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MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
 CON OCASIÓN DEL DÍA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN*

 

Al señor
Jacques Diouf,
director general de la Organización de las Naciones Unidas
para la agricultura y la alimentación

Señor director general:

La Cumbre mundial sobre la alimentación, en la que los Estados miembros de la FAO y toda la familia de las Naciones Unidas se comprometieron solemnemente a luchar con mayor firmeza contra el hambre y la malnutrición, sigue siendo un vivo recuerdo para la comunidad internacional y la conciencia pública en todo el mundo. La celebración en este año del Día mundial de la alimentación constituye una buena ocasión para que el Papa Juan Pablo II reafirme su reconocimiento de aquella iniciativa y renueve su apoyo a la labor realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación bajo su excelente dirección.

El objetivo de lograr resultados concretos dentro de los primeros años del nuevo milenio depende cada vez más, no sólo de las decisiones de carácter político y técnico, sino de un cambio directo de las actitudes, los estilos de vida y las actividades personales, comunitarias y gubernamentales en todos los niveles. A pesar de las dificultades inevitables que pueden encontrarse a lo largo de este camino, una acción unida y determinada es la única respuesta eficaz al grito de quienes viven personalmente la tragedia del hambre. Conocer las causas, definir los modos de actuar, aplicar políticas y prestar asistencia pueden parecer medidas adecuadas, pero, en realidad, son insuficientes si no hay una referencia constante a la gente y a sus necesidades actuales.

La experiencia de los esfuerzos internacionales y, en particular, de la FAO demuestra que la mera disponibilidad de alimentos no es suficiente para eliminar el hambre. Es preciso crear las debidas condiciones políticas, económicas y ambientales para proporcionar un nivel constante y adecuado de seguridad alimentaria. Traducido en la ética de las relaciones internacionales, esto significa centrar la atención en el compromiso personal y colectivo de encontrar los medios prácticos para conseguir una repartición real de los recursos, de forma que cada uno se sienta responsable de su «prójimo», ya sea éste una persona, una comunidad, una nación o un Estado.

El reconocimiento de que es mejor «dar» que «recibir» ofrece una base firme tanto para las relaciones entre los pueblos como para la solidaridad internacional. Permitir que se ponga en peligro o incluso se malogre la esperanza de vida de millones de seres humanos y de comunidades enteras por falta de sustento diario es una negación flagrante de la conciencia común de la humanidad y constituye una violación de los derechos fundamentales, incluidos los derechos sociales y económicos de las personas. No podemos permanecer indiferentes ante esta situación.

El hecho es que determinadas formas de asistencia internacional, al depender cada vez más de una visión limitada de la globalización, entrañan el riesgo de ignorar la realidad de los hombres y mujeres, tanto del campo como de la ciudad, que quedan excluidos de la economía mundial, de la intervención o asistencia organizadas e incluso de los beneficios derivados de su propio trabajo. El tema de este Día mundial de la alimentación —«Invertir en la seguridad alimentaria»— ofrece un nuevo punto de partida para una acción internacional práctica que pueda incluir distintos tipos de contribuciones, siempre que estén libres de condiciones previas o intereses egoístas.

Son estas las reflexiones que el Santo Padre desea ofrecer a todos los que celebran el Día mundial de la alimentación en las distintas partes del mundo, así como a quienes participan de cualquier forma en la tarea de mitigar el hambre y la malnutrición. Su esperanza es que cada persona busque en su corazón y encuentre en él los motivos humanos profundos, que son los únicos capaces de inspirar un renovado «espíritu de participación».

Invocando la bendición del Dios todopoderoso sobre los trabajos de la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, Su Santidad le renueva, señor director general, el testimonio de su estima y de su alta y distinguida consideración.

 

Cardenal ANGELO SODANO
Secretario de Estado


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 44, p.4.



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