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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DE GUINEA ECUATORIAL*

Sábado 25 de septiembre de 1982

 

Señor Presidente,
querido Hermano en el Episcopado,
amadísimos hermanos y hermanas,

Con gran placer recibo vuestra visita, que me renueva el recuerdo de mi viaje a vuestro hermoso País, el día 18 de febrero del año en curso.

Ante todo agradezco su presencia al Señor Presidente, a quien se debe la iniciativa de que se formara esta delegación, la cual viene en nombre de todos los ecuatoguineanos, los de las Islas y del continente, para agradecer mi visita apostólica a Guinea Ecuatorial.

Deseo manifestaros que aprecio profundamente este filial gesto, digno de vuestra sensibilidad humana y de vuestro sincero afecto a la Iglesia y a quien la guía por voluntad del Señor. Al mismo tiempo quiero deciros que, a pesar de su brevedad, mi permanencia entre vosotros tuvo para mí un particular significado.

En efecto, en el conjunto del continente africano, sois una Nación con gran mayoría católica. Ello os exige una ejemplaridad mayor ante las demás naciones, tanto en lo que se refiere a la vida privada de cada cristiano, familia o grupo, como en la vida pública.

Es necesario, como os dije durante mi estancia en vuestro País, que tras los sufrimientos del pasado, todos los ecuatoguineanos sepan crear un ambiente de fraternidad y concordia crecientes. Y que por encima de cualquier división de origen o de geografía, colaboren en la construcción de una sociedad en la que se respeten siempre los valores religiosos, las normas morales y los derechos de las personas.

Por ello, cada cristiano ha de considerarse comprometido en colaborar eficazmente en la obtención dé un clima de fe más auténtica, de mayor moralidad, de más perfecta justicia. Así podréis ir creando esa sociedad que todos deseamos y que debe ser la meta de vuestro constante empeño. Para ello, amad vuestro País, vuestros valores y gentes y poned al servicio de la causa común, con verdadero sentido cristiano, vuestra capacidad y entrega.

Permitidme que antes de concluir estas palabras de saludo, renueve el testimonio de mi profunda estima a Monseñor Rafael Nzé Abuy, vuestro Pastor, que sigue prodigándose por el bien de la comunidad cristiana y por todos sus conciudadanos. Con él envío mi recuerdo a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de Guinea Ecuatorial, que están aquí representados en vosotros.

Pido a Dios ilumine a Usted, Señor Presidente, y bendiga a todo el amado pueblo ecuatoguineano, para que viva días de paz, de cristiano bienestar y de serena convivencia. 


*Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. V, 2 pp. 560-561.

L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n.40, p.4 .

 



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