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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL SACRO COLEGIO CON MOTIVO DE SU ONOMÁSTICO

Fiesta de San Carlos Borromeo
Martes 4 de noviembre de 1980

 

Venerados hermanos del Sacro Colegio:

1. Con gesto de exquisita cortesía habéis querido hoy reuniros en torno a mí, para presentarme vuestra felicitación con motivo de mi fiesta onomástica. El queridísimo cardenal Decano se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes con palabras nobles y gentiles, que han suscitado un eco vivo y profundo en mi corazón.

Os quedo cordialmente agradecido por tan delicada atención y, mientras felicito, a mi vez, al señor cardenal Confalonieri que celebra también hoy su día onomástico, deseo testimoniaros la intensa alegría que este encuentro me proporciona. El clima de intimidad familiar, que se respira en una circunstancia como ésta, contribuye eficazmente a consolidar los vínculos de comunión fraterna que, por la acción del Espíritu Santo, median entre nosotros. Suben espontáneamente a los labios las jubilosas palabras del Salmo: "Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum" (Sal 132 [133] 1).

2. Me es grato renovaros en esta circunstancia la expresión de mi gratitud por la colaboración asidua e inteligente que me ofrecéis en el desempeño de las graves tareas, a las que ha querido llamarme la Providencia. En particular, deseo daros las gracias por el consuelo espiritual que me viene de vuestra oración, en cuyo indispensable apoyo confío especialmente: es necesario que como por el Apóstol Pedro, "la oración de la Iglesia se eleve incesantemente a Dios" (cf. Act 12, 5), también por su Sucesor, ya que las dificultades de hoy no son menos complejas y graves que las de ayer.

Continuad estando cercanos a mí con la entrega generosa de vuestra mente y de vuestro corazón. Tenéis delante a San Carlos con el testimonio estimulante de un servicio tan parecido al vuestro. Efectivamente, él estuvo junto al Papa Pío IV, al que ofreció la aportación de su prudente solicitud en el desempeño de los graves cargos de gobierno y sobre todo en la histórica obra de la nueva convocación y feliz conclusión del Concilio de Trento. Lo recuerda un biógrafo suyo autorizado, haciendo notar que el Pontífice "negotium Borromaeo dedit ut rem, consiliis suis inceptam sollicitudine sua perficeret. Ita quidquid difficile ac periculosum incideret, Legati ad ipsum per litteras deferebant. Idque tam saepe fiebat, ut ne nocturnae quidem quietis certa tempora haberet" (Giussano, De rebus gestis S. Caroli, Mediolani, 1751, pág. 35).

3. Vemos con admiración el ejemplo prestigioso de este incomparable servidor de la Iglesia, cuyo infatigable dinamismo asombraba a los contemporáneos, obligados a reconocer que "impares tot laboribus plures fore, quibus unus Borromaeus eo tempore sufficeret" (testimonio de los obispos de Lanciano y de Módena, en: Lettere di S. Carlo all'Ambrosiana circa il Concilio, vol. IV, pág. 35). ¿Cómo no aceptar el estímulo, que de él nos viene, para que asumamos con renovado impulso el "pondus diei et aestus", vinculado con el cumplimiento, de las tareas que nos ha confiado el "Padre de familia" en la mística viña de su Iglesia?

Quiera San Carlos, que no fue solamente el protagonista de la fase conclusiva del Concilio de Trento, sino también el artífice principal de su realización práctica, darnos ampliamente su protección, para que el período postconciliar, tan rico de fermentos y de perspectivas, que la Providencia nos ha concedido vivir también a nosotros, nos encuentre como ministros clarividentes e intrépidos en el cotidiano servicio eclesial, para beneficio del Pueblo de Dios, por el cual Cristo murió y resucitó.

Con estos deseos imparto de corazón a todos la bendición apostólica, prenda de todo deseado bien celeste.

 



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