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VISITA PASTORAL A LA DIÓCESIS DE POTENZA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN EL PUEBLO DE BALVANO


Martes 25 de noviembre de 1980

 

¡Alabado sea Jesucristo!

Mis queridísimos hermanos y hermanas:

No he venido aquí por curiosidad, sino como hermano vuestro y vuestro Pastor; vengo por solidaridad humana, para compartir el sufrimiento, por caridad. Estáis rodeados de la compasión de todos, de todos vuestros compatriotas, de todos los cristianos. Quiero que mi venida a vuestro pueblo de Balvano, sea signo de esta solidaridad humana y de esta caridad cristiana. Cuanto digo a vuestro pueblo, quiero hacerlo extensivo a los pueblos vecinos, como por ejemplo, uno que no recuerdo en este momento cómo se llama, y tantos otros cuyo nombre no sé repetir ahora. Sabed que vengo para todos. Alguno me ha dicho: Esta gente no puede rezar ya. Mi respuesta es ésta: Queridísimos, vosotros oráis con vuestro sufrimiento. Y espero, estoy convencido de que oráis mucho más que otros que rezan, porque presentáis al Señor vuestro enorme padecimiento, vuestras víctimas, especialmente los jóvenes y los niños que han muerto en la iglesia. He visto cuánto está sufriendo vuestro párroco; acabo de verlo hace un momento. He venido a deciros que estoy cerca de vosotros. Cristo dijo al Apóstol Pedro: Confirma a tus hermanos. No puedo confirmaros con mis fuerzas humanas, con mis posibilidades humanas; pero puedo confirmaros tratando juntos de recibir fuerzas de Jesús, en Jesús, en nuestra fe y en nuestra esperanza, en su caridad que es más grande que todos los sufrimientos, y también mayor que la muerte, porque con la muerte su amor nos abre el horizonte de la vida. Este horizonte de la vida que nos abre Jesús sufriendo en la cruz y Jesús resucitado, se debe abrir también ante vosotros que habéis padecido la muerte de tantos seres queridos, de vuestros hijos y de vuestros ancianos, y habéis pasado por una cruz tan dolorosa.

Queridísimos: No quisiera hablar más, no quisiera prodigar palabras. Sobre todo os traigo el testimonio vivo de mi presencia, de mi compasión, de mi corazón. Quiero llevarme un recuerdo especial de este pueblo y de los pueblos de alrededor, de los que sufren, de toda esta zona, del ambiente tan probado, de vuestra patria tan probada en estas regiones, de todos vosotros como cristianos y como hermanos.

Al terminar os ofrezco mi bendición, bendición de vuestro Papa, Sucesor de Pedro, y bendición de vuestro hermano en el sufrimiento.

 



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