica y al Papa; sor Zdenka no dudó en poner en peligro su vida para ayudar a los ministros de Dios.
Ambos afrontaron un proceso injusto y una condena inicua, las torturas, la humillación, la soledad y la muerte. Así, la cruz se convirtió para ellos en el camino que los condujo a la vida, fuente de fortaleza y esperanza, prueba de amor a Dios y al hombre. O crux, ave spes unica!

5. En el jardín del Edén, al pie del árbol estaba una mujer, Eva (cf. Gn 3). Seducida por el maligno, se apropia de lo que cree que es la vida divina. En cambio, es un germen de muerte que se introduce en ella (cf. St 1, 15; Rm 6, 23).

En el Calvario, al pie del árbol de la cruz, estaba otra mujer, María (cf. Jn 19, 25-27). Dócil al proyecto de Dios, participa íntimamente en la ofrenda que el Hijo hace de sí al Padre para la vida del mundo, y, cuando Jesús le encomienda al apóstol san Juan, se convierte en madre de todos los hombres.

Es la Virgen de los Dolores, que mañana recordaremos en la liturgia y que vosotros veneráis con tierna devoción como vuestra patrona. A ella le encomiendo el presente y el futuro de la Iglesia y de la nación eslovaca, para que crezcan bajo la cruz de Cristo y sepan descubrir siempre y acoger su mensaje de amor y de salvación.

¡Por el misterio de tu cruz y de tu resurrección, sálvanos, oh Señor! Amén.

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana