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CARTA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A MONS. RENATO CORTI, OBISPO DE NOVARA,
PREDICADOR DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

 

Venerado hermano
Monseñor RENATO CORTI
Obispo de Novara

Al final de los ejercicios espirituales, que usted ha dirigido con meditaciones oportunas, deseo expresarle, querido y venerado hermano, mi más cordial agradecimiento. Me agrada que esto tenga lugar después de la santa misa y de la adoración, con las cuales he querido que concluyera esta semana de silencio y de intensa oración en el año dedicado particularmente a la Eucaristía. De este modo, hemos puesto de relieve que este misterio es el centro de nuestra existencia diaria.

Los ejercicios espirituales han sido para mí y para muchos de mis colaboradores de la Curia romana una ocasión providencial de prolongado recogimiento. Sus reflexiones nos han ayudado a ponernos con docilidad y atención a la escucha del Espíritu que habla hoy a la Iglesia.

Con la profundidad espiritual y la sabiduría pastoral que lo distinguen, usted nos ha ayudado a meditar sobre "La Iglesia al servicio de la alianza nueva y eterna". Este tema se hace eco de las palabras pronunciadas por el Señor Jesús al final de la última Cena, al ofrecer a los Apóstoles el cáliz sagrado. Los ministros del altar repetimos estas palabras cada vez que celebramos la santa misa. Refiriéndose a la sangre que brotó de las heridas de Cristo crucificado, especialmente de su costado traspasado, evocan el significado del sacramento eucarístico. La Iglesia "de Eucharistia vivit", porque de aquella sangre nace y saca vigor para su entrega diaria a las tareas vinculadas al anuncio del Evangelio.

Por tanto, me alegra expresarle nuestro agradecimiento, precisamente con ocasión de esta especial celebración eucarística. En el corazón de la Iglesia, nos hemos reunido en torno al misterio del altar, conscientes de que este es el centro vital de la comunión y de la misión de todo el pueblo cristiano.

También gracias a la contribución que usted nos ha dado durante estos días, confirmada por la sensibilidad pastoral madurada en su ministerio entre numerosos sacerdotes, seminaristas y fieles, sentimos renovado y ferviente el celo de recomenzar desde Cristo Eucaristía, para testimoniar al mundo la nueva y eterna alianza de Dios con la humanidad.

Que el Señor lo recompense, conformándolo cada vez más a él y colmándolo de copiosas consolaciones. Que María santísima vele constantemente sobre usted y sobre su servicio eclesial, y lo acompañe la bendición apostólica que le imparto de corazón, extendiéndola al mismo tiempo a cuantos han sido confiados a su solicitud pastoral.

Vaticano, 19 de febrero de 2005

JUAN PABLO II



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