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SANTA MISA CRISMAL

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Jueves santo, 8 de abril de 2004

 

1. "Pontífice de la alianza nueva y eterna". Así se nos presenta Jesús, de modo singular, en esta santa misa Crismal, que manifiesta el profundo vínculo que existe entre la Eucaristía y el sacerdocio ministerial. Cristo es el sumo sacerdote de la nueva alianza, que anunció ya el profeta del exilio babilónico (cf. Is 61, 1-3). En él se cumple la antigua profecía, como él mismo proclama en la sinagoga de Nazaret, precisamente al iniciar su vida pública (cf. Lc 4, 21). El Mesías prometido, el "Ungido del Señor", llevará a cabo en la cruz la liberación definitiva de los hombres de la antigua esclavitud del maligno. Y, resucitando al tercer día, inaugurará la vida que ya no conoce la muerte.
 
2. "Hoy se cumple esta Escritura" (Lc 4, 21). El "hoy" evangélico se renueva, de manera singular, en esta misa Crismal, que constituye un auténtico preludio del Triduo pascual. Si la misa in cena Domini subraya el misterio de la Eucaristía y la entrega del mandamiento nuevo del amor, la que estamos celebrando, llamada misa Crismal, destaca el don del sacerdocio ministerial.

En la Carta a los sacerdotes que, precisamente con ocasión del Jueves santo, les he dirigido, he querido reafirmar esa íntima unidad que existe entre Eucaristía y sacerdocio. La Eucaristía y el sacerdocio son "dos sacramentos que nacieron juntos y que están indisolublemente unidos hasta el fin del mundo" (n. 3).

3. Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, os saludo a todos con afecto y os agradezco vuestra numerosa presencia y vuestra devota participación. Dentro de poco renovaremos las promesas sacerdotales, dando gracias a Dios por el don de nuestro sacerdocio. Al mismo tiempo, renovaremos el firme propósito de ser imagen cada vez más fiel de Cristo, sumo sacerdote. Él, buen Pastor, nos llama a seguir su ejemplo y a ofrecer día tras día la vida por la salvación de la grey que ha encomendado a nuestra solicitud.

¿Cómo no volver, con el pensamiento colmado de emoción, al entusiasmo del primer "sí", que pronunciamos el día de la ordenación sacerdotal? "¡Presente!", respondimos a Cristo, que nos llamaba a trabajar por su reino. "¡Presente!", debemos repetir cada día, conscientes de que hemos sido enviados a servir, con un título especial, in persona Christi, a la comunidad de los salvados.

Es realmente extraordinario el "don y misterio" que hemos recibido. La experiencia diaria nos enseña que es necesario conservarlo, gracias a una indefectible adhesión a Cristo, alimentada con una oración constante. El pueblo cristiano quiere vernos, ante todo, como "hombres de oración". Quienes se encuentren con nosotros deben poder experimentar, tanto en nuestras palabras como en nuestra conducta, el amor fiel y misericordioso de Dios.

4. Queridos hermanos y hermanas, para esta misa Crismal el pueblo cristiano se reúne, en cada diócesis, en torno a su obispo y a todo el presbiterio. Se trata de una celebración solemne y significativa, durante la cual se bendicen el santo crisma y los óleos de los enfermos y de los catecúmenos. Este rito invita a contemplar a Cristo, que asumió nuestra fragilidad humana y la hizo instrumento de salvación universal. A imagen suya, todos los creyentes, llenos de la unción del Espíritu Santo, son "consagrados" para convertirse en sacrificio agradable a Dios.

La Virgen María, Madre de Cristo sumo sacerdote, que cooperó íntimamente en la obra de la redención, nos ayude a los sacerdotes a reproducir de forma cada vez más fiel, en nuestra existencia y en nuestro servicio eclesial, la imagen de su hijo Jesús. Que ella ayude a todos los cristianos a tomar cada vez mayor conciencia de la vocación a la que ha llamado a cada uno, para que la Iglesia, alimentada con la Palabra y santificada por los sacramentos, siga cumpliendo con plenitud su misión en el mundo.

 



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