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MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DEL MILENARIO DEL NACIMIENTO DEL PAPA LEÓN IX

 

Al señor cardenal
Paul POUPARD
Presidente del
Consejo pontificio para la cultura

1. Hace mil años, el 21 de junio de 1002, nacía en Alsacia Brunon d'Egisheim-Dagsburg, que llegó a ser Papa en 1049 con el nombre de León IX. Con ocasión del milenario de su nacimiento, que se celebra durante estos días en las tres diócesis de Estrasburgo, Metz y Nancy, y que usted presidirá como enviado especial, me uno con el pensamiento y la oración a los fieles congregados en torno a sus pastores. Ojalá que, al dar gracias por las maravillas que Dios realizó en favor de su Iglesia a través de la vida y el ministerio de ese gran Papa, se dejen guiar por el Espíritu Santo para participar en el crecimiento de la Iglesia del tercer milenio.

2. La vida y el ministerio de Brunon siguen siendo una fuente de inspiración y un ejemplo estimulante para responder a las exigencias actuales del anuncio del Evangelio y para afrontar con confianza una situación eclesial nueva. Brunon tenía sólo 25 años de edad cuando fue llamado a ser obispo de Toul; se dedicó inmediatamente, con paciencia y caridad, a la reforma de una diócesis con grandes dificultades.

3. Hombre de fe, Brunon confió en el Espíritu, que guía sin cesar a la Iglesia y la hace crecer en el amor a Cristo. Como Papa, al igual que como obispo, las reformas que emprendió no fueron la aplicación mecánica de una teoría, sino el fruto de una atención constante a las personas y a los acontecimientos, para discernir en ellos la acción del Espíritu, así como la expresión de una fidelidad personal a Cristo y al Evangelio. De la fe en Cristo resucitado sacó la fuerza para realizar la indispensable renovación espiritual de su diócesis, convencido de que, como dirá el concilio Vaticano II, "la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación" (Lumen gentium, 8). A un milenio de distancia, la generación actual está llamada a volver a Cristo para reavivar su fe y su esperanza, y a recomenzar desde Cristo para revelar al mundo el misterio de la salvación.

4. Hombre de oración, sensible a los fermentos de renovación presentes en su tiempo, Brunon acogió con benevolencia y prudencia las iniciativas que florecían. Se preocupó en particular por proteger y promover la vida consagrada, don de Dios "precioso y necesario también para el presente y el futuro del pueblo de Dios, porque pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su misión" (Vita consecrata, 3). Hoy, como en el siglo XI, no se puede reflexionar sobre el futuro sin una renovada toma de conciencia de la llamada de todos los bautizados a la santidad, subrayada por el concilio Vaticano II, que destacó su dinamismo intrínseco. Cuando numerosos contemporáneos, insatisfechos de una sociedad materialista incapaz de responder a sus interrogantes fundamentales, sienten urgente necesidad de puntos de referencia espirituales, la vida consagrada debe desempeñar un papel esencial. Es un testimonio insustituible que ayuda a comprender la naturaleza íntima de la vocación humana y cristiana. También manifiesta la orientación cristológica de la vida de todo bautizado, vivida como una respuesta al amor del Padre. La tierra que vio nacer a León IX dio a la Iglesia universal admirables figuras de santidad. Quiera Dios que el pueblo cristiano tome conciencia de este inestimable tesoro y aproveche abundantemente estas riquezas espirituales.

5. León IX, hombre de comunión, tenía una profunda conciencia de su misión de Pastor universal, que manifestó a través de sus numerosos viajes: a Francia, Eslovaquia, Lorena y al sur de Italia. Durante cinco años desplegó una intensa actividad para "confirmar a sus hermanos en la fe" y crear vínculos de confianza entre Roma y las Iglesias visitadas; deseaba promover una comunión cada vez más intensa entre todos, como testimonian las asambleas reformadoras, los sínodos y los concilios que reunió durante aquellos años. A ejemplo suyo, "si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo" (Novo millennio ineunte, 43), estamos llamados a cultivar ese mismo espíritu y a testimoniarlo, viviendo la "espiritualidad de comunión", que es ante todo un camino espiritual en pos de Cristo, una actitud fundamental que permite poner en marcha con sabiduría y prudencia, ante situaciones nuevas, las adaptaciones necesarias, respetando las personas y su responsabilidad propia, y prestando atención a la tradición de la Iglesia.

6. La acción pastoral de León IX, durante su breve pontificado, impresiona por su intensidad y su vigor, y sigue siendo para nosotros rica en enseñanzas. Ojalá que los cristianos de Lorena y Alsacia tengan el mismo deseo que su paisano y, siguiendo su ejemplo, sean modelos, testimoniando que Cristo es la fuente de la felicidad y de la vida. Que la figura de san León IX nos ilumine a todos en nuestro servicio a la Iglesia y a nuestros hermanos, para la gloria de Dios y la salvación del mundo.

Encomendándoos a la intercesión de la Madre de Dios, os imparto de todo corazón la bendición apostólica a vosotros, así como a los obispos de las tres diócesis de Estrasburgo, Metz y Nancy, a sus fieles y a todas las personas que participen en las diferentes ceremonias.

Vaticano, 13 de junio de 2002

JUAN PABLO II



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