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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
PARA LA XVI JORNADA INTERNACIONAL
DE ALFABETIZACIÓN*

 

Sr. Don Amadou-Mahtar M'Bow,
Director general de la UNESCO.

Invita usted a celebrar la Jornada internacional de Alfabetización el 8 de septiembre, Jornada que, a través de sus dieciséis anos de existencia, demuestra la perseverancia con que la UNESCO se ocupa de promocionar en este terreno de primordial importancia el progreso de la persona humana, a partir de sus exigencias más elementales. Todos los hombres y las instituciones deben tomar conciencia de ello y aportar su contribución a este sector, según la medida de sus posibilidades.

El nuevo orden internacional que se proponen instaurar los hombres de buena voluntad, ¿no supone que los menos favorecidos ocupen su puesto pleno y completo en la sociedad moderna y dejen ya de ser tratados como marginados?

Ahora bien, los analfabetos están en gran desventaja para su progreso cultural, relaciones diarias e inserción en sus varios ambientes de vida y posibilidades de trabajo. El analfabetismo, cuando es patrimonio de un gran porcentaje de la población, constituye una traba tremenda para el conjunto de la sociedad de los países en vías de desarrollo. Y también es impedimento para los mismos analfabetos y su entorno en los países de mayor prosperidad, pues se les deja aún más de lado en la evolución general. Por ello, a la conciencia de los hombres de hoy, se plantea este interrogante: ¿Cómo "desmarginalizar" a los analfabetos?

No hay duda de que en los últimos quince años se han hecho notables esfuerzos por aminorar esta plaga, poniendo por obra numerosos dispositivos técnicos y materiales para dar mayor eficacia a la alfabetización. Y con razón invita usted, señor Director general, a continuarlos. Pero, ¿acaso no hay que insistir también sobre las disposiciones legislativas y mentalidades para que todos los responsables en los diversos campos consideren a los analfabetos como personas completas?

En este punto queda todavía lugar para múltiples iniciativas de concienciación, ayuda mutua y disposiciones legales —de parte de los Gobiernos, instituciones públicas y privadas, e individuos— al servicio de los jóvenes y también de los adultos que no han tenido la oportunidad de aprender o han de familiarizarse con otros medios de comunicación por haber tenido que salir de su país, su grupo social y su especialización. Sí, hay que brindar esta oportunidad a los adultos lo mismo que ciertas sociedades ofrecen hoy la posibilidad de formación para perfeccionamiento profesional.

Por tanto, la alfabetización entra cada vez más en un proceso de adaptación al mundo técnico moderno, donde es necesario saber leer y escribir para que sean respetados los propios derechos. Los analfabetos son víctimas del desnivel que se crea entre sus tradiciones y las nuevas reglamentaciones a que deben adaptarse.

Pero yendo a algo más hondo que este aspecto utilitario y práctico, la alfabetización es la primera demanda de la educación y la cultura. Hoy en día constituye la etapa inicial de todo el proceso del despertar de la personalidad humana en sus relaciones con los otros. Y permite también desarrollar las disposiciones del espíritu y del alma, y la reflexión que todo hombre está llamado a hacer sobre el sentido de su vida y su destino trascendente.

Es preciso, pues, que se la considere no sólo ya un tipo de ayuda a los marginados, sino un deber natural de justicia. Y, ¿cómo no serán eminentemente sensibles a esto aquellos cuya religión considera un deber la solidaridad con todo hermano que se halla en desventaja? Bendiga Dios a quienes actúan en favor de este compartir los bienes del espíritu.

Así, pues, señor Director general, formulo votos por el pleno éxito de esta XVI Jornada internacional de Alfabetización, al servicio del progreso verdadero del hombre por el hombre y de su deseo de paz en la fraternidad.

Vaticano, 25 de agosto de 1982

JUAN PABLO II


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 38, p.2.



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