Index   Back Top Print

[ EN  - ES  - IT ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA VISITA OFICIAL
DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE ESLOVENIA
*

Viernes 19 de febrero de 1993

 

Señor Presidente:

1. Le doy mi bienvenida más cordial y le agradezco las amables palabras que ha pronunciado.

Su visita me alegra de modo particular, no sólo porque es la primera que la hace, a la Sede Apostólica, un Jefe de Estado de la Eslovenia libre e independiente, sino también porque manifiesta y corrobora los antiguos lazos de fe que unen a la mayoría de la población eslovena con la Iglesia Católica.

El pueblo esloveno, heredero de una historia milenaria azarosa, vive hoy un tiempo de grandes expectativas y esperanzas. Este pueblo vivió a la sombra de Estados más grandes durante muchos siglos, aunque defendió vigorosamente su identidad cultural. Ahora, sin embargo, se impone a la atención de la comunidad internacional con su fisonomía política e institucional específica.

Sin duda alguna, Eslovenia ha llegado preparada a esta cita histórica. Ha elegido el camino difícil de la autonomía completa, afrontando problemas notables de orden jurídico, social y económico, tanto a nivel nacional como internacional. Lo ha hecho porque sabe que en este nuevo camino puede invertir los recursos de una capacidad política madura, junto con la conciencia de su cultura, su religiosidad, su arte y sus tradiciones; en una palabra, con el patrimonio de valores que plasman una nación mucho antes que las estructuras jurídicas y políticas.

Se trata de una elección por la que la Iglesia siente aprecio y respeto. La identidad nacional constituye de por sí una gran riqueza incluso, y con mayor razón en un mundo como el nuestro, llamado a una colaboración cada vez más estrecha, pues es cada vez mayor el acercamiento de los pueblos.

2. Además, como destaca su Constitución actual, Eslovenia sabe que la autonomía nacional es un valor importante, pero no absoluto. Muchas veces en la historia antigua y reciente, hasta llegar a nuestros días, el sentimiento patriótico ha degenerado en nacionalismos cerrados y agresivos, que han provocado lágrimas y sangre.

Este es, pues, un desafío decisivo para el momento histórico que la Humanidad está viviendo. Si no queremos repetir ciertos errores, que en el pasado incidieron tristemente en la historia europea y mundial, es necesario reafirmar con fuerza que hay que anteponer al hombre, con su dignidad inalienable, a cualquier interés nacional y que, por encima de las tradiciones particulares de cada uno de los grupos humanos, está la comunidad internacional, que hay que construir en la justicia, la solidaridad y la paz. «Todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; mas aún, debe tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana» ( Gaudium et spes, 26). Si olvidamos esto o nos alejamos de esta visión de la historia humana, corremos el riesgo de dar vida nuevamente a peligrosos escenarios de guerra fratricida, como los que están sembrando la muerte en la zona balcánica y en otras partes del mundo.

Señor Presidente, quisiera expresar mi estima por las opciones que han caracterizado la política de Eslovenia en su presentación en el escenario internacional como Estado independiente. Ha tornado decididamente el camino de la paz y la colaboración internacional. Su fisonomía política es la de un Estado jurídico y social (cf. art. 2 de la Constitución). EI programa que se ha prefijado consiste en la construcción de una sociedad en la que se respeten los Derechos Humanos y se garanticen las libertades fundamentales, en la que a nadie le falte lo necesario para vivir con dignidad, las minorías étnicas sean protegidas y valorizadas y cada cual tenga la posibilidad de dar su aportación al desarrollo armónico de la Nación, a través de una confrontación democrática pacífica.

3. Sin embargo, como la experiencia demuestra, la realización de un proyecto tan bien trabado no está exento de dificultades y obstáculos. Por eso, es necesario que todos manifiesten su buena voluntad y su sentido del bien común. Es preciso que se dé, en particular, una convergencia armoniosa de las fuerzas culturales y sociales del País, que, respetando su originalidad específica, deben dar una contribución concreta a la edificación de la nueva realidad estatal.

La Iglesia está dispuesta a desempeñar el papel que le corresponde. Su disponibilidad sigue la orientación establecida hace treinta años por el concilio Vaticano II en su constitución Gaudium et spes, que describe con estas palabras su función social: «La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (n. 42).

Eslovenia, que en su Constitución fijó la separación entre el Estado y las confesiones religiosas (cf. art. 7), sabe que puede contar con la colaboración activa de la comunidad católica, que no pretende privilegios de ningún tipo ni tampoco invadir campos que no son de su competencia. Cuando la Iglesia hace valer en el ámbito del ordenamiento vigente determinadas facultades establecidas mediante acuerdos jurídicos, sólo persigue como objetivo la libertad para poder anunciar el Evangelio. El espacio que solicita no es el del poder, sino el del servicio, porque su finalidad es la de ayudar a los hombres a encontrar a Dios. Indica a las familias el secreto de la unidad, y a los jóvenes el sentido profundo de la vida; está cercana a los enfermos y sale al encuentro de los pobres; desea educar en la paz e infundir este espíritu en toda manifestación de la vida de la nación; y quiere inculcar la urgencia de la solidaridad y el valor sagrado de toda vida humana.

Señor Presidente, ésta es la contribución específica que la Iglesia desea ofrecer a la nación de la que usted es el más alto representante. La Iglesia rechaza las ambiciones políticas, pero hace converger en el bien común de todos los habitantes su compromiso por la evangelización y el uso de sus estructuras pastorales. Entre éstas, me complace citar especialmente las instituciones culturales y educativas, comenzando por la benemérita Facultad Teológica de Liubliana.

4. Al agradecerle su visita, formulo mis mejores deseos de que la perspectiva de respeto recíproco y de colaboración cordial se consolide todavía más en las relaciones entre la Iglesia y el Estado esloveno, superando los problemas que puedan surgir mediante un diálogo sereno y constructivo.

Señor Presidente, le ruego transmita a su pueblo estos sentimientos. Que Eslovenia, gracias también a la contribución moral de la comunidad cristiana, supere las dificultades inevitables del actual renacimiento y alcance objetivos de democracia y civilización auténtica cada vez más elevados.

Invoco la ayuda de Dios y la protección de la Santísima Virgen María sobre todo el pueblo esloveno, asegurándole mi oración ferviente para que el flagelo de la guerra se mantenga alejado de Eslovenia. Me uno a la imploración unánime de los creyentes a fin de pedir al Señor que se llegue pronto a una paz honrosa y justa en la zona de los Balcanes.

Acompaño estos sentimientos con mi bendición apostólica.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.12 p.2.



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana