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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO
DE DOS JÓVENES ROMANOS


Capilla Paulina, Vaticano
Domingo 25 de febrero de 1979

 

Queridos esposos:

Dentro de poco pronunciaréis las palabras de la promesa sacramental que os hará esposos en Cristo Jesús ante Dios y ante la Iglesia. Son palabras concisas (ciertamente las sabéis de memoria); pero su significado, su densidad, su fuerza unitiva, son particularmente grandes. Prometiéndoos recíprocamente el amor, la fidelidad, la honestidad matrimonial, no sólo ratificaréis lo que ya ahora testifican vuestros corazones jóvenes, sino que al mismo tiempo pondréis los fundamentos para la construcción de la casa de vuestro futuro común. El hombre debe habitar sobre la tierra, y para habitar en ella necesita no sólo un edificio construido sobre fundamentos materiales; hoy necesita un fundamento espiritual. El amor, la fidelidad, la honestidad matrimonial constituyen ese fundamento sobre el que únicamente puede apoyarse la comunidad matrimonial, el fundamento sobre el que puede construirse la casa espiritual para la familia futura.

Todos nosotros, reunidos aquí, damos gran importancia a estas palabras que pronunciaréis dentro de poco. Sabemos qué valor tienen estas palabras personalmente para vosotros y, al mismo tiempo, cuán importantes son para la Iglesia y la sociedad.

Una sola cosa os deseamos y sobre todo pedimos a Dios en este día: que estas palabras constituyan el principio de toda vuestra vida; que podáis, con el auxilio de la gracia divina, realizarlas en vuestra vida, respetando recíprocamente estos compromisos solemnes que hoy formuláis mutuamente ante Dios.

Que Cristo esté siempre con vosotros. No apartéis nunca los ojos de El. Buscadlo con el pensamiento, con el corazón y oración, para que El guíe vuestro joven amor hacia estos grandes deberes de los que asumís aquí la responsabilidad de hoy en adelante. Y los hombres nuevos —vuestros niños, fruto futuro de vuestra unión— den testimonio de que cumplís fielmente el plan eterno de amor del Creador mismo; y ellos encuentren después, a través de vosotros, el camino hacia Cristo y su Iglesia. De este modo daréis gracias a Dios por el amor que El ha suscitado en vuestros corazones y que os permite expresar y confirmar hoy con este gran sacramento.

 



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