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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRIMER EMBAJADOR DE RUMANIA ANTE AL SANTA SEDE
*

Martes 8 de junio de 1993

 

Señor Embajador:

1. La venida de su excelencia a la sede del Sucesor de Pedro, para presentar las cartas que lo acreditan como primer Embajador extraordinario y plenipotenciario de la nueva República de Rumania después de 45 años, es un acontecimiento significativo: forma parte de la serie de consecuencias felices de los recientes cambios que han modificado la situación de Europa y que han permitido, sobre todo, la reanudación de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la noble nación rumana.

2. Aprecio de modo particular los sentimientos y las convicciones que ha expresado en su discurso, así como sus palabras de estima por la acción de la Sede Apostólica y del Sucesor de Pedro en el campo internacional. Le agradezco vivamente el mensaje afectuoso que me ha traído de parte de su excelencia, el señor Ion lliescu, presidente de la República de Rumania. Le ruego tenga a bien transmitirle mi saludo deferente, así como mis mejores deseos para quienes tienen el alto encargo de servir a su patria.

3. Su Excelencia ha recordado el pasado cristiano y la larga tradición espiritual que el pueblo rumano ha conservado celosamente como un tesoro que ha forjado el alma de ese pueblo, incluso durante las horas mas sombrías de su historia reciente, bajo el yugo del comunismo. Hasta el nombre de su país recuerda los antiguos y sólidos lazos que lo unen a la Roma antigua. En efecto, durante el Imperio las relaciones cordiales favorecieron la difusión de la cultura latina en las costas del mar Negro, con características originales. Las generaciones siguientes, arrancando de esta cultura común, han creado culturas particulares en Europa central, y las poblaciones han tomado conciencia de su deber de construir su identidad nacional aportando su contribución a la unidad del conjunto del continente.

4. Desde diciembre de 1989, los dirigentes de su país se esfuerzan por consolidar las estructuras democráticas del Estado. La comunidad internacional tiene conciencia de que este nuevo comienzo sólo tendrá éxito si cuenta con el apoyo de otros países y con su ayuda económica. Al preocuparse por fortalecer su identidad nacional, su Gobierno desea que Rumania, lejos de encerrarse en sí misma, participe activamente en Europa. Ahora es preciso establecer las relaciones políticas, económicas y sociales a escala continental o, más bien, planetaria. Las naciones más favorecidas deben ser solidarias con las naciones que están saliendo progresivamente de estructuras de gobierno opresivas. En efecto, a través de las relaciones reciprocas cada país puede encontrar su lugar adecuado en el concierto de las naciones.

5. Sostenidos en sus legítimas aspiraciones por los valores fundamentales de la paz y el respeto a la dignidad del ser humano y a la dignidad de los pueblos, las personas y los grupos humanos, participan en la edificación de la patria. El diálogo entre grupos de sensibilidad y costumbres distintas presentes en Rumania debería permitir que cada ciudadano tome parte en la vida nacional y se responsabilice del edificio común, en esta nueva era que acaba de empezar. Este camino de diálogo, al que la Santa Sede atribuye gran importancia, es el único camino que respeta al hombre, a los pueblos y a las minorías étnicas.

6. Señor embajador, ha mencionado usted las nuevas disposiciones adoptadas en su país acerca de la libertad religiosa y la reparación de las injusticias cometidas desde 1949. La Santa Sede, que aprecia el gesto de su Gobierno, espera que otros problemas aún sin resolver encuentren una solución satisfactoria, como fruto de ese diálogo perseverante y constructivo entre las partes interesadas.

La mayoría de los cristianos en Rumania pertenece a la Iglesia ortodoxa rumana. Los católicos, de rito rumano-bizantino o de rito latino, o de nacionalidades diferentes, sobre todo húngaros, desean, como en el pasado, participar activamente en la vida social, en el desarrollo de las estructuras sanitarias y en la enseñanza de la juventud, que representa el futuro de la nación, gracias al reconocimiento benévolo que le dispensan las autoridades. Porque la vocación de la Iglesia católica, a saber, el anuncio del Evangelio, se manifiesta principalmente mediante sus obras caritativas. Los católicos se interesan por fomentar las relaciones fraternas con sus compatriotas, sin importarles ni sus orígenes ni su confesión religiosa, en la búsqueda de un entendimiento cordial con todos, tan necesario en la vida democrática. Aprovecho esta ocasión para dirigir, por medio de usted, mi saludo afectuoso a todos los fieles de la Iglesia católica presentes en su país.

7. Señor embajador, en este momento en que comienza su misión como embajador de la República de Rumania ante la Santa Sede, le expreso mis mejores deseos de éxito. Desde que está en Roma ha podido descubrir las riquezas de la ciudad eterna, que tienen extraordinaria similitud especialmente con los frescos recién descubiertos en los suburbios de Constanza. Por otra parte, nuestras relaciones diplomáticas, ahora restablecidas plenamente, son el signo de lazos profundos y confiados, que están por encima de las vicisitudes históricas.

Tenga la seguridad, señor Embajador, de que hallará entre mis colaboradores la atención benévola y la comprensión cordial que podrá necesitar para que su actividad sea fructuosa.

Excelencia, de todo corazón invoco abundantes bendiciones divinas sobre usted, sus compatriotas y las autoridades de su país.


*L'Osservatore Romano. Edición Semanal en lengua española n.30 p.11 (p.399).



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