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PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS PADRES ROGACIONISTAS
AL INICIO DE LA MISA CELEBRADA EN EL PATIO
DEL PALACIO PONTIFICIO DE CASTELGANDOLFO


Sábado 26 de julio de 1997

 

Esta celebración eucarística, en la memoria litúrgica de san Joaquín y santa Ana, padres de la santísima Virgen, reviste un significado particular, especialmente para vosotros, queridos padres Rogacionistas del Corazón de Jesús, a quienes saludo cordialmente. Me alegra unirme a vosotros para dar gracias al Señor por el centenario del nacimiento de vuestra congregación, que brotó del corazón generoso del beato Aníbal María Di Francia, de cuya muerte se celebra este año el 70 aniversario.

La Eucaristía es el culmen de la oración de la Iglesia: en ella halla cumplimiento también la plegaria de Cristo y de la Iglesia por las vocaciones, según el mandato explícito del Señor: «Rogate, ergo, Dominum messis, ut mittat operarios in messem suam» (Mt 9, 38). En estas palabras evangélicas, Aníbal María Di Francia encontró el «camino» para responder plenamente a la voluntad de Dios. Haciéndola suya, hizo suyos los sentimientos del Corazón del buen Pastor, lleno de compasión por la grey del Padre.

Por intercesión de María, Madre de toda vocación cristiana, y de sus santos padres, a quienes veneramos hoy, imploremos el don del Espíritu Santo, que forme en la Iglesia hombres y mujeres apasionados por Cristo y por el Evangelio, dispuestos a entregarse con todo su corazón y con todas sus fuerzas al servicio del reino de Dios. Que vuestro beato fundador os obtenga a vosotros y a toda vuestra familia espiritual el don de un nuevo florecimiento apostólico y misionero.



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