Index   Back Top Print

[ EN  - ES  - FR  - IT ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA CHECA
*

Lunes 7 de marzo de 1994

 

Señor Presidente:

1. Con gran alegría le doy la bienvenida a esta sede, a donde no es la primera vez que viene. En efecto, recuerdo con placer los encuentros que mantuvimos los años pasados, siempre en un clima de gran cordialidad.

Pero esta visita oficial es la primera que realiza usted en calidad de Presidente de la nueva República Checa, después de los pasos que han llevado a la histórica división entre Bohemia-Moravia y Eslovaquia, división que se ha llevado a cabo de forma ejemplarmente pacífica.

Así pues, le doy mi más cordial bienvenida, al tiempo que le ruego transmita a todos sus compatriotas mi saludo y la expresión de mi sincera amistad.

2. La nueva República Checa cumplió su primer año de vida el día 1 de enero; asimismo, el 26 del mismo mes celebró usted el primer aniversario de su elección a la suprema responsabilidad de Jefe del Estado.

Ha sido un año positivo, en muchos aspectos, para la Nación, que se ha ido afirmando en el panorama, a veces inquieto, de la vida internacional, con las características dotes que han distinguido siempre el alma checo-morava: tenacidad, paciencia, resistencia ante las adversidades, adhesión a las propias tradiciones y, al mismo tiempo, serena apertura a lo nuevo. La República ha demostrado ser una compañera digna de confianza y sincera de las demás naciones, hasta el punto de que ha sido acogida muy favorablemente en el denso intercambio de relaciones internacionales. En esta red de inteligentes intercambios ha influido mucho el prestigio cultural y moral que usted ganó en el mundo ya en los años sombríos de la persecución, prestigio que ha ido aumentando desde que recibió el cargo de Primer Presidente Federal hasta ahora.

La República Checa ha conseguido también innegables progresos internos, a pesar de las dificultades que no se pueden pasar por alto. Las conquistas en el campo de las cuestiones sociales, de la economía, de la introducción del libre mercado, de las inversiones extranjeras, del movimiento turístico, son manifiestas a todos. Ciertamente, esas conquistas cuestan; y no se puede olvidar el peligro que puede crear en la convivencia civil, especialmente para las nuevas, generaciones, la mentalidad del permisivismo, del hedonismo y de la fácil ganancia, con repercusiones que podrían resultar fatales para el futuro.

Pero el fuerte y generoso temple de la población checa tiene en sí los anticuerpos necesarios para salvarse de esos peligros. No faltan los contínuos llamamientos, por parte de la Iglesia, a la vigilancia y al deber de reaccionar con serenidad y decisión. Y me complace recordar aquí que también usted, Señor Presidente, en el mensaje enviado el pasado mes de agosto a los jóvenes que en Velehrad se hallaban espiritualmente unidos a mí, que estaba en Denver para la Jornada Mundial de la Juventud, subrayó fuertemente el primado del espíritu sobre lo efímero, del ser sobre el tener, así como la fragilidad de un sistema de vida que sólo se base en el espejismo del dinero.

3. En este momento de delicada transición, con la mirada fija en el futuro, es necesaria la referencia continua a la valiosa herencia espiritual y religiosa, que ha hecho grande la tierra de Bohemia y Moravia. La herencia común de los Santos Cirilo y Metodio es, sin duda, punto de referencia para que se mantenga siempre elevada la antorcha de los únicos ideales que valen y que perduran en la vida de la Humanidad.

Los dos hermanos de Tesalónica, esos dos inigualables misioneros de la fe cristiana, fueron también hombres de cultura, que contribuyeron a dar una común herencia lingüística a los pueblos eslavos, y, en consecuencia, también una innegable identidad de civilización, recogiendo sus elementos de las anteriores tradiciones históricas, étnicas y sociales. También en este aspecto, son muy cercanos al alma checa, que encuentra en ellos muy bien definida su inclinación a los valores de la cultura y de la religión.

