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HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA MISA DE INAUGURACIÓN DEL CURSO
EN LAS UNIVERSIDADES ECLESIÁSTICAS DE ROMA


Viernes 22 de octubre de 2004

 

1. Me alegra acoger también este año, en la basílica vaticana, a la vasta y multiforme comunidad de las universidades eclesiásticas romanas, que reanudan su camino académico. Saludo con gratitud al cardenal Zenon Grocholewski, que celebra la santa Eucaristía; saludo a los demás prelados presentes, a los oficiales de la Congregación para la educación católica, a los rectores, a los profesores y a los alumnos de los ateneos y de los demás institutos y facultades pontificias. A todos y a cada uno doy mi más cordial bienvenida.

2. "Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados" (Ef 4, 4). Estas palabras, que san Pablo dirigió a los Efesios, se dirigen esta tarde a la comunidad académica eclesiástica de Roma, única en el mundo por su número y por la variedad de sus miembros. En efecto, las universidades eclesiásticas romanas contribuyen a manifestar, a su manera, la unidad y la universalidad de la Iglesia. Unidad multiforme que se funda en una misma "vocación", es decir, en la llamada común al seguimiento de Cristo. Os invito especialmente a vosotros, queridos estudiantes, a hacer que la formación de estos años os ayude siempre a "comportaros de manera cada vez más digna de la vocación" cristiana (cf. Ef 4, 1); os exhorto a poner vuestros talentos al servicio de la Iglesia con toda humildad y disponibilidad.

3. El salmo responsorial (cf. Sal 23) acaba de evocar una "generación" que "busca el rostro de Dios". Pienso en vosotros, queridos profesores y amados estudiantes, unidos por el deseo común de conocer a Dios y de penetrar en su misterio de salvación, revelado plenamente en Cristo. El salmista advierte que para subir al monte del Señor se requieren "manos inocentes y puro corazón" (Sal 23, 4), y añade que quien quiera conocer la verdad debe esforzarse por practicarla al hablar y al obrar (cf. Sal 23). "Esta es la generación que busca a Dios": sed así, queridos hermanos. Sed hombres y mujeres comprometidos a unir la fe y la vida, en el plano cognoscitivo y antes aún en el plano existencial.

4. En la Eucaristía encontramos una clave de lectura sintética de lo que la palabra de Dios nos dice en la liturgia de hoy. Por una parte, la Eucaristía es el principio de la unidad en la caridad, de la comunión en la multiplicidad de los dones. Por otra, es el mysterium fidei, que contiene en sí la invitación a pasar de la superficie a la realidad profunda que está bajo las apariencias. Mediante la Eucaristía, el Espíritu Santo ilumina la mirada de nuestro corazón, dándonos la posibilidad de comprender los signos de los tiempos nuevos (cf. Aleluya; Ef 1, 17; Lc 21, 29-31). El misterio eucarístico es escuela en la que el cristiano se forma en el "intellectus fidei", ejercitándose en conocer adorando y en creer contemplando. En él, al mismo tiempo, madura su personalidad cristiana, para ser capaz de testimoniar la verdad en la caridad.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, este año académico coincide con el Año de la Eucaristía. Siguiendo el ejemplo de santo Tomás de Aquino y de todos los doctores de la Iglesia, esforzaos por encontrar en el Sacramento del altar renovada luz de sabiduría y constante fuerza de vida evangélica. Que a la Eucaristía, fuente inagotable de salvación, os acompañe y os guíe cada día María, "Mujer eucarística" y Virgen de la escucha obediente.

 



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