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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE BOLIVIA ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 13 de noviembre de 1986

 

Señor Embajador:

Las amables palabras que Vuestra Excelencia ha tenido la atención de dirigirme, en el momento de presentar sus Cartas Credenciales como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Bolivia ante la Santa Sede, son particularmente gratas, pues me dan la posibilidad de comprobar una vez más el vivo afecto que los hijos de esa noble Nación sienten por el Vicario de Cristo.

Ante todo, quiero agradecerle la expresión de tales sentimientos así como el deferente saludo que Usted ha tenido a bien transmitirme de parte del Señor Presidente y de los demás miembros del Gobierno de la Nación. Al darle pues ahora mi más cordial bienvenida, deseo asegurarle mi apoyo y mi benevolencia en el desempeño de la alta misión que le ha sido confiada. A lo largo de su discurso Usted ha mencionado la necesidad impelente de aunar esfuerzos con el fin de conseguir –en esta etapa atormentada de la historia– unas sólidas bases, que sean capaces de indicar el camino por donde el hombre marche fraternalmente con el hombre y se logre así un mundo en el que la reconciliación, la convivencia, la libertad pública y privada, así como la justicia social reinen como valores primarios.

Estos elementos han encontrado siempre gran eco en la comunidad eclesial boliviana, la cual, fiel al mandato irrenunciable de Cristo el Señor, sigue iluminando los acontecimientos humanos a través de la Palabra de Dios y de la doctrina social católica, ya que la misión de la Iglesia tiene una dimensión temporal, además de su perspectiva escatológica.

Por ello, es de desear, Señor Embajador, que los Gobernantes de su país, custodiando como preciado don el legado espiritual y humano recibido de los antepasados, se empeñen cada vez más en fomentar la paz y, en concreto, la paz social, como una realidad que debe ser mantenida constantemente, teniendo siempre como marco el respeto de los derechos inviolables de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.

Así pues, no es de extrañar que la Iglesia católica y sus fieles sigan defendiendo la causa del hombre y su dignidad. La preocupación pastoral ha sido y es la de servir, por doquier, generosa y desinteresadamente a todas las personas, sin distinción de raza, clase o cultura, ya que en esta ardua tarea por llevar a cabo la total liberación del ser humano, como ha dicho Puebla, quiere servirse únicamente de los “medios evangélicos... y no acude a ninguna clase de violencia ni a la dialéctica de la lucha de clases” (Puebla, 486).

Este es el motivo que hace casi cinco siglos movió a los primeros evangelizadores que pisaron esa querida tierra: dar a conocer la Buena Nueva, mensaje que trasciende toda forma de interés y egoísmo. Pues, como Vuestra Excelencia indicaba, ese pueblo eminentemente religioso ha visto en la Cruz de Cristo la realización más sublime del hombre. No hay que sorprenderse, en consecuencia, que la fe cristiana sea parte integrante del ser boliviano. Por eso ante el reto del momento actual, la Iglesia boliviana, con su Jerarquía al frente, desea colaborar lealmente con las diversas instancias civiles para que los amadísimos hijos de Bolivia, en la nueva etapa de diálogo económico y laboral, encuentren unas respuestas cristianas a la problemática de la sociedad actual.

Señor Embajador, al renovarle mis mejores votos por el feliz éxito de la misión a la que da inicio hoy, a la espera de poder visitar una día personalmente esa noble Nación como peregrino de Jesucristo y de su Mensaje, invoco con particular afecto sobre Usted y su distinguida familia, sobre las Autoridades y el queridísimo pueblo boliviano la constante protección del Altísimo.


*AAS 79 (1987), p. 896-897.

Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. IX, 2 1986 pp.1424-1426.

L'Attività della Santa Sede 1986 pp. 894-896.

L’Osservatore Romano 14.11.1986 p.4.

L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 47, p.6.



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