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VIAJE APOSTÓLICO A ESPAÑA

CEREMONIA DE BIENVENIDA

DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Aeropuerto internacional «San Pablo» de Sevilla
Sábado 12 de junio de 1993

 

Majestades,
Venerables Hermanos en el Episcopado,
Excelentísimas Autoridades,
Amadísimos hermanos y hermanas de Sevilla,
de Andalucía y de España entera.

1. Al llegar de nuevo a esta bendita tierra, viene espontáneamente a mi memoria el recuerdo de mi primera visita el 5 de noviembre de 1982, cuando tuve la dicha de compartir una inolvidable jornada de fe y esperanza con los hijos e hijas de Sevilla y declarar Beata a Sor Angela de la Cruz, ejemplo luminoso de santidad y de amor al prójimo.

El Señor, dueño de la historia y de nuestros destinos, ha querido que el XLV Congreso Eucarístico Internacional tenga lugar en la antigua e ilustre sede Hispalense, permitiéndome así poder encontrar nuevamente al amado pueblo sevillano y a tantas otras personas de numerosos lugares de España y de la Iglesia universal. Me llena de gozo visitar otra vez esta tierra, cuyas gentes se distinguen por la nobleza de espíritu, por su cultura y que ha dado tantas muestras de aquilatada fe y amor a Dios, de veneración filial a la Santísima Virgen y de fidelidad a la Iglesia.

2. Me complace saludar, en primer lugar, a Sus Majestades los Reyes, que han tenido el deferente gesto de venir a recibirme. Siento el deber de manifestarles mi más viva gratitud por las amables palabras que Su Majestad el Rey Don Juan Carlos ha tenido a bien dirigirme, dándome su cordial bienvenida en nombre también del noble pueblo español. Expreso igualmente mi agradecimiento al Gobierno de la Nación, a las Autoridades de la Comunidad Autónoma Andaluza y a las de la ciudad de Sevilla por su grata presencia en este acto y por su preciosa colaboración en los preparativos de mi visita apostólica.

Mis expresiones de gratitud se hacen abrazo fraterno a mis hermanos en el Episcopado; en particular, al Señor Arzobispo de Sevilla, al Señor Presidente y miembros de la Conferencia Episcopal Española, así como a los Señores Cardenales, Arzobispos y Obispos aquí presentes. En este saludo, mi corazón se abre también con especial afecto a los queridos sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles cristianos de Sevilla, de Andalucía y de toda España, a los que me debo en el Señor como Pastor de la Iglesia universal.

3. Con este viaje apostólico vengo a celebrar, ante todo, a Jesús Sacramentado, que como expresión de un amor infinito se nos da en la Eucaristía, misterio de nuestra fe y fuente de la vida cristiana. Vengo como heraldo de Cristo y en cumplimiento de la misión confiada al apóstol Pedro y a sus Sucesores de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22, 32).

Vengo a celebrar con vosotros este misterio del Amor eucarístico para insertarlo más profundamente en la vida y en la historia de este noble pueblo, sediento de Dios, de valores espirituales, de hermandad, de solidaridad, de justicia. Vengo como peregrino de amor y esperanza, con el deseo de alentar el impulso evangelizador y apostólico de la Iglesia en España. Vengo también para compartir vuestra fe, vuestros afanes, alegrías y sufrimientos.

4. El lema del Congreso Eucarístico es bien elocuente: “Christus, lumen gentium”, “Cristo, luz de los pueblos”. Ningún marco más adecuado que el de la península ibérica para proclamar al mundo que el amor de Cristo en la Eucaristía, memorial de su sacrificio redentor, es el faro que ilumina la vida y la historia de generaciones, de pueblos, de continentes. Ahí están para testimoniarlo esa pléyade de misioneros españoles que, habiendo acogido el mandato de Jesucristo “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda creatura” (Mc 16, 15), abrieron nuevos y dilatados horizontes para la fe cristiana. Son todavía recientes las conmemoraciones del V Centenario de la Evangelización de América, para cuya preparación con una novena de años quise postrarme a los pies de la Virgen del Pilar en Zaragoza. Con esta visita, en el espléndido marco del Congreso Eucarístico Internacional, deseo también rendir homenaje a la gesta evangelizadora de España en el Nuevo Mundo. Este fue el objetivo del Pabellón de la Santa Sede en el magno certamen de la Exposición Universal de Sevilla: dar a conocer la dimensión evangelizadora de una realidad viva y fecunda, que tuvo su centro en España hace 500 años y que hoy, en las postrimerías del siglo XX, continúa con renovada vitalidad y dinamismo.

5. A ello quiere contribuir también el Congreso Eucarístico, cuyos frutos, como soplo del Espíritu, han de expandirse desde Sevilla a todos los confines de la tierra, pues la inmolación de Cristo en la Cruz, que se renueva en cada Eucaristía “hasta que El vuelva” (1Co 11, 26), es sacrificio universal destinado a redimir, salvar y liberar a todos los hombres del poder del pecado y de la muerte.

Con la confianza puesta en el Señor, y sintiéndome muy unido a los amados hijos de toda España, inicio esta visita apostólica que encomiendo a la maternal protección de la Santísima Virgen, mientras bendigo a todos, pero de modo particular a los pobres, a los enfermos, a los marginados y a cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu.

¡Alabado sea Jesucristo!  



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