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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA


Lunes 7 de mayo de 1979

 

Queridos Guardias Suizos,
queridos hermanos y hermanos:

La fiesta del juramento de los nuevos guardias es para mí, como lo fue para mis venerables predecesores, grata ocasión para un primer encuentro familiar con vosotros, con vuestros familiares y con los representantes de la Asociación de Antiguos-Guardias.

A todos vosotros, especialmente a los reclutas, a vuestros padres y hermanos, os doy mi cordial bienvenida y felicito al señor comandante y a toda la Guardia Suiza por los nuevos miembros.

Los años durante los cuales, queridos jóvenes amigos, servís en la Guardia del Papa, son años que regaláis a la Iglesia. La aceptación de este servicio es para cada uno de vosotros, al mismo tiempo, una personal confesión de la Iglesia y de Cristo en la persona y en la misión de su Vicario visible, el Papa, para cuya custodia y defensa en la historia y ahora han entregado su vida los guardias. El día de vuestro juramento, el 6 de mayo, está también dedicado a su recuerdo glorioso y grato.

Cristo nos enseña, como yo brevemente he señalado en mi Encíclica Redemptor hominis, que el mejor uso de nuestra libertad es el amor. que se realiza en la entrega y en el servicio (cf. núm. 21). El amor y la entrega deben también definir vuestro futuro servicio como guardias. La fidelidad, a la que hoy os habéis comprometido por juramento, se realiza en el desarrollo pleno y consciente de los quehaceres y obligaciones que vosotros habéis aceptado cordialmente, y da valor a vuestro compromiso de fidelidad el mismo Cristo, que nos exige perseverancia al pedirnos que hagamos exactamente aquello que corresponde a nuestra actual vocación. Que vuestro amor a Cristo y a la Iglesia pueda desarrollarse plenamente y cada día más profundamente en vuestro servicio en la Guardia Suiza. La fidelidad en las muchas y pequeñas obligaciones de cada día os hará capaces de realizar plenamente vuestra gran misión personal en la vida, como cristianos conscientes de su responsabilidad y fuertes en su fe, con entrega y lealtad según la voluntad de Dios. Así nos lo asegura Cristo, cuando dice: "El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho" (Lc 16, 10). Os ayude Dios con su gracia iluminadora y fortificante y también mi bendición apostólica, que yo os imparto de corazón, amados guardias, a vosotros, a vuestros queridos familiares y a todos los presentes.

En este primer encuentro con los jóvenes reclutas de la Guardia Suiza, vinculada ya a la persona del Papa por el juramento que prestasteis ayer, quiero añadir unas palabras en francés. Deseo deciros, queridos hijos —y asta expresión de "hijos" traduce todo mi afecto—, que me siento feliz de poder contar de verdad con vosotros de ahora en adelante. Estáis encargados de velar por el Santo Padre; pues bien, ¡el Santo Padre se confía a vosotros con paz total! Os da las gracias porque le consagráis algunos años de vuestra vida y promete a vuestros padres aquí presentes, que se ocupará de vosotros.

Sé que estáis dispuestos a procurar crear en torno a mí y a mis colaboradores. un clima que permita acoger a los visitantes con sencillez, amabilidad y dignidad, a la vez que se respeta el orden debido.

Sois los herederos de una gran tradición de fidelidad a la Iglesia y a la Santa Sede. Vuestros antepasados hicieron de ello un honor. Os deseo que hagáis lo mismo vosotros y os sintáis felices y orgullosos de hacerlo. A cada uno de vosotros y a vuestras familias, mi bendición apostólica y mis votos muy cordiales.



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