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VIAJE APOSTÓLICO A VENEZUELA,
ECUADOR, PERÚ, TRINIDAD Y TOBAGO

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DESDE RADIO CATÓLICA NACIONAL

Quito, miércoles, 30 de enero de 1985

 

1. Desde estos micrófonos de «Radio Católica Nacional» del Ecuador, en cadena con numerosas emisoras distribuidas por toda la geografía ecuatoriana, saludo cordialmente a cuantos trabajan en la comunicación social: a los representantes de la prensa escrita, de la radio y de la televisión, y a las personas y grupos profesionales que se integran en el conjunto de las modernas empresas informativas. Vaya también a todos — entre ellos a la Cadena Ecuatoriana de Canales de Televisión — mi personal agradecimiento por el singular esfuerzo profesional y técnico que estáis realizando en estos días, y que me permite llegar incluso hasta los que, por diversas razones, no podré encontrar físicamente durante mí permanencia en Ecuador.

Conozco bien la importancia de los medios de comunicación social —que irá creciendo en el futuro— y que son expresión de la naturaleza sociable de la persona humana.

2. Vuestras actividades, tan apasionantes como delicadas, se ordenan al servicio y perfección del hombre, de cada hombre. Ello exige en primer lugar que en la raíz misma de toda actividad esté siempre la objetividad incorruptible y el respeto por la dignidad del hombre. Debe ser reconocida en este campo la libertad de opinar y expresarse conforme a los dictados de la recta conciencia. Pero de ahí deriva también que un adecuado marco de libertad sea imprescindible para el vigor y el servicio eficaz de la comunicación social.

Sé que vosotros, profesionales ecuatorianos, gozáis de una apreciable tradición en este campo y la defendéis celosamente. Os invito a comprenderla y depurarla cada vez más; a salvarla de los peligros que le acechan; a dotarla de la profundidad moral que le conviene. No habéis de olvidar, sin embargo, que vuestra libertad termina donde empiezan los derechos de los demás. Esta frontera la encontráis con frecuencia en el obligado respeto a la intimidad y buen nombre de personas e instituciones.

Quisiera añadir que nunca os prestéis a ser instrumentos de intereses particulares desorbitados, ansiosos de medrar a costa del bien común. Tened, por el contrarío, la valentía de comprometeros con las causas que merecen la pena: las de la moralidad a todos los niveles, la libertad, la justicia, la paz, la fraternidad, los derechos de cada persona, la elevación social. Ellas afloran día a día en el decurso de los acontecimientos. Exigen quien les preste atención, las discierna con justo criterio, e ¡lustre a los demás sobre los cauces que se han de crear y recrear sin desmayo, para la superación de los conflictos. Dios os bendiga por lo que habéis hecho en esta dirección y aliente vuestros mejores esfuerzos en lo sucesivo.

3. La cultura actual, que se construye tantas veces al margen de los ideales cristianos, os plantea conocidos desafíos, a los que debéis responder con hombría de bien. ¡Qué gran responsabilidad en orden a la educación de los pueblos cae sobre los medios de comunicación social! ¡Y cuántas las tentaciones que os acechan en vuestro trabajo diario!: grupos de presión, intereses económicos, lucro fácil, permisivismo moral, sensacionalismo, instigación al odio y a la violencia.

Permitidme os pida ahora que en vuestro trabajo no olvidéis la grande, la decisiva comunicación que Dios ha querido hacernos en su Hijo Jesucristo: la Buena Noticia, el Evangelio. Vuestro que hacer, como pocos otros, se ha de alimentar del suelo nutricio de la Verdad que es Cristo, cuyo reflejo salvador brilla ante cada gesto humano e ilumina la crónica más fugaz del diario acontecer. Que la luz de la vida, Cristo (Cfr. Io. 8, 12), os ayude a comprender lo que sucede y a transmitirlo a los demás, para contribuir a la formación de una opinión pública madura y bien orientada. Buscad vosotros mismos con sinceridad esa luz, hacedla vuestra por el amor, difundidla y guardadla en fidelidad y comunión con la Iglesia.

4. El Concilio Vaticano II, en el Decreto sobre los medíos de comunicación social, indica encarecidamente que «con toda solicitud deben promoverse, allí donde fuese oportuno, las estaciones católicas; hay que cuidar, empero, de que sobresalgan por su perfección y su eficacia» (Inter Mirifica, 14).

Es consolador encontrar realizaciones como ésta de «Radio Católica Nacional» del Ecuador que, con la ayuda de Dios, será un importante instrumento de evangelización y de instrucción para grandes masas de población ecuatoriana.

La técnica de la radiodifusión puesta al servicio del Evangelio podrá ser —como ya están haciendo obispos y sacerdotes desde otras emisoras, especialmente católicas— una valiosa ayuda para que la Palabra de Dios sea escuchada en tantos lugares apartados del país a donde, debido a la escasez de sacerdotes y de otros agentes de pastoral, éstos no pueden llegar con la frecuencia deseada. El mensaje del Evangelio y la doctrina de la Iglesia podrán, de este modo, hacerse presentes en los hogares y en los corazones de tantas personas necesitadas de la palabra que ilumina, que instruye, que consuela. Eso mismo debe alentar a los Pastores a aprovechar también la oportunidad evangelizadora que ofrecen los programas de televisión.

Y junto a esta misión específicamente evangelizadora de la radio, no faltará la no menos importante labor educativa y de instrucción. La Iglesia en Ecuador, decididamente empeñada en la promoción del hombre, contará así con medíos eficaces para colaborar en campañas de educación cultural, sanitaria, de alfabetización e instrucción a todos los niveles. A la vez que podrá ofrecer una información objetiva y un servicio a la verdad, también cuando ésta nο sea expuesta debidamente en campo religioso o humano.

5. A los que trabajan en esta «Radio Católica Nacional» del Ecuador, expresión de una feliz iniciativa evangelizadora, os repito lo que indiqué a los obispos ecuatorianos en su última visita «ad Limina»: Contáis con mí aliento, agradecimiento y encomio. Os animo a proseguir en vuestros esfuerzos, para hacer de este instrumento lo que de él necesita la Iglesia, aquí y ahora. De tal modo que no sólo la perfección técnica, sino sobre todo la calidad de la programación sirva con eficacia al bien de la Iglesia y a la promoción de los hermanos.

A vosotros y a cuantos en Ecuador trabajan en el mundo de las comunicaciones sociales, os expreso toda mí estima e invoco sobre vosotros la protección y guía de San Francisco de Sales, vuestro Patrono.

Veo también aquí presente al selecto grupo de personas que ayuda en su labor a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Tenéis el privilegio de trabajar en el corazón de la Iglesia particular que vive en este amado país. Debéis sentir, en consecuencia, una especial responsabilidad para dar la medida que Dios os pide en vuestra entrega a la tarea diaria. Os deseo que perseveréis y tratéis de mejorar constantemente. Poned tal amor a la Iglesia que seáis una ayuda eficaz, un descanso y consuelo para vuestros Pastores.

6. A todos vosotros que me escucháis a través de «Radio Católica Nacional» del Ecuador y de la gran cadena de Emisoras AER (Asociación Ecuatoriana de Radiodifusión), en especial a los habitantes de las zonas rurales: de la selva, los esteros, la sierra; a los hombres del mar, a los enfermos y encarcelados, y a cuantos no podré encontrar personalmente estos días, doy con gran afecto mí paterno saludo y mi Bendición Apostólica.



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