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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRIMER EMBAJADOR DE FIJI ANTE LA SANTA SEDE
*

Jueves 15 de diciembre de 1983

 

Señor Embajador:

Es un placer para mí dar la bienvenida a Su Excelencia y recibir las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Fiji. Mi satisfacción al dirigirle este saludo es aún mayor por el hecho de que viene usted como primer Embajador de su País, tras la independencia obtenida hace sólo trece años. No hay duda de que esta ocasión especial es muestra de las relaciones amistosas y estima mutua existentes entre Fiji y la Santa Sede. Y confío en que con estas relaciones diplomáticas se instaurará mayor entendimiento todavía y más espíritu de diálogo y cooperación.

Tengo en gran aprecio la alusión que ha hecho a la causa de la paz y a los esfuerzos que se están llevando a cabo para poner fin a las guerras e incrementar la concordia en sectores de tensión y lucha. Uno de los medios para impulsar la paz y restablecerla donde se haya quebrantado, es el diálogo y la voluntad de negociar. Y es ésta la acción específica de los diplomáticos, la aportación particular que pueden prestar para mejorar a la Humanidad. La instauración de relaciones diplomáticas expresa, por tanto, el deseo de las naciones de promover la paz a través del conocimiento mutuo y la cooperación recíproca.

He oído con satisfacción sus afirmaciones sobre la composición multirracial y plurirreligiosa de la población de su Nación y cómo los varios pueblos son capaces de trabajar juntos y en concordia, para mejorar la sociedad. La Iglesia Católica profesa gran respeto a otras tradiciones religiosas dignas y defiende la dignidad y libertad de conciencia de cada persona sin diferencias de raza o credo. Por consiguiente, puedo asegurarle que la Iglesia en Fiji siempre procurará colaborar con todas las razas y religiones en los esfuerzos por impulsar el bien común y el bienestar de todos, a la vez que cumple su misión específica de proclamar el Evangelio de Jesucristo.

Señor Embajador: tengo confianza en que su misión aquí será provechosa. Le aseguro que contará con la cooperación de la Santa Sede en el desempeño de dicha misión. Le ruego transmita mis buenos deseos al Gobernador General, Primer Ministro y miembros del Gobierno. Y para usted y todo el pueblo de Fui pido bendiciones abundantes a Dios Todopoderoso.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española 1984, n. 3 p.6.



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