Esos valores han sido después puestos de relieve sugestivamente por los santos, que forman una constelación magnífica en la historia del País. En Ludmila, Wenceslao, Adalberto, Hroznata, Inés y Juan Nepomuceno se encarnó claramente la aspiración a la genuinidad y a la autenticidad de la fe cristiana, propia de su tierra. Y, en cierto modo, más allá de sus doctrinas, ese mismo anhelo ha impulsado también la acción reformadora de Jan Hus, por desgracia con resultado negativo para la Iglesia y para la Nación. Los estudios que se están llevando a cabo sobre su figura podrán contribuir a una visión positiva y constructiva del problema, que tanto ha turbado la historia del País.

Ese tesoro de espiritualidad y de cultura cristiana está en la raíz de vuestra historia. Formulo ardientes votos para que las queridas poblaciones de Bohemia, Moravia y Silesia consideren siempre esta herencia suya tan valiosa como la niña de sus ojos, porque en ella está puesta su mayor riqueza, frente a los impulsos disgregadores de la mentalidad areligiosa e inmanentista, propia de ciertas corrientes del pensamiento occidental.

4. Espero también, Señor Presidente, que una profunda sabiduría y una voluntad decidida lleven a las autoridades del Estado a la solución de los problemas que aún quedan pendientes. Me refiero a las cuestiones sobre la enseñanza religiosa en las escuelas estatales, la asistencia espiritual a los enfermos en los hospitales, a los detenidos en las cárceles y, sobre todo, la atención pastoral a que tienen derecho las fuerzas que prestan el servicio militar.

En particular, quisiera referirme al tema de la restitución de los bienes injustamente confiscados por el régimen ateo a la Iglesia Católica, así como a otras Confesiones Cristianas y a los hermanos Judíos. Ciertamente, no será posible seguir criterios de total justicia, volviendo simplemente a la situación anterior al régimen comunista. Sin embargo, espero que se encuentre cuanto antes una solución equitativa a este problema, del que se están ocupando, entre otros, las fuerzas políticas y parlamentarias, el Episcopado de la Iglesia Católica y la propia opinión pública.

Al formular este deseo, a la Iglesia sólo la mueve el interés de ver asegurado el ejercicio efectivo de la libertad religiosa. No pide privilegios, pero exige que se respete el espacio necesario para desempeñar, de modo adecuado, su actividad de evangelización y de promoción humana, en beneficio de toda la sociedad.

5. Señor Presidente, al término de su visita, renuevo mis mejores deseos para su persona y para la incansable actividad que realiza en el escenario internacional, recordando la absoluta urgencia de salvaguardar los valores espirituales, so pena de caer en el caos civil y social y, lo que sería peor, en la ceguera más terrible para el hombre: la que no sabe ya hacer referencia a la luz de la libertad, de la dignidad y de la verdad.

Junto con usted, saludo a los distinguidos miembros de su séquito, y envío un cordial saludo a las autoridades del Parlamento, del Gobierno y de la Magistratura. Y, en usted, saludo a todas las queridas poblaciones de la República Checa, esparcidas en ese magnífico territorio, salpicado de castillos históricos y pintorescos, de célebres abadías y de magníficas iglesias, así como de santuarios famosos, consagrados a los santos patronos, entre los cuales, en este Año Internacional de la Familia, quiero recordar el de la beata Zdlislava, en Jablonné, y sobre todo los dedicados a la gloriosa Madre de Dios: Svatá Hora, Stará Bolelav, Kàjov, Filipov, Kitiny, Hosryn y muchos otros.

Que la República Checa prospere siempre en el camino de la mutua comprensión, del progreso auténtico y de la verdadera paz.

Es el deseo que de corazón le dirijo a usted, Señor Presidente, y a toda la Nación. Dios bendiga a Bohemia.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n. 11 p.6.



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana