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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN EL ANIVERSARIO DEL XLV CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL DE SEVILLA

 

A Monseñor Carlos Amigo Vallejo,
Arzobispo de Sevilla

 

Venerable hermano en el episcopado,
queridos sacerdotes, religiosos y religiosas,
amadísimos hermanos y hermanas:

¡Cristo, Luz de los Pueblos!

1. Lleno de gozo y esperanza deseo unirme espiritualmente a todos vosotros, con motivo de la solemne conmemoración del Primer Aniversario del XLV Congreso Eucarístico Internacional, que el Señor me concedió la gracia de poder clausurar en Sevilla, antigua e ilustre sede de san Leandro y de san Isidoro.

Desde Roma, sede del Apóstol Pedro y centro de la catolicidad, envío un saludo entrañable al Pastor, clero y fieles de la archidiócesis hispalense, que se precia de su arraigada devoción a Jesús Sacramentado y a su Madre Santísima. Con palabras de san Pablo, os deseo “que la gracia y la paz sea con vosotros de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo” (Ga 1, 3).

Vienen a mi memoria las intensas jornadas de fe y amor, que tuve el gozo de vivir en la capital andaluza, rodeado del afecto y plegarias de tantos hijos e hijas de la Iglesia, que se dieron cita en la Statio Orbis para testimoniar su fe en el misterio eucarístico. Cristo, Luz de los Pueblos, congregó en la unidad a Pastores y fieles de todo pueblo y nación (cf. Ap 5, 9) para celebrar una vez más el misterio de la Eucaristía: Sacramento del Sacrificio, del Banquete y de la Presencia permanente de Jesucristo Salvador.

2. Me complace saber que la archidiócesis hispalense ha preparado con diversos actos el Primer Aniversario de aquel importante evento, que representó una honda experiencia eclesial y eucarística, y que enriqueció espiritualmente a todo el pueblo cristiano, y de modo especial a la Iglesia de Sevilla y de España entera. Hoy, fiesta litúrgica del Corpus Christi, celebráis una solemne Eucaristía en la catedral, la Magna Hispalensis, bajo cuyas bóvedas majestuosas tuve el gozo de postrarme en adoración ante Jesús Sacramentado, como primer acto de mi visita pastoral del año pasado. El Papa quiere hacerse presente espiritualmente entre vosotros y os exhorta a “no recibir en vano la gracia de Dios” (2Co 6, 1), a hacer fecundas las bendiciones que el Señor derramó durante el Congreso Eucarístico Internacional, sabiendo que “el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús” (Flp 1, 6).

3. En esta circunstancia deseo, ante todo, reiteraros la llamada que en mi visita pastoral os hice a dar un vigoroso impulso a las tareas de la nueva evangelización, el gran reto de la Iglesia de hoy. Se trata de evangelizar para la Eucaristía, en la Eucaristía y desde la Eucaristía, pues la proclamación de la Palabra de Dios y su anuncio a todos los pueblos tiene su centro y culmen en el sacrificio redentor de Cristo (cf Presbyterorum ordinis, 5). Quiero también reiteraros mi invitación a hacer de la adoración al Santísimo Sacramento fuera de la Santa Misa una práctica habitual en todas las comunidades cristianas, según el espíritu y normas litúrgicas de la Iglesia. Este culto prolonga y prepara de la mejor forma el encuentro con Cristo en el Sacrificio y Banquete eucarísticos, y es expresión del amor y adoración de toda la comunidad cristiana a su Señor. De ese encuentro con Cristo en el Sagrario nacerán vocaciones sacerdotales, religiosas, misioneras, que lleven la luz del Evangelio hasta los confines del mundo; en ese crisol del “Amor de los amores” se forjará el temple apostólico de los laicos cristianos, testigos de Cristo en medio de las realidades temporales; en la intimidad del tabernáculo recibirán nuevo vigor los valores que han de reinar en los hogares para hacer de la familia lugar de encuentro con Dios, centro de irradiación de la fe, escuela de vida cristiana. En el Pan bajado del cielo, podrá hallar la familia el sostén que la mantenga unida ante los peligros del presente y la preserve como baluarte de la vida frente a la cultura de la muerte.

4. Un aspecto y dimensión especialmente importante del XLV Congreso Eucarístico Internacional fue subrayar las exigencias que en el orden social nacen de la Eucaristía. En efecto, el “mandamiento nuevo” del amor fraterno resuena con una fuerza particular desde el misterio eucarístico. Los fieles cristianos están llamados a construir un “ mundo nuevo ”, transformando con la caridad y los valores evangélicos las estructuras sociales que ignoran o contradicen la verdad de Dios y del hombre. Por eso, Evangelizar desde la Eucaristía conlleva el compromiso de poner en práctica la doctrina social de la Iglesia, mediante la promoción de la justicia, sobre todo en favor de los hermanos más necesitados. Los pobres, los enfermos, los ancianos desasistidos, los presos, los disminuidos físicos y psíquicos, los esclavizados por la droga, los marginados por el paro, los jóvenes sin horizontes de esperanza, son otros tantos modos de presencia interpeladora del mismo Cristo que adoramos en la Eucaristía.

5. Queridísimos hijos de la Iglesia de Sevilla: me gozo en el Señor con vosotros al celebrar este aniversario y me uno espiritualmente en vuestra acción de gracias a Dios por los frutos del Congreso. En el recuerdo entrañable de mi estancia entre vosotros, deseo reiterar mi agradecimiento a cuantos contribuyeron a hacer posible aquella espléndida celebración; que el Señor premie con los dones de su gracia la generosidad y el amor derrochados en la preparación y realización de aquella obra tan grata a Dios.

Pido a la Santísima Virgen, Nuestra Señora de los Reyes, que con tanto amor veneráis en esa Santa Iglesia Catedral, que sea portadora ante su Divino Hijo de vuestra acción de gracias, e interceda ante el Señor para que la semilla divina de la Palabra y de la Eucaristía, sembrada en la primavera luminosa de Sevilla, hace ahora un año, produzca abundantes frutos de virtudes y vida cristiana.

Que os aliente y conforte mi afectuosa Bendición Apostólica.

Vaticano, 5 de junio de 1994, Solemnidad del “Corpus Christi”.

 

JOANNES PAULUS PP. II

 



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