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VIAJE APOSTÓLICO A BRASIL

PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA BENDICIÓN DE LA ESTATUA DE SAN JUAN BOSCO

Brasilia
Lunes 30 de junio de 1980

 

Voy a cumplir ahora un gesto de extrema sencillez, pero que tiene un profundo significado: la bendición de esta estatua de San Juan Bosco, Don Bosco, como se le sigue llamando cariñosamente, incluso muchos años después de su canonización.

Brasilia está para siempre ligada a Don Bosco, a través de aquel misterioso sueño, en el cual, con 75 años de anticipación parece que entrevió el nacimiento de la ciudad, en medio de un caluroso terreno cercado, sobre la meseta hasta entonces desierta.

Al bendecir esta imagen, rindo un sentido homenaje de veneración al querido Santo de los jóvenes, padre de intrépidos e infatigables misioneros del cercano Mato Grosso y de Goiás, elegido celestial patrono de esta capital. Lo hago como si lo hiciese en su simpática ermita, recuerdo de los comienzos de Brasilia, en donde será instalada y recibirá culto esta imagen en su magnífico santuario de la ciudad:

Formulo votos y elevo oraciones para que Brasilia traduzca cada vez más en realidad el sueño de un gran santo. Que los jóvenes, predilectos de Don Bosco, crezcan aquí con posibilidades de conocer y vivir el Evangelio. Que las familias realicen el ideal de la Sagrada Familia de Nazaret. Que Brasilia sea siempre una ciudad para las personas humanas: acogedora, fraterna, serena. Que florezcan aquí hermosas comunidades cristianas. Que surjan, en esas familias y esas comunidades, hermosas y prometedoras vocaciones sacerdotales y religiosas.

Con tales sentimientos y votos, bendigo con fervor esta imagen.

 



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