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VIAJE APOSTÓLICO A IRLANDA
(29 DE SEPTIEMBRE - 1 DE OCTUBRE)

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DEL GOBIERNO IRLANDÉS

Nunciatura Apostólica
Sábado 29 de septiembre de 1979

 

Señor Taoiseach:

Me complace poder encontrarme aquí con los miembros del Gobierno irlandés. Ustedes representan las aspiraciones, las necesidades y el futuro del pueblo irlandés, pero también sus posibilidades y las promesas de futuro que encierra la historia pasada de su país. El pueblo irlandés ha tenido una larga historia de sufrimiento y lucha para lograr su propia cohesión como Estado moderno y para conseguir el nivel de bienestar que merece toda nación.

El privilegio de ustedes es servir al pueblo, en su nombre y para su progreso, a través del mandato que el pueblo les ha confiado. Pero existen también principios e imperativos que son de un orden superior y sin los cuales ninguna sociedad podrá nunca esperar fomentar el verdadero bien común. No necesito enumerar delante de ustedes las demandas de justicia, de vida pacífica en sociedad, de respeto y protección a la dignidad que proviene de la verdadera naturaleza y destino de todo ser humano como creatura del amor de Dios. Su misión consiste en encarnar en medidas concretas y prácticas la colaboración de todos los ciudadanos para estos elevados fines.

Una Irlanda próspera, en paz y empeñada en el ideal de las relaciones fraternas entre sus gentes, es también un factor que contribuirá al futuro justo y en paz de Europa y de toda la familia de las naciones. Hoy en Drogheda, he hecho una defensa solemne y apasionada en favor de la justicia, la paz y la reconciliación, particularmente en vistas a la situación de Irlanda del Norte, que no puede dejar indiferente a ningún irlandés, a ningún cristiano y, ciertamente, tampoco al Papa. Mi plegaria ferviente es que todos los hombres de esta isla desplieguen su valor y encuentren vías de solución para este problema, que no es de naturaleza religiosa, sino que tiene su origen en un conjunto de motivos históricos, sociales, económicos y políticos.

Deseo renovar una vez más mi cordial agradecimiento a usted por su amable bienvenida y por todo lo que las autoridades públicas han hecho para facilitar mi visita pastoral a su país. Pongo de manifiesto mi reconocimiento hacia usted y hacia sus colegas en el Gobierno. Quiera cada uno, de acuerdo con la dignidad que posee, llevar a cabo sus obligaciones inspirado por un verdadero deseo de construir la paz, la justicia y el respeto a la persona humana.

 



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