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DISCURSO DE JUAN PABLO II
A LOS SEMINARISTAS LEGIONARIOS DE CRISTO

Domingo 27 de enero de 1980

 

Amadísimos seminaristas Legionarios de Cristo:

Después de habernos alimentado con la Palabra de Dios y con el Pan de vida en la Eucaristía que hemos compartido hace pocos momentos, he deseado ardientemente reservar a vosotros unos instantes de intimidad, para establecer un diálogo, aunque sea breve, de corazón a corazón.

Quiero ante todo manifestaros mi profunda estima y afecto, como jóvenes y como seminaristas. Os aseguro que vosotros ocupáis un puesto de preferencia en mi oración y en mi pensamiento, que se llenan a la vez de confianza al veros caminar con paso decidido hacia la meta del sacerdocio de Cristo.

Estos hermosos años de preparación que estáis viviendo, aunque a veces puedan parecer largos, nunca podrán ser suficientes si miráis la finalidad e importancia de la tarea estupenda a realizar. En efecto, llenarse “de los sentimientos del mismo Cristo en el estudio, en la oración, en la obediencia, en la formación del propio carácter” (Discurso a los seminaristas mexicanos, 30 de enero de 1979, es una empresa exigente, progresiva, merecedora del más generoso esfuerzo.

El objetivo al que ello va destinado requiere todo el entusiasmo de unas fuerzas juveniles. Sí, porque os preparáis nada menos que a ser ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios (1Co 4, 1).

Preparaos, por ello, con el mayor esmero, para copiar en vosotros la imagen de Cristo y mostrarla luego a los demás, con corazón valiente e indiviso a través de una ofrenda alegre y perseverante en la castidad, en un amor sin fronteras que os llenará de gozo interior y de fecunda paz.

En ese camino, tened bien claras les prioridades que se impondrán en vuestro futuro como sacerdotes: la oración y el ministerio de la Palabra. Efectivamente, “la oración nos ayuda a creer, a esperar y amar” (Carta  a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo de 1979, 8 de abril de 1979). Y en la Palabra de Dios “se halla el comienzo y el final del ministerio, la orientación de toda actividad pastoral, la fuente rejuvenecedora de la perseverancia fiel, y aquello que puede dar significado y unidad a les distintas actividades de un sacerdote” (Discurso a los seminaristas de Filadelfia, 3 de octubre de 1979).

Renovaos sin cesar en esas fuentes genuinas y en la recepción de los Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía. Y tomad por guía y ejemplo constante a la dulce Madre de Jesús y Madre nuestra, camino válido y seguro hacia su Hijo.

Os alienten en vuestra vida estas ideas que os dejo. Y os confirme en vuestra vocación la Bendición que a cada uno os doy con cordial afecto.

 



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