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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DE LA CONFERENCIA INTERNACIONAL
SOBRE LA SORDERA


Jueves 29 de enero de 1981

 

Ilustrísimos señores y señoras,
queridos hermanos y hermanas:

A la vez que agradezco al secretario general sus nobles palabras, me complazco en saludar a los participantes en la Conferencia internacional organizada en Roma por la Federación mundial de Sordos, en coincidencia con el Año Internacional del Minusválido. Os doy, pues, mi cordial bienvenida y os expreso mi agradecimiento por haber deseado este encuentro que también es para mí altamente significativo.

El sector que vosotros atendéis representa, ciertamente, sólo una parte de las múltiples formas de minusvalía que afligen a muchos de nuestros hermanos, sean niños o adultos. Pero se trata indudablemente de un sector sumamente emblemático, típico de la falta de posibilidad de comunicación recíproca que es una de las mayores cualidades de la persona humana. Esta es la razón por la que promover la habilitación o rehabilitación social y humana de los sordos es un aspecto particularmente laudable y benemérito de interés por el prójimo, tan característico del celo auténticamente cristiano. Viene espontáneamente el recuerdo de la alabanza de las muchedumbres de Palestina a Jesús: "Todo lo ha hecho bien, a los sordos hace oír y a los mudos hablar" (Mc 7, 37). Porque también éste es un aspecto de la redención humana, que no se detiene sólo en el alma, sino que llega a tocar el nivel corporal de la persona, ya que el hombre en su totalidad es imagen de Dios. En realidad, cada uno tiene el derecho nato de insertarse plenamente en la urdimbre viva de las relaciones sociales mutuas, y sí alguno queda marginado no puede realizarse adecuadamente. Por ello, vuestras múltiples empresas, además de sensibilizar a la opinión pública sobre este grave problema, contribuyen sobre todo a restaurar en concreto la identidad personal completa comprendida en el proyecto primigenio del Creador, y desgraciadamente dañada por distintas causas de orden genético o traumático.

Derribar las barreras que se oponen a la comunicación verbal, símbolo de otras barreras degradantes

Es obvio que no me corresponde daros sugerencias médicas u organizativas. Pero quiero estimularos con todas mis fuerzas a proseguir con tesón la obra que con tanta entrega y competencia estáis ya realizando.

Por otra parte, este encuentro asume todavía mayor significado por el hecho de que tiene lugar en el 30 aniversario de fundación de la Federación mundial de Sordos y de la institución de la comisión para la ayuda espiritual de los mismos, la cual desarrolla también una importante obra de colaboración. Pues bien, me complazco en formular el augurio de que vuestra institución no sólo llegue a conmemorar muchos otros aniversarios, sino que crezca y se desarrolle cada vez más, manteniendo intacta su noble aspiración de promover integralmente al hombre, derribando las barreras que se oponen a la comunicación verbal, símbolo de tantas otras barreras no menos degradantes.

En este sentido contáis no sólo con mi comprensión, sino con toda mi estima y firme solidaridad. Sea el Señor quien fecunde con su gracia vuestros dignísimos esfuerzos y les haga dar frutos de resultados provechosos de auténtica promoción humana.

Con estos deseos bendigo de corazón a todos vosotros, a vuestros seres queridos y colaboradores, y a cuantos os prestan su generosa ayuda.

 



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