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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS FUNCIONARIOS DEL SERVICIO
DIPLOMÁTICO LATINOAMERICANO*

Viernes 1 de junio de 1984

 

Distinguidos Señores:

Me alegra poder tener este encuentro con vosotros, funcionarios del servicio diplomático latinoamericano, que estáis siguiendo en Florencia un Curso de especialización en Relaciones Internacionales, patrocinado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia.

A ejemplo de otros colegas vuestros que os han precedido en los años pasados, estáis tratando de lograr una mayor capacitación profesional que os ayude a un mejor servicio a vuestros respectivos Países.

Viendo en vosotros a representantes de 12 diversas Naciones de América Latina, percibo el profundo significado y valor que tiene esta iniciativa. En primer lugar porque se coloca en la esfera de la cooperación entre pueblos y Naciones, tan necesaria en nuestros días. Y en segundo lugar porque ese es un camino de ayuda a las comunidades nacionales y a las personas que las integran, para que hallen nuevas vías de entendimiento, cercanía y solidaridad.

En el ejercicio futuro de vuestra misión diplomática os hallaréis frecuentemente en contacto con tantos problemas que afectan a las relaciones internacionales, tanto a nivel bilateral como plurilateral. Es pues necesario que adquiráis la competencia que exige tan importante misión. Pero es a la vez imprescindible que miréis vuestro cometido en una perspectiva más amplia, en la que entran implicaciones de orden humanitario y ético. En efecto, no podéis prescindir de la consideración de que se trata de un servicio prestado a las personas, a su dignidad, tutela y promoción, así como a la causa de acercamiento, de la paz, la convivencia y armónico desarrollo de los pueblos. Objetivos, éstos, a los que vale la pena entregar las propias energías y cualidades.

Sin embargo, es evidente que esa tarea no puede disociarse de ese conjunto de principios morales que deben regular la actividad de las personas, de los responsables de la marcha de la sociedad, de las naciones individualmente consideradas y de la comunidad internacional.

Por estos motivos os expreso mi vivo aliento a entregaros a esa nobilísima tarea con espíritu abierto, actitud de servicio y profunda conciencia moral. Os aseguro por mi parte que pido a Dios por vosotros, por vuestras respectivas Naciones, por los Dirigentes del Curso que estáis siguiendo, a la vez que gustosamente os imparto mi cordial Bendición.


*Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. VII, 1 pp. 1582-1583.

L'Osservatore Romano 2.6. 1984 p.4.

L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.24 p.8.

 



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