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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON MOTIVO DEL III CENTENARIO
DE LA MUERTE DEL PAPA INOCENCIO XII
 

 

Al venerado hermano
Mons. MARIO PACIELLO
Obispo de Altamura-Gravina-Acquaviva delle Fonti

1. Me alegra transmitirle la expresión de mi cercanía y mis mejores deseos a usted, venerado hermano, y a toda la comunidad diocesana de Altamura-Gravina-Acquaviva delle Fonti, que se dispone a conmemorar con alegría y gratitud, mediante oportunas iniciativas culturales y pastorales, la persona y la obra del Papa Inocencio XII, hijo ilustre de esa noble tierra, en el tercer centenario de su muerte.

Este significativo aniversario constituye una ocasión muy oportuna para destacar la fuerte personalidad espiritual, humana y eclesial de este venerado predecesor  mío, cuya  obra al servicio de la Iglesia y de la sociedad del siglo XVII se distinguió siempre por su solidez de principios, su valentía en las reformas, su sensibilidad hacia los sectores sociales más débiles y su prudencia pastoral. Estas cualidades caracterizaron los numerosos e importantes cargos que fue llamado a desempeñar al servicio del pueblo de Dios, primero como vicelegado pontificio, nuncio ante diversos Gobiernos y miembro de la Curia romana; después, como pastor sabio y clarividente en varias diócesis italianas, particularmente como arzobispo de Nápoles, donde  sobresalió  por  su celo en el ministerio y por su caridad para con los pobres. Precisamente mientras guiaba la archidiócesis partenopea fue elegido para ocupar la cátedra de Pedro, que gobernó durante el último decenio del siglo XVII, cuyo culmen fue la celebración del Año santo 1700.

2. Al recordar su largo e intenso servicio apostólico, se puede afirmar que toda la historia humana y espiritual de este apreciado Pontífice resulta hoy sorprendentemente actual. El redescubrimiento y la profundización de la doctrina, de la espiritualidad y del compromiso reformador del Papa Inocencio XII pueden constituir un fuerte estímulo para la obra de la nueva evangelización, a la que está llamada también esa diócesis, que se honra en contarlo entre sus hijos más ilustres.

Al mismo tiempo que le expreso a usted, venerado hermano, y a la comunidad diocesana de Altamura-Gravina-Acquaviva delle Fonti mi aprecio por el empeño con que se dispone a celebrar este importante centenario, invito a todos a aprovechar este acontecimiento para llevar a cabo una renovada acción pastoral con vistas a un testimonio evangélico más eficaz, que responda a los desafíos pastorales de nuestro tiempo.

Las celebraciones en honor del Papa Inocencio XII se enmarcan en el ámbito del gran jubileo del año 2000, durante el cual toda la comunidad cristiana está comprometida en un profundo camino de renovación espiritual, reconciliación y solidaridad. Como subrayé en la carta apostólica Tertio millennio adveniente, los "jubileos personales o comunitarios tienen un papel importante y significativo en la vida de los individuos y de las comunidades" (n. 15). Por eso, me agrada expresar mi satisfacción por la esmerada preparación del centenario, en el que cobra singular relieve la gran misión diocesana. En efecto, esta laudable iniciativa, que cuenta con la participación de numerosos fieles laicos, constituye un camino muy fecundo de búsqueda y de escucha de la palabra de Dios, de fortalecimiento de la comunión eclesial y de impulso a la obra de evangelización. Espero de corazón que la misión diocesana sostenga eficazmente también el compromiso del Proyecto pastoral diocesano, con constante atención a la familia y a los jóvenes.

3. El Año santo no sólo afecta a la vida intraeclesial; también tiene implicaciones significativas en el ámbito social y civil. Como recordé en la mencionada carta apostólica, uno de los objetivos del Año jubilar es el restablecimiento de condiciones sociales equitativas y justas (cf. Tertio millennio adveniente, 13). ¿Acaso no siguen esta línea los ejemplos y las enseñanzas que nos legó el Papa Inocencio XII? Por eso he recibido con viva satisfacción la noticia de que esa diócesis quiere asumir el testimonio de caridad como compromiso prioritario, prestando atención a las exigencias del territorio, favoreciendo el nacimiento de cooperativas locales, formando y sosteniendo a los jóvenes que desean entrar en el mundo del trabajo y de la empresa, y ampliando la perspectiva a niveles más generales con la participación en las iniciativas en favor de las poblaciones de Kosovo, con la intensificación de las relaciones de hermanamiento con la diócesis de Awassa, en Etiopía, y con la promoción de iniciativas para la cancelación de la deuda externa de los países pobres. ¡Cómo no animaros a proseguir generosamente por este camino, que es auténticamente evangélico!

4. El redescubrimiento de la herencia espiritual, cultural y social del Papa Pignatelli fortalecerá aún más vuestra comunión eclesial y hará más eficaz vuestro anuncio de Cristo, único Salvador del hombre, y más valiente vuestra acción solidaria. A trescientos años de su muerte, la destacada personalidad y el generoso ministerio eclesial del Papa Pignatelli os impulsan a afrontar con valor y confianza los grandes desafíos del tercer milenio.

A la vez que le expreso mis mejores deseos con respecto a las celebraciones del centenario de la muerte del Papa Inocencio XII, para que produzcan abundantes frutos en favor de esa amada comunidad eclesial, invoco sobre usted, venerado hermano, y sobre la porción del pueblo de Dios confiada a su cuidado pastoral, la protección celestial de la Madre de Dios, y le imparto con afecto una especial bendición apostólica, que extiendo de buen grado a cuantos se unan a las celebraciones jubilares.

Vaticano, 29 de junio de 2000

JUAN PABLO II



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