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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE BANGLADESH ANTE LA SANTA SEDE*


Jueves 12 de julio de 1979

 

Sr. Embajador:

Os doy mi cordial bienvenida en esta ocasión en que presentáis las Cartas Credenciales de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Popular de Bangladesh ante la Santa Sede.

Os agradezco el saludo que me traéis del Presidente y del pueblo de vuestro país. Y a mi vez, correspondo a este gesto atento por medio de usted, en espera de poder saludar personalmente a vuestro Presidente.

Os doy las gracias también por las palabras amables que habéis pronunciado sobre el interés de la Santa Sede por la paz del mundo. Este tema se vincula íntimamente, claro está, con otros que usted ha mencionado: pobreza, justicia social y valores espirituales. En todos estos campos y en otros, la Iglesia católica ha prestado su aportación. En la prosecución de su misión espiritual tiene muy en cuenta la naturaleza del hombre en la plenitud de su condición humana y de sus múltiples necesidades. Hablando en mi Carta Encíclica de la solicitud de la Iglesia, afirmé: "El objeto de esta premura es el hombre en su única e irrepetible realidad humana, en la que permanece intacta la imagen y semejanza de Dios mismo" (Redemptor hominis, 13).

El esfuerzo por el mejoramiento humano de acuerdo con la dignidad del hombre, resulta largo y difícil. Pero la Iglesia está resuelta a continuar su camino bajo el signo de la esperanza. Su acción se despliega tanto a nivel local como internacional.

En el mismo Bangladesh la Iglesia católica se ocupa de varias empresas de servicio en beneficio del pueblo. Sus obras caritativas y educacionales están en consonancia con su empeño por prestar servicio altruista y generoso. A la vez, este objetivo es reflejo de la constitución misma de la Iglesia.

Y desde aquí, desde este centro de actividad internacional, la Iglesia se esfuerza por poner todas sus energías al servicio de la humanidad. Cuanto hace en el campo de la justicia social, el desarrollo y la paz del mundo, está orientado al bien concreto de cada pueblo y de todos los pueblos de la tierra. Por los medios que le son propios se esfuerza en alentar y sostener los intentos que se hacen en todo el mundo por conseguir la participación de base de cada individuo en la causa del progreso humano. Este aliento, estímulo y servicio encuentran expresión concreta también en favor de Bangladesh y de todos sus ciudadanos.

Por tanto, al comenzar su nueva misión diplomática tenga seguridad, Sr. Embajador, de la comprensión y cooperación de la Santa Sede. Esté seguro de mis buenos deseos personales. Cuente con iris oraciones.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.37, p.11.

 



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