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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A DOS PEREGRINACIONES DE CROACIA Y ESLOVENIA


Sala Pablo VI
Sábado 21 de marzo de 1981

 

¡Queridísimos hermanos y hermanas!

1. La Providencia divina me proporciona hoy el gozo de encontrarme con vosotros, amados fieles de Croacia y de Eslovenia, que concluís vuestra peregrinación en Italia con la visita al Papa, para expresarle vuestra fidelidad y vuestra adhesión.

Os acojo con ánimo conmovido y saludo ante todo a los venerados obispos aquí presentes, empezando por el excelentísimo monseñor Franjo Kuharic, arzobispo de Zagreb y Presidente de la Conferencia Episcopal y, a través de ellos, a todo el Episcopado que se preocupa por la suerte de la Iglesia en Yugoslavia.

2. En el surco de la fe de vuestros padres, habéis querido visitar en Italia los lugares dedicados a la devoción y la memoria de San Benito, de cuyo nacimiento se ha celebrado este año el XV centenario. Al mismo tiempo habéis querido venerar a los Santos Cirilo y Metodio, apóstoles de los pueblos eslavos, proclamados recientemente Patronos de Europa, junto con San Benito.

Todos estos motivos me hacen particularmente grato el encuentro con vosotros, y ponen de manifiesto la importancia de vuestra peregrinación, que podríamos llamar "europea". Recuerda la devota peregrinación de vuestros compatriotas y de otros fieles procedentes de regiones eslavas, guiada, hace precisamente cien años, por el ilustre obispo de Bosnia, mons. Josip J. Strossmayer, y realizada con el principal propósito de dar las gracias al Papa León XIII por la Carta Encíclica Grande munus, que proclamaba a Cirilo y Metodio Santos de la Iglesia universal, señalando a todo el pueblo cristiano sus figuras y su obra apostólica.

También vosotros habéis querido manifestar al Papa vuestra gratitud por la reciente Carta Apostólica Egregiae virtutis, con la cual ha proclamado a Cirilo y Metodio Patronos de Europa, junto con San Benito. He apreciado mucho este vuestro delicado gesto, y yo también deseo expresaros mi reconocimiento.

3. En muchas ocasiones he podido indicar el significado para la Iglesia y para Europa de la obra de los Santos Benito, Cirilo y Metodio.

San Benito, gigante de la fe y de la civilización, en una sociedad sacudida por una tremenda crisis de valores y de instituciones, afirmó con la fuerza de su obra formativa la primacía del espíritu, defendiendo así la dignidad personal del hombre en cuanto hijo de Dios, y la dignidad del trabajo entendido como servicio a los hermanos.

Partiendo de tal afirmación de las exigencias superiores del hombre, San Benito, mediante la obra silenciosa y eficaz de sus monjes, llenó de sentido cristiano la vida y la cultura de los pueblos europeos. También la civilización contemporánea vive una crisis de identidad y de ideales, que presenta muchas analogías con la de aquel lejano último período del siglo V de la era cristiana, y es necesario, por tanto, como entonces recuperar una visión transcendente, revitalizar la conciencia a la luz de los valores perennes:

4. Empujados por los mismos ideales y animados por las idénticas finalidades del Patriarca de Occidente, actuaron en la historia y en la cultura de los pueblos eslavos, hacia mediados del siglo IX, los dos grandes hermanos Cirilo y Metodio, procedentes de Oriente. Ellos, formados en Constantinopla, aportaron la contribución de la antigua cultura griega y de la tradición de la Iglesia oriental, la cual de esa manera se introdujo profundamente en la formación religiosa y civil de pueblos que han colaborado de manera relevante en la construcción de la Europa moderna.

Cirilo y Metodio, como Benito, testigos de diferentes culturas que en ellos idealmente se encuentran e integran, fundaron su obra civilizadora sobre el anuncio del Evangelio y de los valores que emanan de él. Este idéntico anuncio ha sido instrumento de recíproco conocimiento y de unión entre los diferentes pueblos de Europa, asegurándole un patrimonio espiritual y cultural común.

De Cirilo y Metodio, enviados por la Iglesia de Constantinopla y confirmados por la Sede Apostólica, a la que siempre permanecieron unidos, proviene además una invitación especialísima a la unidad de la Iglesia, bien subrayada, desde el siglo pasado, por la obra de celosos y prudentes Pastores de vuestras diócesis, como mons. Anton Martin Slomsek, obispo esloveno de Maribor, y el ya citado mons. Strossmayer.

Queridos hermanos y hermanas:

Os doy las gracias una vez más de corazón por este vuestro actual testimonio de fe y por la silenciosa seguridad que me ofrece respecto a vuestro compromiso cristiano. Os exhorto a que llevéis en el corazón el recuerdo de vuestra peregrinación, como estímulo continuo para vosotros y para vuestros seres queridos a perseverar en el camino trazado por los grandes Patronos Benito, Cirilo y Metodio. Dirigid a ellos vuestra oración con confiada esperanza, para que protejan a Europa con su potente intercesión, no permitiendo que ésta se aleje de la adhesión a Cristo, y asegurándole esa verdadera unidad que se basa en la acogida de la fe y de la moral cristiana, en el empeño del amor recíproco y en la defensa incansable de la paz.

Al volver a vuestras casas, decidles a vuestras personas queridas y a vuestros conciudadanos que el Papa les ama, que les sostiene con su oración y que les alienta a perseverar en un camino de fe madura y radiante. A todos dirijo mi saludo lleno de afecto, mientras os imparto una especialísima bendición apostólica.

 



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