Index   Back Top Print

[ EN  - ES  - FR  - PT ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE AUSTRALIA ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 26 de junio de 1980

 

Sr. Embajador:

Me complazco en recibir de Vuestra Excelencia las Cartas que lo acreditan como Embajador de Australia ante la Santa Sede. Le doy la bienvenida y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre propio y en el del Gobierno y pueblo australiano.

La primera preocupación de la Iglesia es el bien espiritual de toda persona; y por ello siempre presta atención primaria al anhelo más profundo de la persona humana, el hambre de vida eterna del alma. Pero no quedan olvidadas las otras necesidades y aspiraciones de la persona humana. Porque en su deseo de ser siempre fiel a las enseñanzas y ejemplo de Jesucristo, la Iglesia no es indiferente a las esperanzas y gozos, necesidades y sufrimientos de los hombres y mujeres de nuestros días. Además, a través de las actividades religiosas, la Iglesia puede ayudar a los individuos a aumentar su empeño por estos valores humanos básicos que son tan importantes en toda sociedad y cultura. Al mismo tiempo estas actividades pueden coadyuvar a que exista unión y armonía entre pueblos y naciones.

Os habéis referido a estos objetivos que comparten Australia y la Santa Sede. La Iglesia ve con satisfacción el deseo de vuestro país de continuar colaborando en los esfuerzos de la comunidad internacional encaminados a liberar al mundo de la pobreza, la violencia, la ignorancia y la enfermedad, a estimular la justicia y la paz verdaderas, y a promocionar la dignidad fundamental de todo ser humano. A este respecto deseo expresarle mi aprecio sincero de todo cuanto su nación, fiel a su tradición de hospitalidad, ha hecho y sigue haciendo por los numerosos emigrados y refugiados a quienes habéis acogido en vuestras playas. La Iglesia desea ofrecer su apoyo moral a estos esfuerzos valiosos.

Quisiera rogarle tuviera la amabilidad de transmitir mi saludo cordial al Gobierno y pueblo de Australia. Aseguro a Vuestra Excelencia que la Santa Sede colaborará plenamente en el desempeño de su cargo, y le expreso mis deseos mejores de grandes frutos en el cumplimiento de su misión.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.28, p.19.

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana