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VIAJE APOSTÓLICO A COREA, PAPÚA NUEVA GUINEA,
ISLAS SALOMÓN Y TAILANDIA

CEREMONIA DE BIENVENIDA

DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II*

Palacio Real de Bangkok (Tailandia)
Jueves 10 de mayo de 1984

 

Majestades:

1. Es éste un momento de intenso gozo para mí. Con gran placer he puesto el pie en el suelo de Tai. Me siento muy honrado de ser recibido por Sus Majestades en esta "Tierra de la sonrisa" como se conoce a Tailandia en el mundo entero, en esta "Tierra de la libertad", como significa su nombre.

Tengo en sumo aprecio la cortesía de Sus Majestades conmigo al invitarme a visitar su hermoso País. Con respeto y estima comparto su expresión amable de amistad. Quiero agradecerles sinceramente el acto afectuoso de Sus Majestades al enviar a Su Alteza el Príncipe heredero a recibirme en el aeropuerto en su nombre.

Igualmente agradezco la presencia del Primer Ministro. Al darle las gracias, quiero saludar con deferencia a cuantos están investidos de responsabilidades de gobierno y prestan servicio al bien del pueblo Tai. Presento un saludo especialmente cordial y fraternal al Cardenal Michael Michai Kitbunchu, Arzobispo de Bangkok y primer Cardenal tai de la historia de la Iglesia Católica, y a los demás hermanos obispos.

2. Mi visita quiere ser tributo a las relaciones largas y amistosas existentes entre Tailandia y la Santa Sede. Al venir aquí, tengo el honor de devolver la visita que hicieron Sus Majestades a mi predecesor Juan XXIII en 1960. También ansío que llegue el encuentro con Su Santidad el Patriarca Supremo para recordar la visita que hizo a Pablo VI en el año 1972, el Patriarca Supremo anterior. Mis predecesores no tuvieron oportunidad de devolver estas visitas. Y por ello yo soy feliz de poder hacerlo. Me complace mucho visitar a mis hermanos católicos para orar con ellos y animarles en sus actividades de servicio fraterno.

3. Sé que, si bien breve, mi estancia en Tailandia me dará oportunidad de experimentar directamente los valores humanos profundos en que se asienta la vida social y la cultura tai con sus costumbres y tradiciones. Ser huésped de un país que proclama como nota típica de su pueblo la libertad, es un gran honor, sin duda alguna. En nuestro mundo contemporáneo, la historia de la libertad tai y el legendario espíritu de tolerancia de Tailandia constituyen un recordatorio de las más hondas aspiraciones de la familia humana a vivir en paz, armonía y hermandad. En particular vuestro respeto al derecho del hombre a la libertad religiosa, rinde inmenso honor a vuestra nación.

Mi visita desea ser expresión de mi agradecimiento personal y de la gratitud de la Iglesia Católica entera a Sus Majestades y al Gobierno y pueblo de esta noble tierra, por la hospitalidad que ha brindado generosamente a miles y miles de refugiados de países vecinos. Su compasión y amor hacia estas personas necesitadas y afligidas me lleva a sentirme muy cercano a todos ustedes, hermanos y hermanas mías de la Nación Tai, y hace que me sienta como en casa en este gran País.

Para Sus Majestades y para todo su amado pueblo pido las más selectas bendiciones de Dios.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 21, p.19.

 



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