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VIAJE APOSTÓLICO A INDIA

ACTO DE CONSAGRACIÓN A MARÍA

ORACIÓN DE JUAN PABLO II
EN EL PARQUE SHIVAJI DE BOMBAY

Domingo 9 de febrero 1986

 

Oh María de Nazaret, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, al finalizar el Santo Sacrificio de la Misa, nos dirigimos a Ti en oración, con confianza y esperanza; te ofrecemos los pensamientos más profundos de nuestros corazones.

Venimos a Ti, Santa Madre de Dios, teniendo en la mente las últimas palabras que tu Hijo te dijo cuando estabas al pie de la cruz: «Mujer, he ahí a tu hijo» (Jn 19 26).

¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡María, he ahí a tus hijos e hijas! Queridísima Madre, he aquí a tus hijos, en la tierra, he aquí a tus hijos e hijas, en India!

Imitando a Jesús, que encomendó su amado discípulo Juan a tu cuidado, te encomiendo todas las personas que moran en este gran territorio. Permanece cerca de ellos con tu protección materna Abre tus brazos para abrazar a aquellos que miran hacia Ti y te piden que presentes sus plegarias a Dios.

Oh María, Virgen Purísima, encomiendo a tu amor y cuidado toda la juventud de India, los niños, cuya inocencia expresa la bondad de su Creador y cuya pequeñez revela la grandeza de su Artífice Rezamos por los jóvenes que buscan la verdad, la orientación y la finalidad de su vida. Te pedimos que guíes a los jóvenes que estudian en los seminarios, y a todos aquellos que se preparan a consagrar su vida a Dios con los votos de castidad, pobreza y obediencia.

Amada Madre de nuestro Salvador, te encomiendo todas las familias, especialmente los maridos y esposas que buscan el modelo de sus hogares en tu hogar de Nazaret. Intercede por los padres y sus hijos, que su amor sea fuerte y fiel como el amor que llena tu Inmaculado Corazón.

María Santísima, te encomendamos esa familia que es la Iglesia en India con su clero, sus religiosos, sus ritos y tradiciones litúrgicas distintas, sus dos milenios de experiencia y su siempre vigorosa juventud. Como parte del Cuerpo de Cristo en la tierra, la Iglesia en India busca imitar a tu Divino Hijo y ser para el pueblo de esta tierra su voz, sus manos, sus pies, su cuerpo ofrecido en sacrificio. Te presento su gran obra de renovación espiritual, sus esfuerzos para proclamar el Evangelio del amor misericordioso, sus iniciativas ecuménicas, su deseo de ser una fuerza reconciliadora en la sociedad. Reza por tus hijos e hijas de la Iglesia: que ellos logren ser siempre fieles, estar siempre llenos de alegría y esperanza, ser siempre en pueblo de caridad que proclama la Buena Nueva a los pobres. En el amor de tu Hijo abraza a todos aquellos que sufren: los ancianos y los débiles, los enfermos y los abandonados, a todos aquellos que están desalentados y marginados.

María, Reina de la Paz, tus hijos anhelan la paz. Tienen hambre y sed de justicia. Desean vivir en armonía a pesar de toda la violencia y las divisiones que existen en el mundo. Tu Hijo oró al Padre: «Que todos sean uno» (Jn 17, 21), y hoy hacemos nuestra esta plegaria. Contamos con tu intercesión ante el trono de gracia de Dios. Obtén para nosotros el don de vivir en perfecta unión con Jesús y con nuestros hermanos y hermanas. Que todo lo que digamos y hagamos glorifique y alabe cada vez más al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.



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