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CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CARDENAL ROSALIO JOSÉ CASTILLO LARA

 

Al venerado hermano
señor cardenal
ROSALIO JOSÉ CASTILLO LARA

Hace algunos años usted me había manifestado, de palabra y por escrito, el deseo de irse de Roma y volver a Venezuela al cumplir los 75 años, tanto para aplicar puntualmente las disposiciones relativas a la renuncia de las funciones de guía de los dicasterios de la Curia romana, como para poder dedicarse al ministerio pastoral en la tierra donde nació.

Durante los días pasados, una vez cumplidos los 75 años, ha renovado su petición de poder dejar la función de presidente de la Comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, a fin de volver a su amada tierra venezolana. Conociendo bien los nobles y sinceros sentimientos con los que ha presentado dicha petición, la he acogido, a pesar del profundo aprecio que siento por el trabajo que estaba realizando con gran dedicación y competencia.

Ahora que se va del Vaticano, quisiera expresarle mi profundo agradecimiento por el empeño y el amor que ha puesto en la realización de las diversas y difíciles tareas que se le han encomendado en el servicio a la Santa Sede.

Recordando los años de su larga y laboriosa vida religiosa y de su ministerio pastoral, doy gracias con usted al Señor por el gran bien que ha hecho a la Sede apostólica y a la Iglesia.

Habiéndolo llamado a Roma hace veintidós años mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, usted ha podido poner a disposición su notable competencia jurídica, primero en el trabajo de preparación del nuevo Código de derecho canónico; luego, como presidente del Consejo pontificio para la interpretación de los textos legislativos; y, por último, como presidente de la Administración del patrimonio de la Sede apostólica y de la Comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, y como miembro de varios dicasterios de la Curia romana.

Que la conciencia de haber dedicado generosamente, sin reservas, sus energías sacerdotales en los campos que se le han confiado, así como la colaboración que usted, señor cardenal, seguirá prestando a la Santa Sede como miembro del Colegio cardenalicio, colmen su corazón de profunda alegría. El Señor bendiga con abundantes frutos los años que quiera concederle y que usted desea dedicar al ministerio pastoral entre la gente de su amada tierra y, en particular, entre los jóvenes, según el carisma de san Juan Bosco.

A la vez que lo encomiendo a la maternal protección de la santísima Virgen María Auxiliadora, me complace impartirle con afecto a usted, y a las personas cercanas a usted, una bendición especial.

Vaticano, 24 de noviembre de 1997

JUAN PABLO II



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