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VIAJE APOSTÓLICO A EXTREMO ORIENTE

CEREMONIA DE DESPEDIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Aeropuerto de Manila
Domingo 22 de febrero de 1981

 

Mis queridos amigos
y mis queridos hermanos y hermanas en nuestro Señor Jesucristo:

1. Ha llegado el momento de decir adiós. Al disponerme a abandonar Filipinas y continuar mi viaje apostólico, llevo conmigo muchos y muy bellos y alegres recuerdos. Ha sido un gran privilegio el poder pasar seis días en vuestro país. He admirado la gran diversidad de valores culturales y dignas costumbres que enriquecen vuestra tierra. Recordaré por mucho tiempo a gentes de tan diversos ambientes y tradiciones a los que he tenido el gusto de saludar.

2. De un modo especial, llevo conmigo el testimonio de la vitalidad de la fe católica aquí en Filipinas. Vitalidad simbolizada en la santidad de un mártir filipino cuya beatificación ha sido el motivo de mi visita pastoral. Por una feliz coincidencia dejo este país en la fiesta de la Cátedra de San Pedro, una fiesta que recuerda el papel del Obispo de Roma en la salvaguardia y promoción de la unidad de la Iglesia y en la confirmación de sus hermanos en la fe. He venido a vuestra tierra, precisamente, para realizar esta misión, que es ahora la mía como Sucesor del Apóstol Pedro. He querido pediros, además, mis queridos hermanos y hermanas que, por vuestra fe profunda y vuestro amor hacia nuestro Señor Jesucristo, asumáis un papel cada vez más importante en el trabajo de evangelización, compartiendo con otros la fe que habéis recibido como don de Dios. Podéis, contar con mis oraciones y, en palabras de San Pablo, "tengo la confianza de que el que comenzó en vosotros la buena obra la llevará a cabo hasta el día de Cristo Jesús" (Flp 1, 6).

5. Antes de partir deseo expresar mi gratitud a Su Excelencia el Presidente Marcos por su cordial bienvenida a este país y por todo lo que se ha hecho para facilitar mi visita. Agradezco también a todas las autoridades del Gobierno y a todos los que han participado en el mantenimiento del orden público y en la coordinación del programa de mi visita pastoral.

Un agradecimiento especial al cardenal Rosales y al cardenal Sin, y a todos mis queridos hermanos en el Episcopado por haberme recibido con tanto calor y haber renovado en mi presencia su dedicación a la unidad de la Iglesia de Cristo y al Evangelio de la verdad.

Doy las gracias a todos los que se han congregado en torno a mí con tanto cariño y afecto, tanto los hermanos y hermanas en la fe cristiana, como todos los demás ciudadanos de Filipinas. En todos los momentos de mi visita, vuestra hospitalidad ha sido una expresión auténtica de vuestra generosidad y bondad.

4. Al despedirme de vosotros, el amado pueblo de Filipinas, quiero desearos que podáis gozar siempre de paz en vuestros corazones y en vuestros hogares; que la justicia y la libertad reinen en todo vuestro país y que vuestras familias se mantengan siempre fieles, unidas en la alegría y en el amor.

¡Que Dios bendiga a Filipinas!

¡Que Dios os bendiga a todos!

Mabuhay!

 



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